El Cristo preexistente. Gastón Soublette
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Название: El Cristo preexistente

Автор: Gastón Soublette

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

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isbn: 9789561425378

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СКАЧАТЬ hebreo tiene un significado bien preciso, pues ese temor de Dios está referido a las consecuencias que se siguen de no cumplir su Ley, especialmente el decálogo. Pero también tiene un significado más general y abierto en el sentido de la noción de los límites de las empresas humanas, más allá de los cuales se violan las fronteras de lo que es sensato; y lo que es sensato bíblicamente, de todos modos, es lo que no transgrede la Ley de Dios.

      A este respecto Confucio reflexiona muy acertadamente cuando dice que la sabiduría consiste en reconocer el don del cielo y saber qué es lo que el hombre debe agregar de sí. Reconocer el don del Cielo en el contexto de la cultura china del siglo VI antes de Cristo equivale a una profesión de fe monoteísta; solo que lo que el Cielo da, en parte y en principio, es conocido por las textos sagrados, pero en gran medida es una vivencia que le sale al paso a los hombres espirituales quienes gracias a esa experiencia llegan a conocer la medida y dirección de su comportamiento en determinadas coyunturas. Así se entiende por qué Confucio sostiene que para conocer al hombre antes hay que conocer el cielo.

      En el contexto de la cultura hebrea el don de Dios es la Ley, las promesas y los beneficios con que Iahvé colma a su pueblo. Y es conforme a la Ley que uno conoce al hombre, porque la Ley no solo está formada de preceptos, sino también de narraciones ejemplares; ambos aspectos de la Ley señalan implícitamente el sentido que permite conocer al hombre sensato y al que no lo es. En referencia a este punto de la sabiduría bíblica, lo que caracteriza a la “raza de Caín”, que antes se denominó la “descendencia de la serpiente”, es la temeridad que el orgullo confiere a ese tipo de hombre.

      Según lo que se lee en el Libro Rojo de Carl Gustav Jung (Capítulo I, “El reencuentro del alma”), si el hombre no se integra psíquicamente, dicho en forma poética, si no se encuentra con su propia alma para alcanzar su medida individual, será impulsado toda su vida por una ambición sin límites. Según este psicólogo, esa es la gran enfermedad del hombre contemporáneo, por eso su proyecto constructor del mundo lleva dentro un germen letal. Todo lo cual es aplicable a lo que el texto del Génesis deja transparentar acerca del carácter de Caín y su descendencia. Hablando en términos bíblicos da la impresión de que Caín es el que pone en práctica y cosecha los frutos de la así llamada ciencia del bien y del mal, porque carece en absoluto de eso que la sabiduría bíblica llama “temor de Dios”. Es la primera irrupción que registra la escritura sagrada hebrea de la perversidad subyacente en el orden civilizado pagano donde se conjuga la falsa verdad con la soberbia, la ambición desmesurada y el derramamiento de sangre.

      Solo con estos antecedentes podemos ahora entender por qué todo progreso de la civilización acrecienta su poder sobre el mundo y los hombres, lo cual demuestra ser inseparable de los sacrificios humanos consumados en las grandes guerras, a lo que ahora se suma no la ofrenda de Caín de los frutos de la tierra, sino el hambre y la destrucción de la tierra misma. Tal es el significado que tiene la frase del historiador alemán Oswald Spengler, en el sentido de que lo que él llama la “gran historia” es muy exigente y eso dicho en el contexto de una civilización de fundamento cristiano.

      Jesús en un arranque de rebelión hace una referencia a la raza de Caín, la cual ve encarnada en ciertos hombres particularmente orgullosos, ambiciosos, hipócritas y asesinos, situados en altos puestos de poder: “Para que se demande de esta generación la sangre de todos los profetas que se ha derramado desde la fundación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías que murió entre el altar y el templo” (Lc. 11, 50).

      La alusión al justo Abel revela qué entiende Él por la descendencia de la serpiente y la de la mujer, esto es el linaje propiamente humano. El hecho de que el otro linaje sea mencionado como el de la serpiente acusa la intención de decir que no es humano. Con lo cual se entiende mejor la afirmación de Confucio en el sentido de que lo humano está referido al Cielo, lo que también se relaciona con la dignidad de origen que el Génesis le atribuye al hombre, al decir que Dios lo hizo a su imagen y semejanza.

