Lunes por la tarde... 5. José Kentenich
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Название: Lunes por la tarde... 5

Автор: José Kentenich

Издательство: Bookwire

Жанр: Сделай Сам

Серия: Lunes por la tarde…

isbn: 9789567598588

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СКАЧАТЬ humanidad actual está nerviosa.

      Recibimos un sinnúmero de impresiones que no podemos procesar.

      Por eso es bueno renunciar conscientemente a ciertas impresiones.

      Dios quiere quitarnos la «seguridad de la caja» y regalarnos la «seguridad del péndulo»

      Él cuida de que suframos inseguridades terrenas a fin de que demos el salto hacia la seguridad divina.

      La parábola del hijo pródigo ilustra las leyes de la seguridad y de la inseguridad.

       Primera ley: junto a la seguridad hay mucha inseguridad.

       Segunda ley: en toda seguridad se esconde mucha inseguridad.

       Tercera ley: el sentido de la inseguridad terrena

      es la perfecta seguridad en Dios.

      Segundo: obedecer

      Si hemos reconocido la voluntad del Padre decimos: sí, Padre, sí, que se haga siempre tu voluntad.

      Nuestra piedad tiene formas diferentes de las de los religiosos, pero también hay semejanzas.

      La piedad original de los religiosos se determina por la pobreza, la castidad y la obediencia.

      Lo mismo exige Dios también de nosotros:

       Pobreza: Dios cuida de nuestra independencia interior de los bienes terrenos.

       Castidad: también nosotros tenemos que vivir el sentido de la castidad; Dios conduce.

       nuestro amor conyugal a través de las decepciones hacia el amor a Dios.

       Obediencia: también los matrimonios tenemos que practicar la obediencia.

      La fuerza para una vida semejante nos la regala la Santísima Virgen desde el santuario.

      El espíritu del poder en blanco halla una expresión en la oración: «Recibe, Señor…»

      Para que podamos vivir el poder en blanco a pesar de la carga del pecado original, tenemos que extender las manos hacia la inscriptio.

      Queremos superar la predisposición negativa frente al sufrimiento y pedirlo conscientemente.

      Esto exige el contacto constante con Dios a través de un «horario espiritual»

      Pienso que primeramente tendríamos que establecer de nuevo el gran contexto. Se trata, pues, una vez más, del schoenstattiano apocalíptico. Poco a poco podemos repetir ya la definición en sueños: es un schoenstattiano que supera un tiempo apocalíptico según las normas del Apocalipsis, en el espíritu del Apocalipsis. Por eso hemos hablado hasta ahora del Apocalipsis como la norma apocalíptica. Ustedes saben todo lo que juntos hemos tratado acerca de esta norma. Dijimos que el Apocalipsis es, primero, un libro oscuro; segundo, un libro de luz; tercero, un libro de terror, y cuarto, un libro de consuelo.

      Estamos todavía en el tercer punto: el Apocalipsis es un libro de terror. Hemos resaltado dos pensamientos. Primero: en él se relatan acontecimientos terribles y aterradores. Segundo —lo que es aún más importante para nosotros—: se plantean exigencias terriblemente elevadas. ¿Qué se exige, en última instancia? Nosotros hemos resumido todo lo que puede decirse al respecto en una palabra: espíritu de mártires. ¿Qué quiere decir eso?

      Hemos descompuesto los pensamientos en distintas partes. El Apocalipsis exige de nosotros primeramente que nos mantengamos preparados al martirio. Quien conoce el tiempo actual percibe que eso no está visto y dicho de forma ajena a la realidad. Se percibe que algo así puede sobrevenirnos verdaderamente. Ni siquiera es preciso que esperemos largo tiempo. Esto es también lo que nos mantiene interiormente siempre en movimiento. Aun cuando hacia fuera se actúe sabe Dios de qué manera, como si todo fuese seguro, interiormente se percibe que en el tiempo actual todo se tambalea. Allí responde el Apocalipsis: en un tiempo así el Dios viviente exige incluso la disposición al martirio, hasta el anhelo del martirio, pero siempre bajo la condición de que Dios lo haya previsto para mí. (El Apocalipsis exige) una preparación práctica en el día a día. Por tanto, no debemos decir: bueno, por de pronto ahora me lanzo a vivir a todo lo que dé. Si se da el caso, estoy dispuesto a dejar que me corten la cabeza. En última instancia, el Apocalipsis exige que hasta se supere el fuerte miedo interior a una muerte semejante. Verdaderamente, no se puede exigir más: se llega hasta el extremo. Como ven, en la práctica esto significa ser hombres perfectamente libres en su interior, que están en todo momento a disposición de Dios.

