Название: Shakey
Автор: Jimmy McDonough
Издательство: Bookwire
Жанр: Изобразительное искусство, фотография
isbn: 9788418282195
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La única mujer que ocupaba un lugar preponderante en la vida de Neil Young —Rassy— no se mostraba muy predispuesta a hablar del tema. «Neil no tenía novia de ninguna clase», espetó lacónica. «Estaba demasiado ocupado con la música.»
Yo vivía en otra dimensión, en una dimensión musical. Las vidas de los demás giraban en torno a las chicas, los bailes y el deporte. La mía, en torno a la música. Cuando iba al baile de alguna escuela, era porque tenía un bolo y esa noche me iba a sacar siete pavos y medio, joder, o la banda se iba a sacar veinticinco pavos. A eso iba yo a los bailes: a tocar, así que toda la parte del alterne me la perdí.
Al acabar de tocar, ¡esa era una de las primeras cosas en las que te centrabas! Pero no teníamos toda la noche para ir tirando la caña como los demás que estaban allí a la que caía. Fue curiosa, mi manera de madurar: pasé de no tener ni idea de chicas y de no saber muy bien cómo relacionarme con ellas a tenerlas a todas tirándoseme encima al empezar a hacerme famoso. No sabía qué pensar de todo aquello, pero así es la vida.
—¿Te resultaba fácil el trato con las mujeres?
—No, para nada. No sé por qué, pero está claro que no me resultó nada fácil. Tenía algo que ver con mi madre.
—¿Cómo llevaba Rassy el tema de las novias?
—No es que me apoyara mucho en ese aspecto de mi vida, que digamos… No sé. No recuerdo que me diera ningún tipo de consejo importante al respecto.
—Rassy tenía mucho carácter.
—Era muy dominante; como todas las mujeres que he conocido en mi vida, de Pam en adelante. Me gusta que sean así. Y la gente que tiene un carácter tan fuerte, creo —sobre todo cuando eres tan joven—, creo que actúa sin darse cuenta del daño que hace; sin darse cuenta de lo que hay. Yo no tenía ningún punto de referencia por el que guiarme para saber cómo se suponía que tenía que actuar un tío, lo que tenías que tragarte y lo que no… Todavía sigo en fase de aprendizaje.
Las chicas sentían que pasaba de ellas cuando me acompañaban a los conciertos; se crea como una especie de vacío, es como si dejara de existir, en plan: ¿Dónde cojones ha ido Neil? Y eso es algo muy angustioso.
—«I Wonder», un tema de los Squires, habla de cómo tu chica acaba yéndose con otro. ¿Estaba inspirado en un hecho real? Pam recuerda que una vez fuiste a verla y estaba con otro chico.
—Puede que tuviera algo que ver con Pam.
—La traición actúa como un extraño telón de fondo en algunas de tus canciones.
—Ya, es verdad… No creo que tenga que ver con Pam, aunque puede que fuera un tema soterrado. Ahí todavía queda algo por resolver, porque cada vez que hablo de ello me asaltan todo tipo de sentimientos.
—¿Haces eso por principio: borrar de tu mente cualquier episodio desagradable?
—No se trata de ningún principio. Creo que así es como actúa mi cabeza en el plano subliminal; me quedo con las cosas buenas y punto. Puede que en mi subconsciente hayan quedado grabadas todas esas cosas en las que no quiero pensar, que ni siquiera recuerdo, porque las he tenido encerradas a cal y canto dentro de mi propia cabeza. Y puede que sea eso lo que alimente ese tipo de sentimiento particular que brota de mi música.
—Pam recuerda que os volvisteis a ver en la heladería Dairy Queen, donde tú le profesaste tu amor y ella te respondió: «Tú me quieres a mí; y yo quiero un helado».
—Sí, seguro que aquello me estuvo rondando por la cabeza durante un par de semanas.
—Eso es lo que pensó Pam.
—Je, je. No se me ocurre nada que pasara con Pam que no fuera bueno. Por ejemplo, ya sé que debimos de cortar en algún momento, pero no lo recuerdo. Prefiero recordar cómo me sentía en aquella época sin intentar especificar demasiado, porque parece que cuanto más lo haces, más se apaga el sentimiento…
Pam es un encanto de chica; una buena persona. Lo pasábamos muy bien juntos. Era desenfadada, era divertido hablar con ella, estar con ella; y además, era guapa.
Nunca se volvió contra mí, je, je. Eso es lo que más me gusta de ella, porque recuerdo que siempre tenía palabras de apoyo para mí.
Yo soy demasiado cabezón y ponía a Pam de los nervios. Lo único que recuerdo ahora es que sé que me quería tanto como yo a ella. Puede que no fuera capaz de decirlo, pero lo sé.
«Estaba jugando al tenis y viene Neil y me dice: “Acabo de escuchar a unos tíos que llevan unos flequillos larguísimos que les tapan toda la frente; se llaman los Beatles”», recuerda Allen Bates. «Estaba flipadísimo.»
La Invasión británica arrasó Winnipeg a principios de 1964 y, como era habitual, los primeros en apuntarse a la nueva moda fueron los Reflections, que empezaron a incluir temas de los Beatles en su repertorio, y de paso hicieron que los Squires se engancharan al nuevo sonido. El ídolo de Young, Randy Bachman, llegó incluso a cambiar su adorada Gretsch por el instrumento preferido de los pelo-casco: una Rickenbacker. La Beatlemanía introduciría otro cambio radical además del peinado de orinal y los botines, porque la música instrumental de los Squires ya no bastaba para hacerse un nombre en la escena musical de Winnipeg; ahora era indispensable tener un cantante. En la era de Paul McCartney, Cliff Richard y Roy Orbison, los agudos gorgoritos de Young sin duda alguna destacaban. Según recuerda Ken Smythe, los primeros pinitos que hizo Neil como vocalista durante los ensayos en el sótano de su casa no cautivaron al personal precisamente. «Mi madre era profesora de música y pensaba que no lo hacíamos nada mal, allá abajo en el sótano… Hasta que Neil empezó a cantar.»
«Neil no estaba seguro de valer para cantar», afirmaba Koblun. «Creo que fue el aspecto económico lo que le hizo decidirse, porque si pillábamos a un cantante, tocábamos a menos pasta por cabeza.» El primer recuerdo que tiene Neil de cantar en público es en la cafetería del Instituto Kelvin versionando a los Beatles. Algo más adelante, durante la siguiente sesión de grabación de los Squires en la emisora CKRC el 2 de abril de 1964, la banda grabó un puñado de temas originales de Young, entre ellos uno titulado «I Wonder», que incluía voz.
Al acabar la sesión, el ingeniero de sonido Harry Taylor le dijo a Young sin rodeos: «Chaval, eres un buen guitarra, pero nunca llegarás a nada como cantante».
Harry, quiero que sepas, ¡que tienes toda la razón! Pero lamentablemente, por motivos económicos, voy a tener que cantar. Aquello fue un factor determinante. Teniendo en cuenta que nos sacábamos veinte dólares por noche a repartir entre cuatro, si metíamos a otro tío más, nos costaba un pavo a cada uno. Pensé, venga, voy a probar a ver qué pasa. No es que me muriera de ganas por ser el cantante y pensara: «Cómo mola, tengo unas ganas locas de salir ahí fuera a cantar».
—¿Qué reacción provocó tu manera de cantar?