Название: A cuadro: ocho ensayos en torno a la fotografía, de México y Cuba
Автор: Beatriz Bastarrica Mora
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Historia
isbn: 9786075477909
isbn:
6 Burke, 2005: 26.
7 El sociólogo Erving Goffman es el autor de este concepto, el cual define como el conjunto de “las insignias del cargo o rango, el vestido, el sexo, la edad y las características raciales, el tamaño y aspecto, el porte, las pautas de lenguaje, las expresiones faciales, los gestos corporales y otras características semejantes” que una persona acumula y ordena, en la medida de sus posibilidades, para presentarse ante los demás (Goffman, 1997: 35).
8 Si bien no descarto que esto sucediera, en el transcurso de mi investigación sobre vestido y moda tapatíos, y precisamente al revisar las imágenes del Registro de Domésticos, pude comprobar que, en la inmensa mayoría de los casos, las empleadas domésticas, fotografiadas por cualquier fotógrafo, llevaron puestos sus propios sacos. Esto se deduce del hecho de que todos son diferentes entre sí. Constaté la repetición de tres sacos, en seis fotografías. En los tres casos, se trataba de parejas de mujeres que trabajan para el mismo empleador, a partir de lo cual propongo que en esas ocasiones se trató más de un préstamo de doméstica a doméstica que de fotógrafo a doméstica.
9 Entrecomillo el término “serias” por el claro sesgo patriarcal que, producto de las relaciones de género de entonces, reviste.
10 Nos dice Leopoldo Orendáin:“La moda decretaba apegarse todo lo posible a la realidad en interiores y exteriores. Para conseguir esos ambientes se recurría a decorados teatrales. Fondos desvanecidos con montañas y bosques, jardines, fuentes, cascadas o lejanías donde campeaban castillos, palacios o templos […].
El ámbito que rodeaba al cliente, se procuraba que fuera en concordancia con sus aficiones, método de vida y profesión. Para conseguir esos efectos, había muebles con diversas combinaciones, de suerte que una consola se transformaba en un piano, bufete, librero o tocador. Sillones, mesas, bancos, columnas, animales disecados, espejos, flores y plantas artificiales, completaban el equipo para aparentar la vida real, en lo irreal.
[…] talle, brazos y rostro eran las únicas curvas que podían lucir, con decoro, las damas honorables. Precisaba, pues, un pedestal que no distrajera el encanto del busto; un pedestal con intenciones de monumento bien sustentado en la base y sobre el cual rematara la obra palpitante de la mujer. Ese pedestal, de sagaces intenciones arquitectónicas, fue la falda. Faldas que eran, en verdad, un monumento; que espejeaban con sus sedas, en corriente ilusoria y con sus cabrilleos y encajes en olas, olanes y espumas; faldas casi marinas, con sus insinuaciones de cascada y que ceñían, con su pesantez de torrente, la cintura gracial de nuestras bisabuelas” (Orendáin, 1969: 111).
11 Burke, 2005: 32.
II. UNO DE LOS NUESTROS
Es mi suposición que la gran mayoría de las personas que aparecen en este primer grupo de fotografías de estudio de la burguesía fueron o bien familiares de Magallanes, o bien amistades cercanas. En la pequeña colección, encontramos una cantidad similar de retratos de mujeres y hombres, y varios infantiles, tomados e impresos en los formatos habituales de la época: visita, Promenade e imperial.12 Las imágenes obedecen en su construcción ambiental y su composición a las reglas profesionales más extendidas del momento, las mismas que comenté hace unas páginas a la hora de hablar de Octaviano de la Mora. De modo que los personajes retratados posan, por ejemplo, cuando el encuadre es de cuerpo entero, apoyados en rocas, o manteniendo un supuesto equilibrio sobre una barquichuela, o descansando livianamente sobre muebles lustrosos y sofisticadamente ornamentados —sillas, cómodas, etc.— y, siempre, ataviados con prendas de vestir que refuerzan simbólicamente su posición social, es decir, con indumentaria de corte, color, textura y uso claramente afrancesados, y terminados perfectos. Crujientes toilettes de seda, impecables levitas, complicadas blusas adornadas con encaje, sombreros de copa tiesos y brillantes. A la moda del momento. Todos ellos transmiten por medio de su lenguaje corporal un tipo de seguridad en sí mismos que, me aventuraré a decir, es producto de la mezcla de su habitus con la cercanía sentimental con quien les fotografía. Esto, lógicamente, se pone sobre todo de manifiesto cuando la modelo es Clotilde, la esposa de Magallanes. De ella encontramos tantos retratos en el álbum familiar —como por ejemplo la imagen 4—, que sería posible trazar una breve historia local de la moda porfiriana analizando dichos retratos en orden cronológico.
Imagen 4
Fuente: Colección Particular de las hermanas Ana Rosa y Patricia Gutiérrez Castellanos.
Magallanes, como muchos otros fotógrafos decimonónicos, vivió y trabajó como burgués. La infraestructura y conocimientos requeridos para la profesión eran costosos.13 Muchos fotógrafos completaban, además, su formación con viajes al extranjero, que les acercaban al epicentro de las representaciones mentales dominantes en un mundo profesional surgido en el corazón de Occidente: Francia. De modo que en este primer grupo, tenemos a un fotógrafo trabajando entre los suyos, construyendo y reforzando constantemente, en una suerte de círculo infinito, las representaciones físicas y mentales —fuertemente europeizadas y europeizantes— que sostienen en parte el edificio social del México porfiriano que Néstor García Canclini describió con tanto acierto hace ya décadas.14 Estos retratos son, de alguna manera, una suerte de autorretrato constante. Y en ese sentido, resultan sumamente efectivos como dispositivos de representación ante la propia clase y ante las demás.
12 “Las técnicas más usuales fueron la impresión sobre papel albuminado (clara de huevo y sales de plata) y el colodión (placas tratadas con nitrocelulosa, alcohol y éter), que permitían la multiplicación de imágenes, desde la común carta de visita, a las llamadas Promenade (alargadas de manera vertical), Cabinet (cuadradas) y la Imperial utilizada principalmente en retratos de boda” (Camacho citado en Torres, 2008: 15).
13 “La fotografía, accesible a la mayoría desde hace muy pocas décadas, requería un cierto poder económico: el sólo hecho de practicarla indicaba una exclusividad. Pero además de las poses, el fondo escenográfico, la manera de relacionarse con los objetos al tomarse fotos servían para construir un sistema de diferenciaciones simbólicas” (García Canclini citado en Meyer, 1978: 18).
14 “En las clases dominantes de los países dependientes, como se vio sobre todo durante el porfirismo, encontramos, junto al placer de la ostentación, la ansiedad por imitar los códigos de comportamiento y los patrones estéticos de las metrópolis. Este mecanismo mimético es aún más marcado en la pequeña burguesía, o la burguesía incipiente […].
Palacios de cartón, aves disecadas, cigarrillos que no se fuman: las poses de los objetos. Si convenimos con Jean Baudrillard en que el kitsch es una ‘estética de la simulación’, aunque no es sólo eso, hay que usar la expresión para esta época en la que las aspiraciones de ascenso social acelerado, la afiliación СКАЧАТЬ