Shakey. Jimmy McDonough
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Название: Shakey

Автор: Jimmy McDonough

Издательство: Bookwire

Жанр: Изобразительное искусство, фотография

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isbn: 9788418282195

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СКАЧАТЬ de rock and roll en su programación, la banda consiguió desatar el frenesí de los beatniks en aquel febrero de 1964. Los miembros del grupo recuerdan que las versiones de los Beatles triunfaban a lo grande, incluso a pesar de los escarceos de Young como vocalista. «Cuando tocamos “It Won’t Be Long” en el 4-D, la verdad es que nos llovieron los aplausos», recuerda Bates. «Neil vino después diciendo: “¡Les ha gustado! ¡Les ha gustado!”. Estaba entusiasmadísimo.»

      El 4-D pasaría a convertirse en el local de moda y, para Young, siempre sin blanca, en una manera de comer por la patilla. No cabe duda de que todo el contacto con la música folk contribuyó a meterle más ideas en la cabeza y a ampliar su vocabulario musical más allá del rock and roll de los años cincuenta. Sin embargo, nunca renunció a sus raíces. Lo bueno de Young radica, en parte, en que se curtiera tocando en una banda instrumental un tanto rarita que se desvivía por tocar «Rumble» poniendo en ello todo su empeño, y en que, a diferencia de la mayoría de sus colegas folkies, jamás olvidó ni disminuyó la intensidad de aquel impresionante sonido tan cojonudo que había cautivado su atención en primer lugar. En el alma de Young había sitio para «Bop-A-lena» y «Don’t Think Twice, It’s All Right», para el tipo serio de la guitarra acústica y para el roquero doblacuerdas; a veces en la misma canción. Al cabo de un año o poco más, Young descubriría que mientras estuviera en la cuarta dimensión28, podía ser ambos.

       Al principio me interesaban Kingston Trio; Peter, Paul and Mary, pero hace la tira, cuando eran populares en el mundillo universitario; luego, Dylan. La música folk, el mundillo de los cafés. Me gustaba: la música sonando continuamente; la gente; estar por allí, fumando cigarrillos, bebiendo café. Era divertido. Iba al 4-D a pasar el rato; nunca tenía suficiente dinero y siempre me dejaban entrar por el morro.

       «Four Strong Winds», de Ian and Sylvia, significaba mucho para mí. Recuerdo ponerla en Falcon Lake, estando con Jack, Pam y Pat, y escucharla una y otra vez. Es la canción, la melodía, todo el conjunto; pero también tenía un mensaje, ¿sabes?: dejar atrás ciertas cosas, esa sensación de que algo no va a salir bien. Me sentía identificado con el sentimiento que describía la canción.

       —¿Quién hizo que te aficionaras a Bob Dylan?

      —Bob. Empezó a sonar por la radio un buen día, en Winnipeg. Era en la época en que intentaba dar con la manera de conseguir un visado para ir a Estados Unidos, de llegar a Los Ángeles directamente desde Winnipeg. Quedaba mucho con unos chavales que iban a un instituto privado al que yo no podía ir, porque no nos lo podíamos permitir. Eran gente de puta madre, algo mayores que yo y tenían Freewheelin’ o su primer disco. Fue entonces cuando lo escuché por primera vez y me moló mucho.

       Dije: «Este tío es todo un personaje». Sabía que me iba a gustar desde la primera vez que lo oí. Su voz era tan diferente; nunca había oído a nadie que sonara así, supongo que si hubiera podido escuchar mi propia voz, je, je… Siempre ha habido montones de voces peculiares. ¿Qué me dices de Ray Peterson y su «Tell Laura I Love Her»? Eso sí que es una voz rara. Roy Orbison tiene una voz rara; preciosa, pero rara, con ese sonido aterciopelado, como de ópera.

       Me gustó la voz de Bob en cuanto la oí por primera vez. Pensé: «Anda, también hay un tío que suena diferente haciendo este rollo; me encanta este tío. Ahora ya sé que yo también puedo componer canciones».

      Desde la separación familiar, Scott había pasado a un segundo plano en la vida de Neil y, básicamente, el contacto se limitaba a las airadas discusiones telefónicas con Rassy reclamándole más dinero. «Rassy era una persona de trato difícil», comentaba Astrid, la segunda esposa de Scott, que recuerda que una operadora acabó cortando una llamada por ser tan mal hablada. Astrid también recuerda la frustración que sentía Scott por la falta de información acerca de los estudios de su hijo: «En numerosas ocasiones pidió que le mantuviera informado y no obtuvo respuesta».

