Название: La muralla rusa
Автор: Hèlène Carrere D'Encausse
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Historia
isbn: 9788432153532
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En septiembre de 1756, el tiempo de las tergiversaciones había pasado. Una nueva guerra comenzó, que duraría siete años. Federico II tomó la iniciativa, lanzó a sus tropas contra Sajonia y sometió el principado a su autoridad. La red de alianzas puso a todos los soberanos ante sus responsabilidades. María Teresa debía defender a su aliado, el Tratado de Versalles imponía al rey de Francia intervenir y la emperatriz rusa, estando vinculada a Austria por el tratado de 1746, no podía quedar al margen del conflicto. Pero sus tropas, para llegar a Alemania, debían pasar por Varsovia. La guerra tuvo también por consecuencia poner fin a la interminable negociación para la adhesión de Rusia al Tratado de Versalles, que será firmado el 31 de diciembre por Douglas y el embajador de Austria Esterhazy. Esta negociación había sido complicada por la relación franco-turca. Isabel quería estar segura del apoyo de Francia en caso de que Turquía la atacase. El asunto era delicado. Francia había tenido ya que aceptar el paso de las tropas rusas por Polonia. Habiendo sacrificado a este aliado a las exigencias rusas, el rey no quería abandonarle a otro y Douglas recibió la instrucción de incluir en el acuerdo una excepción a favor de Constantinopla. La orden era formal, pero el embajador Esterhazy supo convencer al caballero Douglas de no retrasar la conclusión del acuerdo para arreglar un enfrentamiento hipotético. Y Douglas, aunque hizo incluir en el texto final la excepción exigida por Versalles, la añadió como una cláusula secreta, «secretissime», previendo que, en caso de guerra entre Rusia y la Puerta, Francia aportaría a su aliada un socorro material equivalente a veinticuatro mil hombres. A cambio, Isabel se comprometía a proporcionar la misma contribución a Francia si esta era atacada por Inglaterra, pero esta última hipótesis era poco probable. Cuando Luis XV tuvo conocimiento del acuerdo, se enfadó mucho, desgarró el texto secreto y se negó a ratificar el acuerdo. Pero después de reflexionar, el rey decidió evitar la ruptura y dirigió una carta personal a su «Augusta Hermana», explicándole que el caballero Douglas había sobrepasado sus competencias, que no tenía poder para tomar tales iniciativas y le pedía que anulase la cláusula secreta. Le anunció también que Douglas estaba dimitido y que iba a enviarle un embajador, el marqués de l’Hôpital. La gestión del rey agradó a la emperatriz por el respeto a Rusia que suponía. Ella aceptó olvidar el incidente y la adhesión rusa al Tratado de Versalles se produjo sin referencia al artículo secreto. La emperatriz firmó el 22 de enero de 1757 el tratado que la unía a la emperatriz de Austria. Las dos emperatrices se comprometían cada una a enviar ochenta mil hombres contra Prusia. Austria debía pagar un millón de rublos anuales hasta el fin de la guerra, lo que vendría bien a Rusia, pues su Tesoro estaba seco. Suecia se unió a la alianza el 21 de marzo. Las relaciones de Rusia con Inglaterra no se rompían por eso, pero esta nueva coalición implicaba el fin del sistema Bestujev, es decir, la prioridad dada hasta entonces a la orientación inglesa. Los vínculos comerciales entre Petersburgo y Westminster subsistían, pero Rusia no era ya la fiel aliada del pasado.
