Название: Lunes por la tarde... 5
Автор: José Kentenich
Издательство: Bookwire
Жанр: Сделай Сам
Серия: Lunes por la tarde…
isbn: 9789567598588
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¿Que implica la expresión «amor misericordioso»? Nuestra miseria, nuestros límites. Vean: de un lado, el Dios misericordioso, y del otro lado, nosotros, miserables criaturas. Por eso es evidente: el Padre y la Madre saben que somos desvalidos, que somos limitados, que tenemos defectos, que somos desvalidos. Por tanto, somos objeto del amor misericordioso del Padre y de la Madre.
En realidad, nunca podremos grabarnos de forma suficientemente profunda la expresión «amor misericordioso». ¿Qué significa amor misericordioso? En el Dios eterno, infinito, encontramos todas las buenas cualidades en medida y grado infinitamente elevados. Es así como hablamos del Dios justo, del Dios omnipresente, del Dios omnipotente. Pero si abrimos la Sagrada Escritura, nos sale al encuentro una pequeña frase que nos abre un mundo. La pequeña frase reza: Super omnia haec misericordia eius.7
Por encima de todas las cualidades se encuentra el amor misericordioso: ese amor supera todo, todo lo demás. Por tanto: el amor misericordioso, no solo el amor. Dios sabe cuán débil soy. Dios sabe que soy limitado. Dios sabe que tengo el pecado original. Dios sabe que innumerables veces he pecado personalmente. ¿Y ahora? Su amor misericordioso me dice «sí». Esta es la gran imagen de la historia que tiene el apóstol san Pablo, la gran imagen de la historia que tiene la Santísima Virgen. Por sobre todo está el Dios misericordioso. El Dios misericordioso tiene en sus manos las riendas del acontecer universal.
El apóstol Pablo reflexiona en una ocasión en la Carta a los Romanos: ¿Por qué ha dejado Dios que todos los hombres se enredaran en el pecado original? Si tenemos el pecado original, todos somos criaturas pecaminosas. Por eso la pregunta: ¿por qué gobierna Dios a una humanidad tan pecadora? La respuesta, maravillosamente profunda, reza: Para poder apiadarse tanto más de ella.8 ¿Qué significa esto, a su vez? Por ser la humanidad tan pobre y pecadora, el Dios vivo puede derramar su misericordia en esa humanidad. Esta es la gran imagen de la historia que tiene el apóstol Pablo. El Padre Dios gobierna una humanidad pecadora por misericordia divina, no en primer lugar por justicia. La justicia también está presente, pero por sobre toda justicia actúa en la historia de la humanidad su misericordia.
Lo mismo encontramos si examinamos la imagen de la historia que tiene la Santísima Virgen. Solo es preciso que nos detengamos a considerar el Magníficat. En él escuchamos la frase: «Su misericordia llega a los que le temen de generación en generación».9 ¿Qué significa «su misericordia»? Una misericordiosa mano paternal gobierna el acontecer universal.
Pero ¿qué se exige como condición? «Los que le temen», es decir, los que reconocen y confiesan con humildad y confianza su miseria.
Cuando abrimos el Antiguo Testamento, nos detenemos con gusto en la alianza divina que Yahveh selló con Israel. Sabemos cuán frecuentemente Israel violó esta alianza divina. Fue en el desierto. Allí el pueblo había adorado el becerro de oro en lugar de entregarse a Dios, o sea, en la práctica, había violado la alianza.10 El jefe del pueblo, Moisés, oye lo que sucede. Se enciende de ira, toma las tablas de la ley, las tira, se hacen pedazos, se destruyen, y él invoca el castigo de Dios sobre su pueblo. Tres mil hombres tienen que morir. Esto es el Dios justo. Así castiga Dios la violación de la alianza. Pero el mayor castigo consiste en que Yahveh declara: No quiero vivir más en medio de mi pueblo. Entonces, Moisés va, pide y suplica a Yahveh que sea de nuevo bondadoso y misericordioso. Confiesa que el pueblo ha pecado, que ha pecado gravemente, y Yahveh declara de inmediato: Quiero mostrarme a mi pueblo en toda mi belleza. He tocado a mi pueblo, me he inclinado hacia mi pueblo y me apiado de quien quiero. ¿Qué oímos aquí?
