Pego el grito en cualquier parte. Christian Spencer Espinosa
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СКАЧАТЬ como un espacio físico amplio (para lograr una posición circular o semicircular), la presencia de cantores experimentados (para cantar largo rato y conducir la rueda) y una audiencia activa (cuando hay escenario) (lo que la música permite hacer). Debido a la especificidad de estos requisitos, los lugares para cantar y las personas que participan son usualmente los mismos, con lo que se crea “sentido de pertenencia” de la escena a ciertos espacios, además de lazos humanos.14 En muchos de estos espacios suelen realizarse otras actividades como charlas, talleres, comidas o reuniones sobre cueca que reivindican la tradición que ella implica. Estas actividades son precisamente “prácticas sociales y culturales más amplias” que trascienden el escenario y demuestran que la música es capaz de crear vínculos con el tejido urbano desarrollando “topografías íntimamente ligadas a las personas”, usando la expresión de Simone Luci Pereira (2005: 214).

      La performance de la cueca, sea rueda o no, se produce en el contexto de una escena musical. La escena es una relación de personas y grupos que está localizada en lugares destinados a la “producción, performance y recepción de prácticas musicales” vinculadas a la tradición que “interactúan y se diferencian entre sí en un contexto urbano” (Bennett y Peterson 2004: 3, Straw 1991: 373). Como señalé al inicio, en la escena confluyen los músicos que hacen cueca, las audiencias que asisten a los lugares de baile, los gestores culturales, los productores o managers (usualmente pocos), los encargados de sellos independientes o páginas webs, y los dueños o administradores de los lugares de baile (restaurantes, bares, centros culturales, clubes sociales y/o clubes deportivos). Todos ellos conforman una amplia red que opera dentro y fuera del escenario, de día y de noche, con un triple objetivo: ver, bailar, cantar o tocar cueca urbana, comunicar ideas y emociones sobre dicha experiencia y alcanzar algún grado de reconocimiento artístico (Cohen 1999: 240). De esta manera, la cueca provee “formas de pertenencia social” novedosas (Silver, Nichols y Navarro 2010: 2295) y produce “nuevas formas de intermediación cultural, emprendimientos a pequeña escala y colaboración en redes sociales y profesionales que toman forma en la periferia de la industria discográfica” (Straw 2004: 418).

      Existe una larga tradición académica de investigación sobre la cueca en Chile. Esta tradición, que llamaré “estudios de cueca chilena”, está compuesta por textos que describen, analizan o interpretan la cueca chilena en cualquiera de sus variantes, haciendo exégesis sobre su historia y desarrollo desde el siglo xix hasta hoy. Hasta ahora, los enfoques utilizados por los autores y autoras son de tres tipos:

      a) Literario o narrativo: novelas y crónicas escritas en prosa periodística o literaria, además de artículos realizados desde la crítica literaria y musical.

      b) Pedagógico: trabajos divulgativos, didácticos o formativos destinados a difundir aspectos generales de la cueca como su origen, historia o coreografía.

      c) Científico social o humanista: estudios historiográficos, musicológicos o etnomusicológicos de orientación hermenéutica/interpretativista próxima a las ciencias sociales y las humanidades (incluyendo tesis académicas).

      Estos textos conforman un corpus de más de cien documentos que dan cuenta de la nutrida historia de producción intelectual de este género y la dificultad que exige su abordaje. En la actualidad estos enfoques siguen siendo alimentados por nuevos trabajos (académicos o no), por lo que puede decirse que los “estudios de cueca chilena” no están cerrados; por el contrario: están en constante reelaboración y se acrecientan cada año que pasa. Prueba de ello es que desde el momento en que terminé el primer borrador de este libro, en 2011, se han publicado más de diez libros sobre cueca, sin contar los artículos.

      El segundo grupo de textos, compuesto por escritos provenientes del campo de la educación y la pedagogía de la música, data de la segunda mitad del siglo xx. Se trata de manuales (algunos abreviados) para difundir los rudimentos básicos de la danza, en especial su coreografía. A medida que avanza el siglo van aumentando en cantidad para llegar a su punto más alto durante la dictadura. Su proliferación se debe, por un lado, a la importancia que adquiere el movimiento de proyección folclórica activo entre las décadas de 1940 y 1970, que luego continúa durante el período autoritario. Este movimiento busca educar en torno a la música campesina o folclórica con el fin de recuperar o “restaurar” músicas en peligro de extinción y de contribuir al imaginario nacional desde la ruralidad (Cfr. Fuentes 2009, Ramos 2012a). Como recuerda Torres (2005: 9), la proyección folclórica intentó unir lo popular con lo nacional “bajo la categoría de folclor”, pero desde la mirada del Estado. Por otro lado, esto se debió a que el 6 de noviembre de 1979 el Ministerio Secretaría General de Gobierno de la dictadura declaró la cueca “danza nacional”. Esta norma, conocida como “Decreto 23”, obligaba a practicar la cueca en el nivel escolar básico o primario nacional, para así promover el baile en las comunas (Rojas 2009: 54) y fomentar su enseñanza en las clases de Educación Física (Guzmán 2007: 40). Aunque no todos estos textos están escritos pensando en la enseñanza, la mayoría se focaliza en la coreografía y alienta una visión deportiva de la cueca.