      Ahora bien, hemos comenzado a reflexionar: ¿qué exige de nosotros tal espíritu de mártires ahora, en la vida cotidiana habitual? En nuestro modo de hablar dijimos: vivir en serio el espíritu del poder en blanco y de la inscriptio. Ahora puedo aprovechar la ocasión para profundizar una vez más viejos pensamientos.

      Muy a menudo hemos hablado de una cierta diferencia entre la piedad de los religiosos y la de los laicos. ¿Cómo es la piedad de los religiosos y cómo la de los laicos? Tenemos que resguardarnos del peligro de afirmar: lo que se dice siempre acerca de la santidad es apropiado para religiosos, pero no para nosotros. Ellos tienen su modo de ser, y nosotros tenemos el nuestro —no solamente como laicos, sino también como laicos casados—. En efecto, nuestro ideal es: queremos llegar a ser esposos santos.

      ¿Pueden recordar las citas que les traje la última vez? Maritain había subrayado que la forma normal de vivir en el tiempo actual es, simplemente, la forma heroica. Por tanto, como laicos tenemos que ser heroicos, pero a nuestro modo. Y los religiosos tienen que ser heroicos a su modo. Por tanto, no deben decir ustedes: bueno, está bien, dos por dos son siempre cuatro. Yo sigo adelante por mi camino acostumbrado. Como era en el principio, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

      No: ser heroico significa algo totalmente distinto, significa abandonar la masa y ascender en soledad junto con el águila hacia el sol —y aun así ser auténticamente hombre, auténticamente estadounidense—. O sea, vivir en medio del pueblo, estar casado, pero después ascender hasta lo último y hasta lo más alto. ¿Cómo es este heroísmo para mí como laico, para mí como hombre casado, como mujer casada? Ya he hablado a menudo sobre esto: tomar en serio el poder en blanco. ¿Qué entendemos por poder en blanco? En nuestro lenguaje schoenstattiano es siempre un alto grado de alianza de amor recíproca entre nosotros y la Santísima Virgen. Yo sello la alianza de amor a la altura del poder en blanco. ¿Qué significa eso ahora? Pienso que no necesito decirles de nuevo cómo se extiende un cheque en blanco en la vida económica. Si coloco mi nombre sobre un trozo de papel en blanco, estoy a disposición de aquel que escribe algo por encima de mi nombre. Por ejemplo, si arriba dice «cinco millones» y abajo está mi nombre, tengo que darle cinco millones, los tenga o no. Y si él escribe que quiere poseer mi casa, tengo que darle mi casa.

      ¿Qué significa eso, entonces? Extender un poder en blanco, hacer la alianza de amor a la altura del poder en blanco, es decir: perfecta disponibilidad mutua. Por tanto, estoy perfectamente a disposición de la Santísima Virgen. Ella puede hacer conmigo lo que quiera, y todo eso con vistas al futuro. Yo estoy perfectamente a disposición de la Santísima Virgen, y ella está perfectamente a mi disposición.

      Ahora digo: sello con la Santísima Virgen la alianza de amor, pero, en última instancia, con el Padre del cielo. ¿Qué significa «con el Padre del cielo»? ¿Qué implica en este contexto el poder en blanco? Visto desde mí punto de vista, perfecta disponibilidad para el Padre y, visto desde el Padre, perfecta disponibilidad para el hijo. Es recíproco. Estoy perfectamente a disposición del Padre; él puede СКАЧАТЬ