Название: A cuadro: ocho ensayos en torno a la fotografía, de México y Cuba
Автор: Beatriz Bastarrica Mora
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Historia
isbn: 9786075477909
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Imagen 7
Fuente: Registro de Domésticos de la Ciudad de Guadalajara, Archivo Municipal de Guadalajara.
Fuente: Colección Particular de las hermanas Ana Rosa y Patricia Gutiérrez Castellanos.
La muchacha ganaba, en 1894, tres pesos al mes trabajando como recamarera para Octaviana García. Una posición social bastante diferente a la de la mujer que aparece en la fotografía que mostramos junto al retrato de Eduarda, cuyo nombre no ha llegado a nosotros, pero a la cual encontraremos de nuevo en la colección fotográfica familiar de las hermanas Castellanos, fotografiada por Pedro Magallanes con motivo de su boda. En ambos retratos se cuida todo por igual: la pose de la mujer, el fondo, la luz, el encuadre… ambos son retratos meticulosamente elaborados, que seguramente dejaron satisfechas a sus protagonistas, como dispositivo que les permitía pasar a la posteridad de un modo económico y muy moderno.
Al hacer una segunda comparación, nuestras conclusiones se refuerzan. Marcelino Madrigal, cochero de 23 años, natural de Guadalajara, trabajaba en 1894 para el Sr. Brizuela, por el elevadísimo sueldo, para un doméstico, de 25 pesos mensuales. Él también acudió a retratarse al estudio de Magallanes, y el resultado es la imagen que ven en el lado izquierdo de la página.
Imagen 8
Fuente: Registro de Domésticos de la Ciudad de Guadalajara, Archivo Municipal de Guadalajara
Fuente: Colección Particular de las hermanas Ana Rosa y Patricia Gutiérrez Castellanos.
Es esta una de las imágenes más bellas del Registro, que sin duda compite en calidad estética y técnica con la que la acompaña a su derecha, perteneciente a la colección familiar de las hermanas Ana Rosa y Patricia Castellanos. El fondo usado por Magallanes para el retrato de Marcelino es, de hecho, el mismo que utilizó para sus propios retratos de boda con Clotilde. En su retrato fotográfico, el cochero se muestra galante, seguro de sí mismo, erguido y fuerte. Algo a lo que ayuda, una vez más, lo cuidado de todos los aspectos técnicos del mismo. Quizás sea mucho suponer, pero no cuesta imaginar a Marcelino encargando más de las dos copias de su retrato requeridas por la Jefatura Política, para así tener alguna que firmar y dedicar como regalo, algo tan común en la época. Costumbre, por cierto, gracias a la cual estamos hablando, en estas páginas, de Pedro Magallanes.
Y, de este modo, el propio Magallanes encuentra su lugar en la historia, retratando a personas trabajadoras, contribuyendo a la construcción de su imagen pública en un Registro que ciertamente no se pensó con ese fin, pero que acabó por contener, seguramente, la mayor cantidad conocida de retratos realizados en su estudio. Trabajando desde lo más íntimo y para lo más público, como todo un fotógrafo moderno.
Imagen 9. Autorretrato de Pedro Magallanes
Fuente: Colección Particular de las hermanas Ana Rosa y Patricia Gutiérrez Castellanos.
25 Burke, 2005: 32.
Capítulo ll
La fotografía de costumbres de José Luis Requena en el semanario ilustrado El Mundo (1896)
Brenda Ledesma
Universidad Nacional Autónoma de México
La fotografía de costumbres (al igual que la pintura de género homónimo) era descriptiva de la gente, de sus prácticas, de los entornos y de los gestos, pero además podía tener el fin de emocionar, de conmover, de entretener, de ridiculizar, o incluso de dar una lección política o moral a sus espectadores. Este capítulo analiza el caso de José Luis Requena, un fotógrafo aficionado mexicano que practicó la fotografía costumbrista siguiendo convenciones pictóricas en la representación de escenas maternales e infantiles.
Durante la última década del siglo XIX y la primera del XX, numerosos miembros de la élite porfiriana se aficionaron a la fotografía. Cámara en mano, los miembros de la clase alta mexicana acudieron a desfiles, corridas de toros, charreadas, espectáculos, carreras y excursiones, con el fin de hacer instantáneas con sus dispositivos de reciente creación. José Luis Requena (1860-1943) fue uno de ellos. Abogado de profesión y empresario minero de gran presencia en los círculos financieros y políticos de la capital mexicana, en la última década del siglo XIX y la primera del XX, hizo de la cámara un objeto de recreación. Si bien, su biografía ha merecido interés a partir de la espléndida casa decorada al estilo art nouveau que tuvo en la calle La Santa Veracruz, número 43, en la Ciudad de México, y en relación con la empresa minera de nombre Las Dos Estrellas de la que fue propietario y socio, se conoce muy poco acerca de José Luis Requena como fotógrafo.26
En el cambio del siglo eran cada vez menos las operaciones y los instrumentos que se necesitaban para hacer fotografías. La salida al mercado de la cámara Kodak en 1888, que funcionaba con solo girar una manivela y presionar un botón, así como la creación de modelos de cámara de diversos fabricantes como la Poco o la Ray, facilitó el manejo de los dispositivos fotográficos a quienes no eran especialistas. El número de aficionados a la fotografía en el mundo se multiplicó, y México no fue la excepción.
Como síntoma de esa situación, en julio de 1890 se creó en la capital del país la Sociedad Fotográfica Mexicana con el ingeniero Fernando Ferrari Pérez a la cabeza; la Sociedad atravesaría por una renovación en 1899. Médicos, científicos, industriales, políticos y comerciantes de diferentes ciudades de México integraban esta selecta agrupación de amateurs de la fotografía, quienes se reunían periódicamente para organizar conferencias, excursiones y concursos (OTSF, 1890, 1899).27 Más tarde, en 1904, José Luis Requena presidió esa sociedad. Durante su periodo se publicó un boletín mensual, y de nuevo, se convocó a concursos y paseos fotográficos.28
Una de las técnicas fotográficas en uso era el negativo de placa seca de gelatina. La placa seca había sido un factor crucial para la industrialización de la fotografía y para la expansión de la práctica de aficionados a partir de 1879, que fue el año en el que se perfeccionó. Su manipulación era más simple en comparación con el colodión húmedo (la técnica anterior) debido a su estado seco. Por otro lado, la placa seca era estable químicamente, y eso permitía su almacenamiento por largos periodos de manera previa y posterior a la exposición a la luz de los negativos, lo que facilitaba su comercialización. Además, la placa seca era más sensible a la luz que todos los procedimientos fotográficos anteriores,29 por lo tanto, podía emplearse en cámaras portátiles que podían prescindir del tripié, СКАЧАТЬ