Con todo, la guerra, que este acuerdo debía permitir comenzar, se retrasaba. Austria no tenía los medios de atacar a Federico II sin participación francesa, y las tropas rusas pisoteaban impacientes en la frontera occidental del país. Cuando el ejército austriaco estuvo al fin preparado, Rusia introdujo a su vez una extraña espera. Sus ejércitos los dirigía el mariscal de campo Apraxin, cuya actitud, difícil de comprender, dependía de la situación particular de la Corte de Rusia en esta época. La corte estaba de hecho dividida en dos, la Corte de la emperatriz que envejecía, en precaria salud y a menudo poco interesada en la vida del Estado que abandonaba a sus favoritos. A su lado, la joven Corte se caracterizaba por sus oposiciones. El heredero del trono, Pedro de Holstein-Gottorp, alimentaba una pasión abierta por Prusia y su soberano. El marqués de l’Hôpital lo presentaba así: «Es el mono del rey de Prusia que es su héroe». Al lado de este heredero del que era conocida la debilidad de carácter, su esposa Catalina d’Anhalt estaba por el contrario dotada de una fuerte personalidad. Muy inteligente, muy cultivada, había comprendido que debía disimular sus ambiciones y su apetito de poder a Isabel, a quien nunca inspiró confianza ni afecto. Y su autoridad en el seno de lo que se llamaba la joven Corte era considerable. Mantenía relaciones con varios embajadores, particularmente con los que tenían medios de proporcionar dinero, pues esta pareja estaba llena de deudas. Catalina d’Anhalt también se había hecho amiga de Bestujev, con quien compartía las concepciones de política extranjera. Catalina se había enamorado de Poniatowski, y a sus instancias él fue nombrado ministro de Polonia en Petersburgo. Pero la emperatriz desconfiaba de él, tanto por sus relaciones con el embajador de Inglaterra Williams, como por su influencia con la gran duquesa, y buscaba obtener su destitución. Por su parte, el marqués de l’Hôpital había comprendido que el favor de Catalina dependía de su apoyo a Poniatowski. Sabiendo que la falta de dinero acosaba a los herederos, los embajadores que podían trataban de ganar por este medio sus simpatías. Austria los subvencionaba abundantemente y el marqués de l’Hôpital había recibido consigna de seguir su ejemplo. La joven Corte mantenía relaciones estables con Apraxin, que pensaba en la sucesión. Y la joven Corte de Catalina no quería que empezasen los combates. Apraxin lo sabía. La emperatriz era por entonces víctima de varios accidentes de salud, tan graves que se pensó estaba en algún momento al borde de la muerte. Apraxin decidió demorarse. Durante este tiempo, Federico II devastaba Sajonia y Bohemia. Llegaba el invierno, Austria se indignaba: ¿cuándo se iba a comprometer en la guerra? Cuando se restableció, Isabel ordenó a Apraxin que se dispusiera al combate, pero el tardó aún unos meses a fin, decía él, de poner a sus tropas en orden de batalla. Finalmente, en verano de 1757, después de meses de espera, la guerra comenzó.
Las tropas rusas avanzaron hacia el Niemen. Es en este momento cuando se pudieron constatar las contradicciones de la política francesa. El conde de Broglie, que estaba hasta entonces de permiso, volvió a su puesto el 1 de julio de 1757, en el mismo momento en que comenzaba la guerra. Antes de su partida, el rey le había dado la orden de velar por los intereses de Polonia, y, si estuviesen en conflicto con los de Rusia, darles la prioridad. Estas instrucciones eran poco compatibles con las exigencias de la alianza franco-rusa y con el papel asignado a Rusia en esta guerra. Estas instrucciones estaban también en contradicción con las que él había recibido de Bernis, su ministro. Era el Secreto del Rey y la doble diplomacia. Broglie, que era naturalmente hostil a Rusia, decidió atenerse a las órdenes del rey. Su embajada se convirtió en el lugar de cita de todos los polacos que tenían de qué quejarse de los comportamientos rusos y sus excesos; Broglie suscitaba incluso esas quejas, las reportaba al rey y dirigía notas amenazadoras a Petersburgo. Conscientes del descontento que el embajador alimentaba y temiendo un levantamiento, las tropas rusas dieron prueba de una extremada prudencia y de un retraso que permitió a los prusianos organizarse. La doble diplomacia francesa estallaba así a la vista de todos. Broglie no se contentaba con reunir a los descontentos, preparaba a los nobles polacos para la sucesión, movilizándolos contra el supuesto candidato de Rusia y proponiéndoles otro candidato apoyado por Francia. Mientras que en principio la guerra era común a Francia y Rusia, las contradicciones de la diplomacia francesa debilitaban la alianza.
Informado del comportamiento de su embajador, Bernis le llamó al orden, de lo cual Broglie se quejó al rey que se guardó bien de tomar partido. Y Broglie continuó su juego antirruso, sobre todo obteniendo que Poniatowski fuese llamado a Polonia, lo que tuvo graves consecuencias. Catalina se disgustó y devino hostil a Francia. Se acercó a Bestujev y, juntos, no contentos con incitar a Apraxin a no apresurarse a intervenir, le impulsaron además luego a detener el combate.
Avanzando hacia Prusia oriental, Apraxin había finalmente encontrado a los prusianos. Tomó Memel, pero, en Gross-Jägersdorf, el cara a cara con el ejército prusiano fue para él terrible, no se salvó sino por la llegada de regimientos de granaderos que llegaron a socorrerle. La ruta de Königsberg se le abría. Sin embargo, se detuvo, luego rehízo el camino. El ejército ruso abandonaba así, sin razón aparente, el teatro СКАЧАТЬ