A cuadro: ocho ensayos en torno a la fotografía, de México y Cuba. Beatriz Bastarrica Mora
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СКАЧАТЬ consigue su tan deseado y necesario retrato fotográfico gracias a los servicios profesionales del miembro de una clase social que no es la de ella, y que es, además, la responsable de elaborar, a tantos niveles, el discurso dominante de la época. Pedro Magallanes, con toda seguridad, dio indicaciones precisas a la empleada doméstica sobre cómo colocarse, qué objetos sostener con sus manos y a dónde dirigir la mirada; y muy probablemente, también eligió el fondo, el encuadre y la composición de la imagen. Todo esto lo hizo desde su conocimiento técnico profesional, claro. Pero lo que aquí propongo es que también lo llevó a cabo desde su personal impronta artística y desde su habitus. Y ahí es precisamente donde radica lo particular de las imágenes producidas por Magallanes para el Registro de Domésticos, de las que ofrezco una selección en estas páginas, y que son un extraordinario ejemplo del novedoso uso social de la fotografía que se consolida en Occidente durante el último tercio del siglo XIX. Un uso lleno de aristas y que se inserta de modo diferente en la agenda de cada uno de sus protagonistas.

      Volviendo a las fotografías tomadas por Magallanes, podemos decir que la gran mayoría de ellas presenta a la persona fotografiada de pie, con su cuerpo dirigido al objetivo de la cámara o, más habitualmente, un leve giro en tres cuartos a izquierda o derecha. Las miradas pueden dirigirse al espectador o lanzarse más allá de él, y con mucha frecuencia uno de los brazos se apoya en algún mueble. Magallanes utiliza para este fin, fundamentalmente, una veladora con espejo ovalado, una cómoda con aplicaciones labradas, otra completamente labrada y un par de sillas con distintas ornamentaciones. En algunos casos también aparecen como puntos de apoyo una falsa roca o un barandal.

      A estas decisiones del fotógrafo, y la decisión inicial de la empleada o empleado domésticos de vestirse —aparentemente— con sus mejores ropas para acudir a fotografiarse, se añade la actitud final de los últimos ante la cámara, la cual supone un ingrediente determinante en el producto acabado. Casi siempre notamos al retratado serio, rígido, relativa o claramente incómoda o incómodo en su piel mientras posa. Lo cual no es raro, pues para casi todos ellos esta fue la única ocasión en toda su vida en la que se enfrentaron a una intimidante cámara fotográfica. Hoy en día resulta difícil dimensionar adecuadamente —en esta nueva realidad de ubicuos celulares inteligentes, cámaras de vigilancia, pantallas planas y redes sociales— lo intenso de la experiencia de ser fotografiado por primera vez, de obtener una imagen plana que nos represente para siempre, que permanecerá como un sustituto de nuestras personas cuando ya no estemos. Pero esa era la realidad de entonces, y ello, junto con la esperable repetición, en el estudio fotográfico, de las habituales relaciones de clase en el lugar de trabajo a las que los empleados domésticos estaban acostumbrados, dio como resultado una serie de imágenes que flotan en una suerte de limbo a medio camino entre el retrato de estudio burgués y la fotografía de registro meramente informativa, y que resultan una mezcla extraña y a la vez funcional de dos universos de representaciones que, en cualquier otro contexto, habrían hallado completamente imposible el fusionarse.

      15 “Vienen enseguida los garbanceros y las garbanceras, o criadas y criados domésticos que lo mismo hacen mandados que cuidan el aseo y buena marcha de las casas de medio pelo o aristocráticas, en que sirven y residen” (Cosío Villegas, 1993: 414).

      16 (Kicza citado en Gonzalbo Aizpuru, 2005: 151) El autor ofrece en su texto una rica e interesante reflexión sobre la interacción cotidiana entre empleadores y empleados del servicio doméstico en un hogar burgués porfiriano.

      17 El censo de Peñafiel, de 1895, señala que en aquel momento había en la ciudad un total de 7 764 de empleados domésticos, de los que 1 922 eran hombres y 5 842 eran mujeres. De hecho, la de “doméstico” es la profesión, de todas las que aparecen en el censo, desempeñada por más personas en Guadalajara, que por entonces era una ciudad de 83 000 habitantes.

      En el porfiriato, el sueldo medio de, por ejemplo, una recamarera o una cocinera que trabajaran en alguna casa de Guadalajara fue de aproximadamente 2 pesos y 80 centavos; De entre todas las empleadas domésticas, destacan las nodrizas, por integrar una suerte de “élite” de este grupo. El artículo número 2 438 del reglamento de domésticos dice que su periodo de contrato debía ser igual a la duración de la lactancia –algo indeterminado de modo natural–, por lo que su posición era excepcional. Fueron pocas (1891: cinco entre 781; 1894: seis entre 795) y su sueldo era bastante más alto que el de recamareras o mozos: 7.8 mes en 1891 y 6.6/mes en 1894, cuando el promedio de los demás era de menos de cuatro (Curley citado en Camacho, 2006: 32).

      Ellas y los cocheros –con sueldos también manifiestamente superiores al de otros domésticos: 6 pesos/mes–, conformaron un subgrupo relativamente privilegiado en el interior del conjunto de los domésticos. (Agradezco al Dr. Robert Curley la información precedente, que tan generosamente me proporcionó).

      18 Los sirvientes, por ejemplo, ayudaban a cuidar a los miembros de la familia que enfermaban, dado que durante el siglo XIX los hospitales estuvieron enfocados a las personas pobres; las élites y cualquier que pudiera costeárselo prefería ser atendido en su casa. Y, así, “eran las mujeres de la casa asistidas por la servidumbre quienes proporcionaban los mayores cuidados a los enfermos” (Kicza citado en Gonzalbo Aizpuru, 2005: 154).

      19 Como ya indiqué en el primer epígrafe, pude llevar a cabo esta tarea de identificación analizando pormenorizadamente los fondos, muebles y demás objetos de atrezzo que aparecen en las fotografías de estudio en las que sí está impreso el sello de Magallanes. Conectando unas imágenes con otras por medio de estos elementos, logré construir una pequeña colección de indicios que propició la posterior clasificación de las fotografías del Registro como hechas o no hechas por el fotógrafo.

      20 Remito aquí al lector al texto fundador de Pierre Bourdieu (1988), titulado homónimamente: La Distinción. Criterio y bases sociales del Gusto.

      21 Cfr. Thorstein Veblen, Teoría de la Clase Ociosa.

      22 García Canclini citado en Meyer, 1978: 19.

      23 Bastarrica, 2017.

      IV. AUTORRETRATO DE FAMILIA

      Finalmente, analizaremos las fotografías de familiares y amigos tomadas por Magallanes fuera de su estudio fotográfico, fundamentalmente en la que parece su casa de Guadalajara y en diversos lugares de la ribera de Chapala.

      En este grupo encontramos con mucha frecuencia a su esposa Clotilde, posando aplicadamente a veces, o aparentemente desprevenida de la cámara en otras ocasiones, fotografiada en entornos muy variados: en la casa familiar con sus hijos, recibiendo visitas infantiles, o con el propio fotógrafo en el que resulta un originalísimo y muy preparado autorretrato tomado en el dormitorio del matrimonio. O en Chapala, a veces acompañada por los niños de la familia e integrantes del servicio doméstico, a veces sola, ataviada por ejemplo con un muy a la moda kimono, a modo de vestido de té.