Название: Lunes por la tarde... 5
Автор: José Kentenich
Издательство: Bookwire
Жанр: Сделай Сам
Серия: Lunes por la tarde…
isbn: 9789567598588
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Dice: Cuando se abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto viviente que decía: “¡Ven y mira!” Y vi un caballo amarillento; el jinete se llamaba Muerte, y el Abismo lo seguía. Se les dio potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, hambre, epidemias y con las fieras salvajes.
Esta es la imagen de los cuatro caballos y jinetes apocalípticos. Como ven, es nuestro tiempo. Todo esto ya lo hemos sufrido en Europa. También ustedes tendrán que sufrirlo, probablemente. Ahora viene lo que quiero decirles hoy. Solo he destacado lo expuesto para reconstruir el contexto. Ahora se abre el quinto sello. ¿Y qué ve el autor apocalíptico? No ve caballo ni jinete alguno, sino un altar, y bajo el altar las almas de los mártires. ¿Y qué gritan los mártires? Leamos rápidamente el texto.9
«Cuando se abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los degollados por causa de la Palabra de Dios y del testimonio que mantenían».10 Son los mártires. «Y gritaban con voz potente: “¿Hasta cuándo, Dueño santo y veraz, vas a estar sin hacer justicia y sin vengar nuestra sangre de los habitantes de la tierra?”».11
Permítanme una interrupción. Fíjense qué sano es, en sí, este modo de pensar. Los mártires dejaron que se les atormentara hasta la muerte por causa de Cristo, fueron presentados ante la opinión pública del mundo como los peores criminales y dijeron sí a eso. ¿Qué exigen ahora? Quisieran ser justificados ante la opinión pública mundial; tienen un santo sentimiento del honor, esperan una justificación e invocan para ello la santidad de Dios y la veracidad de Dios: se ha cometido injusticia contra nosotros. Señor, tú no puedes tolerarlo, hay que repararlo. ¿Qué respuesta reciben entonces? «A cada uno de ellos se le dio una túnica blanca, y se les dijo que tuvieran paciencia todavía un poco, hasta que se completase el número de sus compañeros y hermanos que iban a ser martirizados igual que ellos».12 ¿Comprenden qué significa esto? Dos cosas: primero, se les dio una vestidura blanca. ¿Qué ha de significar eso? Estad contentos, estáis salvados. Pero eso no basta aún. Es como si el Señor quisiera decirles: también tenéis que ser justificados, pero tenéis que esperar todavía un poco. ¿Por qué esperar? El número de los mártires no está aún completo. Vosotros, que leéis esto, permaneced dispuestos: mañana os costará el cuello a vosotros. ¿Qué significa esto? ¡Bonito mensaje! Por favor, tomen ahora su propio nombre. El Señor dice: Por favor, señor Tal y Tal, señora Tal y Tal, la historia no ha terminado todavía. Tú también tienes que ser colgado, también a ti tienen que cortarte el cuello.
¿Comprenden? Con razón digo, por eso: ¿qué exige el Apocalipsis? Espíritu de mártires. ¿Qué significa eso? Primero, la preparación. Preparaos, que todavía os tocará a vosotros. Segundo, anhelo del martirio. Tercero, la disposición a morir. Cuarto, la superación interior del rechazo natural, del miedo natural a una muerte de ese tipo. Como ven, no es ningún juego. Si reflexionamos ahora qué significa todo esto podemos acudir a la enseñanza de otros hombres [de la Iglesia]. Les citaré tres de ellos.
¿Qué dice, por ejemplo, Pío XI?13 Dice así: Vivimos en un tiempo en el que nadie tiene derecho a vivir mediocremente. Cada cual tiene que vivir heroicamente. Pero tienen que oír bien. No dice: esto vale solamente para aquellos que no se casan, o sea, para los sacerdotes, los religiosos. ¿Para quién vale? Todos sin excepción tienen que vivir y aspirar hoy heroicamente. Tienen que reflexionar qué significa esto. Tenemos que aplicar esta vara de medir a nuestra propia vida.
Seguramente habrán escuchado ya alguna vez el nombre de Jacques Maritain,14 un filósofo francés que ha dado mucho que hablar y que también ha dado clases aquí. Vive todavía. Él suele decir lo siguiente: la forma normal de vivir del cristiano de hoy es, simplemente, la forma heroica. Por tanto, no es algo especial, es simplemente evidente. En sí, es una gran bendición vivir en un tiempo semejante. Cuando se trata de un tiempo habitual, entonces uno se dice: ¿para qué todo esto? ¿Para qué he de hacer tanto esfuerzo? Si las cosas también van así. Puedo comer y beber, me va bien. Los demás van al cielo: entonces, también yo puedo ir al cielo. Pero, hoy, esta forma de vida no es posible.
