Lunes por la tarde... 5. José Kentenich
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Название: Lunes por la tarde... 5

Автор: José Kentenich

Издательство: Bookwire

Жанр: Сделай Сам

Серия: Lunes por la tarde…

isbn: 9789567598588

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СКАЧАТЬ significa que pertenezco al Padre? Que estoy totalmente a su disposición. De modo que si él dice: por favor, señor Tal y Tal, señora Tal y Tal, te necesito mañana, digamos, en Polonia, o en Hungría, ¿qué tengo que decir yo? ¡Adsum! «Patris sum nunc!». No mañana o pasado mañana. Si el Padre del cielo dice «te necesito para eso», yo estoy dispuesto: ¡Adsum! ¡Patris sum nunc! Y aunque fuese sabe Dios qué tan difícil: ahora estoy aquí a disposición. No tengo nada más que decir que ¡Adsum! Haz conmigo lo que quieras. Pero ¿cómo llegamos a decir: sellamos la alianza con la Santísima Virgen? Porque el Padre del cielo desea que sellemos la misma alianza con ella. Él ha destinado a la Santísima Virgen para que nos eduque a ponernos totalmente a disposición suya. Por eso, la alianza de amor con la Santísima Virgen es un medio para que estemos completamente a disposición del Padre.

      En segundo lugar, es una garantía para que permanezcamos fieles a esa alianza. De eso tiene que ocuparse ella. Por eso, nuestro lema no reza solamente «Patris sum nunc et in perpetuum», sino también «Matris sum nunc et in perpetuum». ¿Comprenden la conexión intrínseca? Esta es la perfecta disponibilidad con la que estoy frente al Padre y a la Madre. Haz conmigo lo que quieras; estoy perfectamente a tu disposición. Cuando hicimos la consagración escribimos de alguna manera nuestro nombre al pie: El Padre y la Madre pueden hacer con nosotros lo que quieran. Por supuesto, por el otro lado, también se puede dar vuelta a la hoja. Es decir, el Padre y la Madre se han puesto a disposición nuestra. Ellos dirigen su mirada con especial amor hacia mí y tejen perfectamente los hilos de mi vida hacia arriba, hasta lo último. Por eso, perfecta disposición mutua: de mi parte, disposición para el Padre, y de parte del Padre y de la Madre, disposición para el hijo.

      ¿Qué significa, ahora, «vivat sanctuarium»? En nuestro santuario la Santísima Virgen quiere regalarnos esta perfecta doble disponibilidad. ¿Comprenden que si vivo en cada instante esta disponibilidad estoy preparado para decir sí cuando Dios el Señor diga: tienes que dejarte cortar la cabeza? Este es el único medio. Pero no solo debo aplicarlo yo: tiene que aplicarlo también el religioso, la religiosa.

      Por eso digo: ¿qué exige de mí el espíritu de mártires? Exige el espíritu del poder en blanco en el sentido de nuestra Familia. Pienso que con ello les he perfilado de nuevo brevemente lo que es la esencia del poder en blanco. Puedo decir: es el espíritu de la perfecta disponibilidad recíproca entre nosotros y el Padre del cielo y la Santísima Virgen. Por eso, ¡qué rico en contenido es nuestro lema! ¡Patris atque Matris sum nunc et in perpetuum, vivat sanctuarium! Ahora sólo tenemos que vivirlo en serio. Como ven, ahora podríamos permanecer largo tiempo en este punto. ¿Qué tenemos que hacer, día a día y noche a noche? Permítanme decirles: primero, escuchar; segundo, obedecer.

      ¿Qué significa escuchar? Esto es lo difícil para nosotros, hombres de hoy. Estamos tan acostumbrados al camino habitual que hemos seguido desde tiempos inmemoriales que, cuando viene el viento y sacude la casa, nos ponemos interiormente inquietos e inseguros, y después nos angustiamos frente a esa inseguridad. Allí la consigna es conservar la flexibilidad y estar siempre a la escucha: ¿Qué quiere Dios? ¿Qué quiere él ahora de mí? Patris atque Matris sum nunc et in perpetuum. ¡Nunc, nunc, nunc! En todas las situaciones: Patris atque Matris sum. No sé, ahora, si comprenden todo el alcance de estas pocas palabras. Todos lo notamos: la humanidad actual está nerviosa hasta la punta de los dedos; más aún: todos nosotros estamos nerviosos. Eso forma parte “del deber ser” de todo hombre moderno.

