Shakey. Jimmy McDonough
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Читать онлайн книгу Shakey - Jimmy McDonough страница 26

Название: Shakey

Автор: Jimmy McDonough

Издательство: Bookwire

Жанр: Изобразительное искусство, фотография

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isbn: 9788418282195

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      Rassy Young [abajo] formó parte del jurado en el concurso Twenty Questions cuando Neil y ella vivían en Winnipeg. «Rassy era bastante graciosa en televisión», comentaba Neil. «Papá también estaba metido en un concurso, y yo soy el que rompe la puta cadena. Se acabaron los concursos. Por algún sitio hay que cortar.» © Western Canada Pictorial Index. Cortesía de John Einarson.

      La primera dirección de Rassy y Neil en Winnipeg fue el número 5 de Gray Apartments, en el barrio obrero de Fort Rouge. Pearl, la madre de Rassy, había elegido el lugar por ella. Su hermana Toots y su marido, Neil, también vivían cerca y ayudaron a Rassy hasta que ni siquiera ellos pudieron seguir soportando a aquella persona amargada en la que se había convertido después del divorcio. «Se dedicó a fastidiar a todas sus antiguas amistades, una tras otra, hasta quedarse casi sin amigos», explicaba Toots. «Rassy no paraba de entrometerse en todo.»

      Rassy consiguió redondear su pensión al estrenarse como jurado, por increíble que parezca, en un concurso de una televisión local. Presentado por Stewart MacPherson, un inglés bastante irascible, el concurso Twenty Questions de la CJAY contaba como jurado con: Nola Halter, Rassy y un tipo llamado Bill Trebilcoe, que sería el último romance de Rassy. El objetivo del programa era adivinar, en solo veinte preguntas, quién o qué era el invitado misterioso, y Rassy se sacaba la friolera de setenta dólares a la semana.

      Es una pena que no existan copias de las grabaciones del programa, como parece ser el caso, ya que dicen que Rassy era de lo más dicharachera como jurado. «Creo que a Stew le fascinaba lo retorcida que era Rassy», comentaba Halter. «Hacía unas preguntas de lo más peregrino, ¡Señor! Y los demás solo queríamos que se nos tragara la tierra.»

      Rassy y Neil formaban una pareja muy peculiar. «Era como estar con un par de marcianos», recuerda Allen Bates, futuro compañero de grupo de Neil. «¡Menuda mujer era Rassy!, parecía salida de otro planeta, con aquellos ojos negros, iguales que los de Neil; aquellos ojos te atravesaban y ya te podías olvidar de intentar ocultarle algo.»

      «Neil era un cielo de niño, era encantador con su madre», afirmaba Halter. «Siempre la escuchaba.» Del mismo modo, según Snooky: «No hubo momento en que Rassy no estuviera convencida de que Neil era el centro del universo».

      A pesar de que el tema suscitó alguna que otra discusión, Rassy fue la primera en darse cuenta de que la obsesión de Neil por la música iba en serio, y en apoyarle. «Pensé que alguien que ensayaba tanto como Neil —a razón de entre seis y ocho horas de un tirón— no se andaba con tonterías. Neil estaba tan decidido que sabías que aquello sería solo cuestión de tiempo, y tampoco de mucho. Aquella guitarra era como una prolongación de su brazo y nunca la soltaba más de cinco minutos.»

      Cuando estudiaba en la escuela Earl Grey, Young se apuntó a clases de guitarra con un tal Jack Riddell, pero no pasó de dos. Neil se dedicaba prácticamente a tocar él solo en su habitación, y salía exclusivamente para hacerle la puñeta a su madre. «Hacía cosas a propósito para ponerme de los nervios, como tocar “Ghost Riders in the Sky” divinamente y justo al final desafinar, adrede.» Neil se quedó en casa un día sin ir al colegio, fingiendo estar enfermo, y dijo encontrarse bien justo a tiempo para el ensayo del grupo. Al darse cuenta de que le había tomado el pelo, Rassy no le dejó ir. «Neil se fue refunfuñando a su habitación y media hora después salió a cantarme una canción —de unos cuatro millones de estrofas—: “My Mother Is a Fink23”. Casi me muero de la risa. Jamás volvió a fingir ponerse enfermo.»

      El sonido melancólico que emanaba de la música de Neil le llegó a su madre al alma. «Creo que su música siempre ha tenido un cierto deje triste y desolado», le diría Rassy a su hijo Bob. «A veces me preguntaba por qué se le iluminaba la cara como de alegría al tocar algo tan triste que se me saltaban las lágrimas.»

