Название: La muralla rusa
Автор: Hèlène Carrere D'Encausse
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Historia
isbn: 9788432153532
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Dos decenios antes, La Chétardie se había mostrado mucho más audaz. El barón de Breteuil, con la prisa de acudir a un nuevo destino, ni siquiera informó a Versalles del drama que se avecinaba y que, en muchos aspectos repetía el escenario de 1742. En aquel año, Isabel temía ser encerrada en un convento y los conjurados reunidos a su alrededor habían acelerado el complot porque la guerra contra Suecia imponía que la Guardia, donde se reclutaban los conjurados, fuese enviada al frente.
Bérenger reportó a Versalles que Pedro III se relajaba en alegre compañía femenina en Oranienburg, su residencia preferida, sugiriendo así que nada era urgente. Había incluso asegurado al ministro que le avisaría del comienzo de las operaciones diez días antes.
Es en esta atmósfera como se desarrolló el golpe de Estado del 28 de junio de 1762. Se repetía el que había llevado al poder a Isabel. La Guardia estaba en primer plano y un cuarteto brillante, los hermanos Orlov, de los que uno de ellos, Grigori, era el amante de Catalina, organizó el golpe. Catalina, consciente del papel jugado por la Guardia en las diversas revoluciones de palacio, había probablemente cuidado elegir en ella a un amante, mejor aún tomándolo en una fraternidad de cuatro personas. Su influencia sobre la Guardia sería más efectiva. Alexis la condujo ante los tres regimientos reunidos al efecto, que la saludaron, le prestaron juramento, y quedó entronizada como lo había sido Isabel. Sorprendido en su tebaida, Pedro III huyó, lloriqueó y, cuando se le arrestó, declaró que iba a abdicar. La emperatriz le envió escoltado a Ropcha donde, según la versión oficial, murió cuatro días más tarde, víctima de un cólico hemorroidal. La versión oficial no aguantó mucho tiempo al rumor. Catalina lo había hecho asesinar, el ruido corrió, propagado pronto por historiadores tales como el francés Rulhière. Sin embargo, otra versión circulaba también, la del billete que Alexis Orlov envió a Catalina asegurándole que «nuestro imbécil ha sucumbido en una pelea que él ha empezado». La muerte en el curso de una batalla de borrachos se mantuvo como la explicación más plausible del final de un emperador odiado. Cualquiera fuese la explicación, para Catalina este final era bienvenido, la liberaba de la amenaza que suponían los partidarios de Pedro si este hubiese sobrevivido. Federico II, al conocer el golpe de Estado, deploró la muerte de su interlocutor privilegiado, pero a guisa de oración fúnebre constató que su ausencia de valor y lucidez le habían impedido prever el suceso, y precaverse acudiendo a su ejército, lo que le hubiese salvado su trono.
Es en Francia donde el suceso tiene más eco. El barón de Breteuil quedó muy sorprendido a su vuelta por ser amonestado por su ministro, que le reprochó no haber vuelto a Petersburgo en cuanto conoció la noticia. Y le ordenó volver a su puesto. El golpe de Estado no tranquilizó a Versalles en la medida en que, poco confiado en el porvenir de Catalina, esperaban otros sobresaltos. La vida disipada de la nueva emperatriz, tema de tantos rumores, le valía poca estima y sugería que sufriría influencias que pesarían sobre su política. Además, la sombra de Iván VI planeaba sobre el trono. Por primera vez en la historia atormentada de Rusia, el trono estaba ocupado por una extranjera —alemana por más señas— que no tenía ninguna relación con la línea de Pedro el Grande más que el marido muerto misteriosamente que ella había destronado, mientras que existía un verdadero Romanov que se deprimía en una mazmorra. La inestabilidad previsible de Rusia inspiraba la distancia que el ministro tomó con el acontecimiento, y el consejo del rey a Breteuil. Debía vigilar a Catalina y,sobre todo, escribía: «Vos sabéis que el objetivo de mi política con Rusia es alejarla lo más posible de Europa».
Breteuil no tardó en informar a Versalles de que, contrariamente a lo esperado por todos, Catalina iba a reinar sin compañía. Ella lo demostraría pronto.
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