¿Qué es la plena belleza de Dios? Dios se inclina hacia la criatura y se apiada de los miserables. Este es su título de honor. Y después agrega: Yo soy el que es fiel, el que es fiel a la alianza y el que es veraz. ¿Qué es, pues, lo que el Padre nos pone a disposición en virtud de la alianza de amor? Nosotros nos hemos puesto a su disposición y él se pone a nuestra disposición, pone a nuestra disposición su amor infinitamente misericordioso. Ese amor es el que él pone a mi disposición, por supuesto, bajo una condición: tengo que confesar y reconocer con sencillez y plena confianza mis debilidades y miserias.
Las antiguas leyendas relatan de un monje que tenía mucho contacto con su ángel custodio, y, como es fácilmente imaginable, una vez, el monje quiso saber, de su ángel custodio, a quién querría más el Padre celestial. Entonces el ángel le dijo: ¡Adivínalo tú mismo! Bien, dijo el monje, pienso que un niño en su floreciente inocencia sería aquel a quien más querría el Padre del cielo. No, le dijo el ángel custodio. Erraste el tiro. De nuevo el monje: Una niña que se deposa por entero con el Salvador para el Padre celestial. Otra vez, la respuesta fue: erraste el tiro. El monje: un mártir, que entrega su vida por el Salvador, por el Padre del cielo. Nuevamente la respuesta: erraste el tiro. Un apóstol, que recorre el mundo entero. Una vez más, la respuesta: erraste el tiro. El monje se encuentra, entonces, desvalido: ¿Quién ha de ser, realmente? El ángel le dice: Ven, que te mostraré algo —por supuesto, lo que les relato es solo una leyenda—. El ángel toma al monje y lo lleva a la cárcel. Un criminal está allí encerrado, llora sus pecados y tiene confianza en la sangre del Salvador. El ángel dice después: Estos son los hombres a quienes más quiere el Padre del cielo. Mi miseria, la miseria reconocida, confiadamente reconocida, es el mayor título que nos da derecho al amor misericordioso del Padre.
Este es el secreto de Schoenstatt, este es mi secreto. Piensen en la fundación, en el Acta de Fundación.11 ¿Con qué lugar se selló la alianza de amor? Ya lo saben: era un pequeño santuario, pero que había sido convertido en trastero. Verdaderamente, algo pequeño, insignificante. ¿Y quiénes fueron los primeros con los que la Santísima Virgen selló la alianza? Una pequeña comunidad, desconocida frente al vasto mundo. Fíjense que hasta el acta de fundación consigna este acontecimiento, este hecho. En ella oímos: «¡Cuántas veces en la historia del mundo ha sido lo pequeño e insignificante el origen de lo grande, de lo más grande!».12
Por eso Schoenstatt ha sostenido siempre: no ha sido nuestra virtud, sino nuestra miseria la que movió a la Santísima Virgen a sellar con nosotros la alianza de amor y a convertirla en alianza de amor con el Padre.
Como ven, por el reconocimiento de esa debilidad y miseria Schoenstatt ha atravesado todas las turbulencias de la época, de la Primera y de la Segunda Guerra Mundial. Si decimos que hemos sido honrados por poder sellar la alianza de amor con ella, con ella y con el Padre del cielo, no invocamos para ello nuestra virtud, sino nuestras debilidades, nuestra miseria. Es así: nuestra alianza de amor es un desposorio entre la misericordia de Dios y la miseria personal.
Ahora entendemos qué significa la alianza de amor en el sentido de la perfecta disponibilidad mutua. ¿Qué ponen el Padre y la Madre a nuestra disposición? Su amor misericordioso. Pero esto exige de nosotros entrega humilde, plenamente confiada en todas las situaciones de la vida. Y aunque hubiese pecado sabe Dios cuánto, aunque mi vida fuese una única cadena de pecados graves, el Padre del cielo no me abandona, la Santísima Virgen me sostiene en su mano. Tengo que permanecer humilde y tener confianza. Este es el sentido de nuestra alianza de amor. Así pues, queremos repetir juntos: Patris atque Matris sum nunc et in perpetuum, vivat sanctuarium. Amén. ¡Nos cum prole pia!13
1 Plática en el santuario.
2 Fraile dominico, arzobispo de Braga y primado de Portugal, 1514-1590, beatificado por Juan Pablo II.
3 Véase Jn 8,42.
4 Véase Lc 2,41-52.