A cuadro: ocho ensayos en torno a la fotografía, de México y Cuba. Beatriz Bastarrica Mora
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СКАЧАТЬ ciudad de Guadalajara al menos las dos últimas décadas del siglo XIX, y tuvo su estudio en el número 1 de la calle primera del Santuario, en contra esquina del Portal de las Flores.

      En realidad, yo ya había tenido un encuentro historiográfico previo con él, pues muchas de las fotografías que integran el archivo de las hermanas Ana Rosa y Patricia Gutiérrez Castellanos, acervo que compuso y compone una parte importantísima de las fuentes visuales que usé para mi investigación doctoral sobre el vestido y la moda en Guadalajara entre la Reforma y la Revolución, llevan su firma. Una antepasada de las hermanas, quienes son biznietas del General y ex gobernador de Jalisco (1886-87) Francisco Tolentino, llamada Clotilde Cruz, se casó con el fotógrafo probablemente a finales de la década de 1880 o inicios de la de 1890, y las numerosas fotos de su álbum familiar, tomadas por Magallanes en diferentes lugares y circunstancias, terminaron en la colección de las hermanas Castellanos.

      Si hasta el momento de mi epifanía Magallanes me había interesado, circunstancial y lateralmente como fotógrafo debido a su estilo, más dinámico, y más moderno que el de la vaca sagrada de la fotografía tapatía en aquellas fechas, es decir, Octaviano de la Mora, a partir del hallazgo de la imagen firmada, la cosa cambió completamente. Y es que, más allá de la lógica y universal curiosidad que cualquiera sentiría frente a un enigma como este, mis razones para interesarme profundamente en la figura de Magallanes se enraízan en la corriente de pensamiento que ve en la fotografía histórica mucho más que una ilustración visual de acontecimientos “importantes”, y que dota a la cultura de las imágenes de un lugar propio en el pensamiento y la creación historiográficos.

      Los fotógrafos tenían, además, reglas escritas y sobre entendidas de cómo retratar a mujeres y hombres, a niños y adultos. El ya mencionado Octaviano de la Mora, por ejemplo, quien era mayor que Magallanes, pero trabajó en la ciudad en la misma época que él, fue conocido por intentar captar la personalidad del retratado por medio de la utilería, especialmente elegida para cada ocasión, de la luz y de la pose, que adaptaba en cada caso, según el sexo, la edad y la profesión de su cliente, siempre de acuerdo a la última moda fotográfica de su tiempo.

      Así, entre fondos pintados, ropas particular y meticulosamente elegidas para la ocasión, y poses muy preparadas, el estudio del fotógrafo podía convertirse en una suerte de limbo, en un lugar y un tiempo suspendidos, en el que llegaban a camuflarse las diferencias existentes entre las clases sociales, al ofrecer los fotógrafos a sus clientes lo que Burke ha denominado una «inmunidad transitoria de la realidad».

      “Tanto si son pinturas como si se trata de fotografías”, nos dice Burke,

      Es decir, el fotógrafo retrata, además de personas, vestiduras y fondos físicamente reales, todo un conjunto de ideas que componen las mentalidades y habitus de la época y, en este sentido, su aportación a la historia de las ideas de las sociedades es invaluable.

      Y eso es, precisamente, lo que mi inesperado encuentro “serendípico” con la fotografía de Pedro Magallanes en el mercado de antigüedades me proporcionaría. Quiero pasar a continuación a analizar detenidamente el legado del fotógrafo, para observar este y otros fenómenos y, con suerte, alcanzar algunas conclusiones.

      Para ello, he reunido y clasificado la obra hallada por mí de Magallanes –toda ella extraída de la colección particular-familiar de las hermanas Gutiérrez Castellanos– en tres grandes grupos: los retratos de estudio de la burguesía, los retratos de estudio para el Registro de Domésticos —en cuyo análisis me extenderé más profundamente— y las fotografías, más íntimas y espontáneas, tomadas para el álbum familiar. Algunas de las últimas tienen una fuerte carga artística, pero, al haber sido encontradas en el espacio íntimo y cerrado del álbum de familia, he decidido mantenerlas en el tercer grupo.

      4 El Registro de Domésticos es un conjunto de nueve libros que recogen más de cuatro mil fichas, cada una correspondiente a una persona concreta, que se desempeñó como empleada doméstica en la ciudad de Guadalajara en algún momento entre 1888 y 1894. Las fichas, además de incluir una descripción física de la persona, recogen su lugar de procedencia, su edad, su estado civil, su empleo y empleadores y su sueldo. Cada ficha cuenta, además, con una fotografía de estudio que retrata a la persona en cuestión. En ocasiones esta fotografía es de medio cuerpo, y en otros casos es de cuerpo entero. Las imágenes fueron tomadas por diferentes fotógrafos y cada empleado doméstico tuvo que comprar al menos dos, pues a su ficha en el Registro se añadía un carnet, con la misma información, en el que sus sucesivos empleadores podían ir anotando lo que consideraran conveniente acerca del desempeño de su empleado en su casa. Para más información, revisar el texto de Robert Curley citado en Camacho, 2006.

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