      Tanto Pam Smith como Jack Harper recuerdan lo nervioso que se ponía Neil por lo poco que veía a su padre. «Parecía angustiarle tanto», comentaba Harper. «Recuerdo decirle: “Oye, ¿quieres que vaya contigo?” Me dijo que no, que iba a encargarse de ello él solo.» Fue durante una de aquellas visitas, en mayo de 1961, cuando Neil le habló a su padre por primera vez de su interés por la música y le dio una tarjeta de los Esquires, la banda de la que no tardarían en echarle. Scott reconoce que en aquel momento no encajó nada bien aquella pasión de Neil por la música. «No acababa de entenderlo; yo no estaba ahí con él todo el tiempo, no había estado presente para poder ver y oír», escribe Scott.

      Según Rassy, esa libertad para poder dedicarse a la música habría sido inconcebible de haber estado Scott al mando. «A Neil nunca se le habría permitido ensayar tantas horas si no hubiéramos estado separados. Cielos, ni pensarlo; demasiado ruido.» Bob coincidía con ella: «Creo que para Neil resultó muy positivo tener a alguien que no le echara la bronca continuamente por lo mal que iba en los estudios. Muchas veces, esos padres empeñados en apostar por lo seguro acaban por cargarse toda la chispa creativa».

      Quienes visitaron el hogar de Scott y Astrid del 280 de Inglewood Drive recuerdan un ambiente conservador hasta resultar sofocante, y muchos lo atribuyen a la esposa de Scott. «Astrid no tenía sentido del humor alguno», comentaba June Callwood. «Era muy islandesa, siempre vestía de blanco y negro exclusivamente, dándonos a entender a todos que los colores eran una vulgaridad. Ninguno conseguimos caerle bien, y Scott se lo tomó como una muestra de antipatía por nuestra parte.» Una vez más, Scott se puso del lado de su pareja, decía Callwood, igual «que había hecho con Rassy».29

      El tema de la música salió durante una visita de una semana a la casa de Scott en el verano de 1962, en un momento en que las notas que sacaba Neil en Winnipeg iban de mal en peor. «Casi parecía que Neil solo seguía yendo a clase para poder continuar beneficiándose de aquel arreglo económico», afirmaba Astrid, en referencia a los cien dólares mensuales que Rassy recibía mientras Neil fuera a la escuela. «Neil dijo: “Soy incapaz de concentrarme en el colegio… Estoy tan enfrascado en la música que se me va la cabeza”», recuerda Scott, que le sugirió a su hijo dejar el colegio y apuntarse a clases en el conservatorio. Pero, según Astrid, a Neil no le interesó la oferta, y recuerda que «dijo: “No, si tengo que lanzarme, ahora es el momento de hacerlo; no hay tiempo que perder”».

      Si bien la idea de meter a ese roquero tan poco comunicativo en una escuela de música parece bien intencionada pero equivocada, lo cierto es que la propuesta fue objeto de escarnio en Winnipeg. «“¿Crees que a Neil le gustaría estudiar en un conservatorio de Toronto que cuesta cien pavos al mes?” Seguro que aquello habría sido la mar de interesante», comentaba Rassy. «Scott vive en una nube.»

      Scott era, sin lugar a dudas, el más conservador de los dos y hacía hincapié en la importancia de acabar los estudios y contar con una carrera como base. «Mi padre tenía la manía de vincular cualquier cosa que hiciera a los resultados académicos de la persona con quien estuviera tratando», explicaba Bob. «Y a mi madre le daba por analizar el sistema escolar y decir: “Estos paletos no tienen ni idea de lo que hacen”. No es que se limitara a decirlo sin más, es que si la provocaban era capaz de ir y soltárselo a ellos a la cara.»

      Este choque de principios alcanzó su apogeo por culpa de un amplificador. A principios de mayo de 1964, Scott recibió una carta de su hijo en la que le pedía un préstamo de seiscientos dólares para comprarse un ampli. «Voy mejor en los estudios y por fin estoy empezando a centrarme», le escribía Neil, sin tener ni idea de que Scott ya se había puesto en contacto con el colegio y preguntado por sus notas: cuatro suspensos, lo que significaba uno más que en Navidad. El 9 de mayo, Scott le respondió por escrito, de manera categórica, reprendiendo a Neil por su falta de honestidad y ofreciéndose a cofinanciar el préstamo para el amplificador si sus notas mejoraban en junio:

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