Название: Shakey
Автор: Jimmy McDonough
Издательство: Bookwire
Жанр: Изобразительное искусство, фотография
isbn: 9788418282195
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Tras regresar brevemente a Winnipeg para hacerse con los carnés del sindicato, que necesitaban urgentemente, la banda volvió a Fort William para otras dos semanas de conciertos en el Flamingo, que comenzaron el 2 de noviembre. Lejos de su hogar, a punto de cumplir diecinueve años, enclaustrado en el Hotel Victoria, Young escribiría «Sugar Mountain», una oda a la inocencia perdida que se convertiría en parte imprescindible de su repertorio acústico en solitario. Young y los Squires también empezaron a tocar a cambio de comer gratis en las sesiones de folk de sobremesa que se celebraban en la sucursal local del Fourth Dimension.
Regentado por el empresario Gordie «Dinty» Crompton, el 4-D era un antro mucho más molón que el Flamingo. Según recuerda Ray Dee, era un «club nocturno reconvertido en café, el primero y el único que hubo en Thunder Bay. Crompton lo compró por cuatro duros, cogió un bote de pintura y lo pintó todo de negro: las paredes, el techo, todo». Había un escenario minúsculo y, según Dee, «un montón de gente sentada por todas partes tomando café y fumando la última remesa de marihuana que acababa de llegar a Canadá».
Fue en el 4-D de Fort William donde, al interpretar «Farmer John», un temazo de rock garajero, Young se dejó llevar por la guitarra por vez primera. «No es que fuera una gran canción, pero nos quedó bastante decente», comentaba Edmunsen. «Seguimos dándole durante diez minutos, porque el público no quería que se acabara nunca.» Por primera vez, Neil se fundió con su guitarra de una manera que resultó trascendental. «Se nos fue la olla, a Kenny, a Bill y a mí», le contó Young a John Einarson. «Ahí fue cuando empecé a darme cuenta de que tenía la habilidad de perder la cabeza al tocar, más allá de limitarme a tocar la canción sin más y a ir de guay.»
Creo que la primera vez que conecté realmente con el público fue en Fort William… Hasta entonces, a veces metíamos caña, pero comenzó a suceder más a menudo cuando me fui de Winnipeg. Empezamos a volver loco al público de verdad. Lo que pasa es que al ser unos desconocidos, al venir de fuera, la gente tiene una mayor apertura de miras; se fija en ti, no va con ideas preconcebidas. Prácticamente tienes carta blanca para hacer lo que te dé la gana; mientras que si todo el mundo sabe quién eres cuando sales a escena, eso te limita de algún modo, porque la peña ya va con unas expectativas y con ideas preconcebidas. Ya tienen una opinión formada.
—Edmunsen comentaba que Fort William era una pasada: «Podemos beber, podemos follar».
—A Bill le molaba especialmente el tema de follar.
—¿Era distinto al resto de los Squires?
—Vaya que sí, porque él estaba muy obsesionado con lo de follar; a los demás aquello todavía no nos había llamado la atención… Fue allí cuando empezó a hacerlo, cuando nos marchamos de nuestra ciudad.
En Fort William había varios grupos, como Donny and the Bonnviles, que eran bastante buenos, pero nosotros éramos la novedad y estábamos muy de moda. Chick Roberts, de los Cryin’ Shames, me dijo un día: «Esa es una de las mejores canciones que he oído en mi vida». Eso ocurrió justo cuando acababa de componer «Sugar Mountain». Era la primera vez que alguien me decía algo así.
La primera vez que realmente se me fue la olla con la guitarra, desbarré muchísimo. Estábamos tocando «Farmer John» y no sé qué pasó, pero se me fue la pelota por completo, me dejé llevar totalmente. Y luego, al bajar del escenario, la peña me miraba de manera distinta. Je, je. Había otro tío que tocaba la guitarra de putísima madre. Estaba en la Rubber Band y era buenísimo con la Telecaster, muchísimo mejor guitarrista que yo. Me miró atónito y me dijo: «¡No tenía ni idea de que fueras capaz de tocar así! ¿De dónde ha salido eso? ¿Cómo lo has hecho?». Y yo le solté: «Pues, no sé, simplemente me he dejado llevar y ya está». Aquello causó sensación.