      Asimismo cabe relacionar con lo dicho antes, la razón que Dios da para decidir el exterminio del género humano en el diluvio, como se lee en el capítulo 6 del Génesis, versículo 3: “Entonces el Señor dijo: mi espíritu no permanecerá siempre en el hombre, porque el hombre solo es carne”.

      Finalmente se comprende que lo que caracteriza a Caín como consecuencia de todo lo que él es como tipo humano, es el proyecto constructor del mundo en el sentido en que lo entienden las culturas paganas, las cuales parecen ajustarse a lo que Jung dice del hombre que no se ha encontrado con su alma, esto es el desalmado (Libro Rojo, Cap. I); según el Génesis el hombre que carece de espíritu, y que ha borrado en él su semejanza divina.

      Jesús se refiere a ese tipo de hombre, no humano, cuando aconseja a sus discípulos no dar las cosas santas a los perros ni las perlas a los cerdos. Se trata, seguramente, de un refrán tradicional que Jesús cita en relación con la predicación del evangelio, refiriéndose a aquellos que rechazarán la “buena nueva”, esto es, escribas y fariseos (Comentarios bíblicos San Jerónimo) (Mt. 7, 6).

      En el mismo sentido se puede interpretar el pasaje del evangelio en que Jesús cura a un lunático poseído por varios espíritus inmundos que dicen llamarse “legión” y que piden no ser expulsados al desierto, sino trasferidos a una piara de muchos puercos (Marcos 5). Jesús se lo concede, y la piara se precipita por un acantilado al mar. Aquí la palabra legión podría ponernos en la pista de un probable simbolismo de este episodio, pues la entrada de esos espíritus inmundos en los puercos sugiere la intención de referirse a las legiones romanas como a una piara. Eso, aparte de la exégesis que la teología moderna ha hecho de la totalidad de este episodio.

      En el mismo sentido debe entenderse la profecía que Jesús hace sobre el día de la ira de Dios que ya estaba cerca, cuando la ciudad santa sea profanada por los gentiles y el templo destruido. En el evangelio de Lucas Jesús dice refiriéndose a ese fatídico momento que cuando Jerusalén sea rodeada por un ejército sus discípulos deben entender que ha llegado el día de su desolación (Lc. 21, 20).

      En el evangelio de Mateo (Mt. 24, 28), en referencia al mismo episodio, Jesús al ser interrogado por sus discípulos sobre dónde debía ocurrir todo eso él respondió: “Donde se halle el cadáver allí se reunirán los buitres”. Una forma de expresarse doblemente descalificadora, en cuanto define la institución religiosa, cuya sede está situada en Jerusalén, como un cadáver, y a las legiones romanas como buitres, aves carroñeras con las que él ironiza a las águilas de las insignias militares romanas.

      Es preciso recordar también que Moisés poco antes de morir predijo este trágico desenlace de la historia del Israel bíblico, refiriéndose seguramente a los romanos, en los siguientes términos: “El Señor suscitará contra ti desde las extremidades de la tierra, una nación lejana, rápida como el águila, de lenguaje bárbaro, de rostro temible, que no tendrá respeto por el anciano ni piedad por el niño” (Deuteronomio 28, 49-50). La referencia a los romanos se deduce de la magnitud del desastre descrito como el final definitivo de la nación.

      En el Capítulo 32, versículo 21 Moisés, refiriéndose a las consecuencias que para Israel tendría el culto de los dioses y el incumplimiento de la Ley, formula amenazas en nombre de Iahvé en los términos siguientes: “Ellos excitaron mis celos adorando lo que no es Dios. Ellos me han irritado con sus vanos ídolos, y Yo excitaré sus celos con aquello que no es un pueblo, por medio de una nación insensata yo los irritaré”.

      Nótese cómo estos pasajes del Deuteronomio abundan en expresiones basadas en el supuesto de que los hombres de las naciones con que Iahvé castigará a Israel no son humanos, y tanto que su sociedad no puede ni siquiera ser calificada de “pueblo”.

      En relación al versículo 21 antes citado, es interesante considerar que los soldados nazis afiliados a la SS encargados de recibir a los prisioneros СКАЧАТЬ