      A Neil no se le ocurre ninguna razón en particular que le empujara a dedicarse a la música, a pesar de que casi todos los músicos entrevistados citan la misma fuente de inspiración: «Quien te diga que no se metió en el mundillo del rock and roll para echar un polvo», comentaba Graham Nash, «miente».

       Ni idea de por qué me metí en el rock and roll, pero no creo que fuera para echar un polvo, porque me da que aún pasaron la hostia de años hasta que llegué a echar un polvo; creo que estaba en Fort William cuando por fin ocurrió, con una india pequeñita muy mona y un disc-jockey. La primera vez tampoco fue para tanto… Al menos no pillé nada malo, que ya es algo.

       Una Harmony Monterey. Creo que me la compré en una tiendecita de música de Winnipeg que tenía equipos Fender y alguna antigualla… Aunque también puede que la sacara de una casa de empeños. Treinta pavos. Di dos lecciones de guitarra… El Sr. Riddell me enseñó todo lo que sé en aquellas dos lecciones. Tocaba bastante en mi habitación de Grosvenor Avenue; allí compuse «No».

       —¿Fue «No» una primera canción importante?

       —Podría ser, aunque no es una manera muy positiva de empezar a componer, que digamos. «¡NO!» era el estribillo: «¡NO, NO, NO!». A lo mejor la actitud negativa me viene de ahí, je, je. Esa canción fue fundamental; necesitaba un contrapunto para todas las cosas positivas que veía a mi alrededor.

       Me lo curraba todo yo solo. A veces, me aprendía los discos escuchándolos —como los de los Shadows—; intentaba aprendérmelos, sacar los putos acordes y averiguar cómo tocaban; pero casi todo lo aprendí observando a Randy Bachman, que sabía más que yo de música, así que él se lo aprendía, y luego me lo aprendía yo fijándome en él.

      Intenté hacer un reverb con el tubo de una manguera que no acabó de funcionar. Colocas un micrófono al final del tubo y lo vas enrollando, unos quince metros de manguera. Al otro lado tienes un pequeño altavoz al que pones una especie de embudo; el sonido pasa por la manguera a través del embudo, sale por el otro lado al micrófono y vuelve al puto ampli… Nunca conseguí que funcionara, pero había visto un diagrama del rollo «Cómo Crear Tu Propio Reverb»… Lo quiero volver a intentar algún día y hacer que funcione, pero la próxima vez creo que utilizaré un tubo galvanizado o algo así para conseguir un sonido un poco más metálico.

      Altísimo, con gafas, pelo ralo y semblante inescrutable, Ken Koblun salió afuera a fumarse un pitillo después de la entrevista, lo que dio pie a una conversación tonta acerca del tabaco, así que le pregunté cómo empezó a fumar. «Neil», contestó anodino. «Me dijo: “Los hombres de verdad se tragan el humo”.»

      Ken Koblun, uno de los primeros del centenar de bichos raros que acabaría rodeando a Young, sería en los años siguientes el principal acompañante de Neil en sus andanzas musicales. Koblun estaba igual de obsesionado por la música y anotaba de manera meticulosa cada bolo y cada dólar ganado en un diario que Neil bautizó «El Evangelio Según Ken». Ken dejó de tocar la guitarra cuando Neil le pidió que se pasara al bajo; cuando Neil abandonó la escuela, Ken abandonó la escuela y acompañó a Neil a Thunder Bay, a Toronto, e incluso a Nueva York. Según Scott Young: «Creo que Neil delegaba en Ken Koblun cosas que no podía manejar».

      «Era una relación rara», comentaba su compañero de grupo Allen Bates. «Casi de codependencia. No sé cómo Ken podía vivir sin Neil; le encendía los cigarros y todo, era como su mano derecha, pero uno se preguntaba quién cuidaba de quién.»

      Rassy se iba con sus compinches al Winnipeg Canoe Club y apenas se le veía el pelo por el apartamento de Grosvenor Avenue; a menudo Neil estaba solo: «Ahí tenías al pobre chaval en aquel apartamento», comentaba Bates. Koblun iba a verlo por las tardes. «Me invitaba a cenar», decía Koblun. «Una gran rebanada de pan, mantequilla de cacahuete y miel. Hablábamos de música, poníamos discos СКАЧАТЬ