Esta es también la gran exigencia que tanto nos cuesta entender a nosotros, los estadounidenses. Si alguna vez tuviésemos que renunciar —no sé a qué: por ejemplo, que se nos hiciera menos accesible el sustento—, ¿qué pasaría entonces? Como ven, aquí se dice: la forma normal de vivir en un tiempo semejante es la forma heroica. Ahora bien, ¿cómo es la forma heroica para nosotros? Esta es la pregunta que también nosotros tendríamos que responder alguna vez.
Quiero citarles una tercera frase. La pronunció un conocido escritor francés, se llama Bernanos.15 Dice así: El tiempo de los santos está siempre presente; en todo tiempo, los cristiano pueden llegar a ser santos. Pero en los tiempos extraordinarios, se hace obvio que el ideal sea la santidad. Como ven, ahora no puedo decir: yo me contento con llegar a ser un holgazán en el cielo; por último, sobornar todavía a san Pedro con tantos y tantos dólares. No, la consigna es ahora: ir bien adentro, al corazón de Dios.
Pero ahora viene la pregunta del todo práctica: ¿qué tenemos que hacer, en nuestras circunstancias, a fin de prepararnos para una muerte semejante, como mártires? En realidad, ahora tendría que preguntarles a ustedes para que fuesen ustedes quienes me diesen la respuesta. Creo que la respuesta, para empezar, es muy fácil: cada segundo tenemos que vivir en serio nuestro lema: «Patris atque Matris sum nunc et in perpetuum, vivat sanctuarium».16 ¡Cada segundo! ¿Ven? ¿A quién pertenezco? ¿Quién es el que tiene el destino del mundo en sus manos? Es siempre el Padre Dios. Y la tarea única de mi vida consiste en decir, cada segundo: ¡sí, Padre! ¡Sí, Madre! ¿Comprenden? Más no podemos hacer. Yo no puedo empezar a retorcerme a mí mismo el cuello. No: a lo sumo debo «retorcerme el cuello» moralmente, eso sí. Es decir: no cumplir mi propia voluntad. Quiero cumplir siempre la voluntad del Padre y de la Madre. Por eso, siempre: «Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo».17 ¿Qué significa esto? En la Familia tenemos para ello dos expresiones: vivimos a partir del poder en blanco18 y de la inscriptio.19
Esto podemos hacerlo cada segundo, en toda situación. ¿Qué significa poder en blanco? No necesito explicárselo de nuevo. Ustedes son todos genios de la economía; saben, por tanto, cómo se extiende un cheque en blanco. Como pertenezco al Padre del cielo y a la Santísima Virgen, he colocado de antemano mi nombre (en el cheque en blanco): puedes disponer sobre mí como quieras. Es decir, vivo en serio el padrenuestro. Cuán a menudo rezamos el padrenuestro —hágase tu voluntad, no mi voluntad—. ¡Qué sencillo y qué grande es! Como ven, entre nosotros los católicos es siempre así: decimos tantas cosas, y no sabemos lo que decimos.
Quiero señalarles y decirles de nuevo algunas cosas de la vida práctica, por ejemplo, de los santos. Tal vez conocen a Felipe Neri.20 Fue uno de los santos, un gran apóstol de la juventud. De él se conoce la expresión: pueden cortar leña sobre mi espalda, con tal de que no pequen. Neri solía decir: cuando más feliz estoy es siempre cuando no se cumple en mi vida mi voluntad, sino la voluntad de Dios. Él tenía siempre en su interior la búsqueda: querido Dios, ¿qué es lo que quieres decirme a través de las circunstancias? Esta actitud fundamental está expresada en el lema: «Patris atque Matris sum nunc» —en esta situación—. ¿En qué situación? En la situación del momento. Y si pertenezco al Padre y a la Madre, no hay nada más grande que yo tenga que hacer que cumplir su deseo y su voluntad.
Seguramente habrán oído hablar alguna vez de la reverenda Katharina Emmerick.21 Ella solía decir: lo primero que aprendí de mi madre son dos frases. La primera reza: no se haga mi voluntad, sino la tuya. Piedad sencilla, pero esto es santidad. Y la segunda frase que aprendí de mi madre cuando era una niña pequeña es: Padre, regálame СКАЧАТЬ