La muralla rusa. Hèlène Carrere D'Encausse
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу La muralla rusa - Hèlène Carrere D'Encausse страница 12

Название: La muralla rusa

Автор: Hèlène Carrere D'Encausse

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия: Historia

isbn: 9788432153532

isbn:

СКАЧАТЬ en un lugar inaccesible, la siniestra fortaleza de Schlüsselburg. Estará allí hasta su muerte. Federico comprendió, ante la reacción tan violenta de la emperatriz, que su hostilidad era contraria a los intereses de su país, e intentó por diversas gestiones apaciguarla. Todo fue en vano, Isabel le odiaba y se obstinaba en buscar una política de debilitamiento, es decir la ruina, de Prusia.

      Por eso, Federico II debe ponerse a buscar nuevos aliados y se vuelve hacia Inglaterra. Proyecto difícil por la crisis que provocó su pretensión de quitarle el Hanover a Inglaterra. Difícil también por la amistad anglo-rusa que tenía una larga historia. Bestujev siempre había sido resuelto partidario de la alianza inglesa. Y los dos países mantenían intensas relaciones comerciales. Bestujev había aprovechado también el conflicto de Hanover para firmar con Inglaterra, el 30 de septiembre de 1755, el Tratado de San Petersburgo. En esta convención, Inglaterra se comprometía en caso de guerra a entregar a Rusia una subvención inmediata de quinientas mil libras, así como entregas anuales de cien mil libras. Rusia por su parte se comprometía a mantener una fuerza considerable, entre sesenta mil y ochenta mil hombres en Livonia, en Lituania y a enviarla al lado de las tropas del rey de Inglaterra si era agredido o uno de sus aliados lo era.

      Federico II quedó aterrado por este acuerdo. Pero supo aprovecharse del retraso en ratificarlo para entenderse con Inglaterra y firmar el Tratado de Westminster el 19 de enero de 1756. Los dos países se comprometían a unir sus fuerzas para oponerse a toda agresión contra el territorio alemán. Federico II ganaba, creía haber apartado para siempre el peligro ruso y haber humillado a Austria. No midió cuán traicionada se sintió Francia, pues si su enemigo era Rusia, el de Inglaterra era por cierto Francia.

      Para Inglaterra, el acuerdo había sido fácil de concluir. La oposición a Federico II se refería al Hanover, al renunciar él a su ambición sobre esta tierra, el entendimiento anglo-prusiano se imponía. Federico II encargó a su embajador, el barón Kniphausen, de tranquilizar a Versalles. «El acuerdo pruso-inglés no impedirá al rey de Prusia renovar el tratado defensivo con Francia y no modifica sus sentimientos respecto a Francia».

      Las informaciones proporcionadas por Michel y Valcroissant habían despertado el interés de Versalles por Rusia, porque los dos espías insistían en la voluntad rusa de reanudar con Francia. ¿Pero a quién enviar a ese país sin levantar sospechas? El príncipe de Conti encontró al fin en su cortejo un candidato que le pareció apto para este papel tan difícil y peligroso, era el caballero Mackenzie Douglas, un gentilhombre escocés afín a la causa de los Estuardo, que se había exiliado en Francia. La misión confiada a Douglas era considerable. Debía informarse de las disposiciones de la zarina respecto a Francia, pero también del estado de Rusia, sus finanzas, su ejército, de los progresos de la negociación que conducía el caballero Williams, embajador de Inglaterra, que debía llevar a término el tratado de ayudas anglo-ruso, de la actividad rusa en Polonia… La lista de asuntos que el caballero Douglas debía tratar era interminable. A eso se añadía una misión propia del príncipe de Conti, que este le había confiado en secreto: trabajar por su candidatura al trono de Polonia, asegurándole en un primer momento el trono de Curlandia. Conti, que ambicionaba estos honores, deseaba también que el caballero Douglas le recomendase a la emperatriz para el mando del ejército ruso. Esta misión no era conocida, aparte del rey, más que de los iniciados, el príncipe Conti, el ministro de Estado encargado de los Asuntos Exteriores Tercier y Carlos Francisco de Broglie, director de la correspondencia real. La correspondencia debía realizarse en lenguaje codificado y debía tener el aire de no tratar más que del comercio de pieles. Bestujev sería llamado «el lobo negro», Williams «el zorro negro». Douglas había cumplido una primera misión en Rusia, en 1755, cuyo éxito fue relativo porque no consiguió encontrarse con la emperatriz. Su segunda misión, al año siguiente, fue más exitosa, pues, dotado esta vez con una carta de acreditación, representante oficial de Francia, fue recibido por Isabel. Ella, satisfecha de acoger a un enviado oficial del rey, decidió devolverle su cortesía y delegó a Versalles a un diplomático, Bekhteev. Como Douglas, no tenía estatuto definido y fue presentado al rey a título personal. En cuanto a Douglas, recibió pronto un colaborador para secundarle, el caballero d’Éon, que había sido iniciado, antes de su partida, en el Secreto del Rey por el príncipe de Conti. Este pequeño mundo de falsos diplomáticos, enviados sin título, espías, habrá jugado, sin embargo, en un periodo agitado, un papel importante en el acercamiento entre Versalles y Petersburgo. No deja de tener interés notar que el papel de Michel no desapareció con la entrada en escena del caballero Douglas, no cesó en sus desplazamientos entre los dos países, proporcionando siempre a Versalles informaciones.

      Por su parte, Douglas continuó representando a Francia en espera del nombramiento de un embajador. Y debía contribuir a sellar la entente con Rusia. A este respecto, su misión era de las más complicadas. Estaba encargado de impulsar a Rusia a adherirse al Tratado de Versalles, pero este tratado especificaba en una cláusula secreta que los signatarios se comprometían a socorrer al que fuese agredido por Inglaterra o uno de sus aliados. СКАЧАТЬ