      Pero ¿de dónde viene ese nerviosismo? Por un lado, de que tenemos que absorber un sinnúmero de impresiones que no podemos procesar interiormente. Por eso es prudente que nos digamos: renunciamos a ciertas impresiones que vienen de fuera. Por eso, no estoy todo el día prendido a la radio y a la televisión. No participo en todo lo que la vida moderna ofrece. ¿Quién puede soportar, procesar interiormente todo eso? Sobre todo nuestros pobres niños, ¡qué nerviosos tendrán que estar! Les llega una impresión tras otra, y ninguno de los niños puede procesarlas.

      Una vez más: ¿de dónde proviene que estemos tan nerviosos? Permítanme exponerles dos expresiones que he utilizado a menudo en Alemania. Suenan raras. La primera dice: «seguridad del péndulo». ¿Pueden imaginarse un péndulo? Puedo jugar con él haciéndolo oscilar de un lado al otro. ¿Cuál es la otra seguridad? Hay una expresión jocosa: existe una cierta «seguridad de la caja» —la caja está apoyada abajo, en el suelo,— Dios, el Señor, quiere quitarnos a todos esta seguridad de caja y nos sacude y zarandea a través de las circunstancias. ¿Qué quiere regalarnos? La seguridad del péndulo. ¿Qué significa seguridad del péndulo? Exactamente lo que quiere el poder en blanco: que yo salte a la mano de Dios. Allí estoy seguro. Patris atque Matris sum. Haz conmigo lo que quieras.

      ¿Qué quiere Dios de nosotros, entonces? Debemos estar a la escucha de lo que él quiera en cada caso, de lo que él quiera en cada segundo de nosotros. ¿Cómo me lo da a entender? En parte por mociones interiores, en parte a través de otras circunstancias. Esto es santidad. Pero una santidad semejante implica siempre una enorme cantidad de inseguridades terrenas. ¿Y qué exigen las inseguridades terrenas? Que demos el salto hacia arriba, hacia la seguridad divina.

      Primero: junto a la seguridad hay un sinnúmero de inseguridades. ¿Quién estaba seguro del amor del padre? El hijo que permaneció en casa. Él se sentía seguro en el corazón del padre, cumplía la voluntad del padre y permaneció siempre junto al padre. Estaba disponible para el padre. ¿Y quién estaba inseguro, quién era el símbolo de la inseguridad? El hijo pródigo. Estando fuera, se sentía inseguro, tenía hambre y sed, no tenía suficiente dinero. Comía la comida de los cerdos. Con eso se daba por satisfecho. Este es el símbolo de la inseguridad. Del mismo modo, también hoy hay en la vida seguridad e inseguridad.

      Tienen que contemplar una vez más a los dos hijos. Entonces encontrarán, en segundo lugar, que en toda seguridad se esconde muchísima inseguridad. ¿Dónde está eso en la parábola? Pensemos en el hijo que permaneció en casa, que se sentía bien. Ahora regresa el hijo pródigo. ¿Y qué hace el padre? Da un banquete. ¿Qué hace matar? ¿Y qué ocasiona esto en el hijo que había permanecido en casa? Se siente postergado. ¿Qué significa eso? De pronto, inseguridad. Como ven, en toda seguridad se esconde, mientras estemos en la tierra, muchísima inseguridad.

      Ahora viene lo tercero, lo más importante. ¿Cuál es el sentido de la inseguridad, de la inseguridad terrena? Aquí tenemos que mirar de nuevo al hijo pródigo. Él estaba verdaderamente inseguro. Ahora regresa a casa y, en el corazón del padre, se siente seguro en una medida incrementada. Parece como si hubiese hecho sabe Dios qué cosas buenas, como si tuviese derecho a un amor muy especial de parte del padre. ¿Me permiten que repita las tres leyes? Esto tienen que reflexionarlo a menudo también para sus adentros, cuando estén en el trabajo.