Probablemente era bastante cañero para un chaval de dieciocho o diecinueve años. Estaba empezando a conocerme a mí mismo.
La acción se sitúa en el 409 de Victoria Avenue, el 23 de noviembre de 1964, en un antiguo cine, reconvertido en los estudios de la CJLX, en la parte trasera del segundo piso, con Ray Dee a los controles. La canción se titulaba «I’ll Love You Forever», una balada dedicada, según reconocería Neil, a su ex de Winnipeg, Pam Smith (Dee grabaría también una magnífica versión de «I Wonder», aderezada con unos ligeros toques country de la Gretsch de Neil). Era un estudio diminuto con un equipo rudimentario: una mesa McCurdy, dos pletinas Ampex, un ampli Bogen a modo de mezclador y un micrófono a válvulas Telefunken excepcional. Dee dejó a Koblun apartado en el pasillo con su bajo y metió a Neil y a su guitarra en otra sala. Edmunsen, el batería, se quedó en la cabina de noticias.
Ray Dee, productor de «I’ll Love You Forever», el tema que los Squires grabaron en 1964. «Ray estuvo ahí preocupándose por mí desde el principio», comentaba Young, que se refería a Dee como «el primer Briggs». © James Vapor
A diferencia de las dos sesiones de grabación anteriores de los Squires, esta vez se grabó al grupo tocando y cantando a la vez. Dee: «Lo que intentamos hacer fue dar con un sonido que fuera lo más parecido posible a la realidad. Una sesión en directo, luego las mezclas y que sea lo que Dios quiera».
Por desgracia, Dios no ayudó lo suficiente. Dee consideraba que la voz de Neil necesitaba más garra. «Si no se lo dije mil veces, no se lo dije ninguna: Neil no afinaba ni a tiros. Le miré y le dije: “Neil, esto está saliendo desafinado y mierdoso. Lo que tenemos que hacer, hijo mío, es grabarte dos pistas de voz”. Y él dijo: “¿Dos pistas?”. Neil no quería cantar, estaba muerto de miedo.» Pero Dee lo convenció para que grabara una segunda voz encima.
El otro problema era un par de pifias en los redobles de batería. «Vale, resulta que había una cagada que cantaba muchísimo; no hacía falta ser ninguna lumbrera para saber que había que tapar aquello como fuera», comentaba Dee, que pilló un disco de efectos especiales y grabó encima unas olas rompiendo y unos truenos para ocultar el error. «Hice sonar el puñetero trueno aquel y a Neil se le pusieron los ojos como platos.» Yendo de una grabadora a otra, Dee hizo los overdubs en un par de tomas, aprovechando para añadir de paso algún delicado toque de la Gretsch de Neil.
Al escuchar hoy la canción, solo se puede llegar a una conclusión: Neil Young tenía clarísimo su rollo desde el principio. Las letras minimalistas, pero a la vez muy gráficas; la emoción; la calidad etérea de la música; todos esos elementos ya están presentes en «I’ll Love You Forever» y Ray Dee fue el primero en plasmarlos. Young tardaría años en volver a conseguir esa atmósfera.
«I’ll Love You Forever»; ese tema tenía algo especial. Fue el primero, una rayada considerable.
Ray Dee: gran productor. Los discos que grabamos, cómo disfrutamos grabándolos. Tenía fe en nosotros. Según recuerdo, bajó las luces del estudio y empezó a hacer cosas raras. Con Ray fluía la creatividad a saco, debido al sentimiento y al ambiente que se creó. Ray fue el responsable de esto último; había un ambiente especial.
Después de aquello, grabamos en otros lugares, pero no conseguimos dar con ese rollo. Como lo que grabamos en el sótano de East Kildonan —«(I’m a Man and) I Can’t Cry» y «I Wonder»—; no suenan ni parecido a lo que grabamos con Ray Dee.
Billy Edmunsen era un gran tipo. Era mi amigo en el colegio y estaba hecho de muy buena pasta. Ray no podía con él —vale, no era ningún portento como batería—, pero me caía bien; y lo sigue СКАЧАТЬ