El Cristo preexistente. Gastón Soublette
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Название: El Cristo preexistente

Автор: Gastón Soublette

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

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isbn: 9789561425378

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СКАЧАТЬ así el problema, queda en evidencia la insignificancia de los criterios de quienes, ante esos textos bíblicos, han tomado posición por una interpretación literal o han inventado el falso problema del monogenismo y el poligenismo, o han caído en la mezquindad de ver en esta tragedia que afecta a toda la humanidad solo un “pecado” relacionado con el acto sexual.

      El solo hecho de que el tentador ofrezca a nuestros ancestros míticos una sabiduría que los hará igual a los dioses si comen del fruto del árbol que Dios les ha prohibido comer y que el texto diga que Eva accedió a comer de él porque le pareció bueno para alcanzar la sabiduría, basta para entender el alcance de ese lenguaje para quien tiene un conocimiento integrado de la Torah.

      Pero una vez entendido eso y descartadas todas las interpretaciones que no se avienen con esta polémica fundamental del monoteísmo hebreo contra el paganismo politeísta de las naciones del Medio Oriente, se abre la puerta para la comprensión de las más pesadas verdades acerca de la evolución histórica global de la humanidad en el proceso del ascenso del hombre mediante la tecnología y la generación de riqueza. Y es justamente llegando a este hito de la interpretación del mito bíblico del paraíso y la caída que la versión china y la versión hebrea se encuentran.

      Mirado el problema con un criterio agnóstico, es evidente que tanto el monoteísmo israelita como el politeísmo pagano no corresponden hoy a ninguna realidad para nuestra comprensión intelectual y científica del mundo. Pero aun así, un agnóstico podría entender más bien por la vía de la antropología filosófica y la psicología analítica que las divinidades antiguas por proyección reflejan aspectos importantes y muy profundos del funcionamiento psíquico de los hombres. De lo cual se puede extraer una conclusión general útil para nuestra investigación, en el sentido de que Dios o los dioses, polos de una disyuntiva que en los textos bíblicos parece de vital importancia para el pueblo de Israel, representan opciones básicas de vida capaces de configurar un destino histórico en términos mucho más graves y reales que lo que podría ser el mero estudio objetivo de las características que la historia, la antropología y la sociología podrían describir como propias de las culturas que generan una u otra opción.

      Desde el punto de vista agnóstico se podría establecer también un paralelo entre los dioses civilizadores de la antigüedad con las ideologías del siglo XX, las que llegaron a adquirir para sus adherentes hasta un carácter numinoso, a la par que sus fundadores fueron rodeados de un aura semejante a la de las divinidades antiguas y venerados en santuarios. Así se entiende que en la antigüedad la opción por el culto a determinados panteones de dioses correspondía de hecho a optar por un determinado tipo de orden cultural y, en consecuencia, social y político. Así se entiende, por ejemplo, lo que Mao Tse Tung quiso decir en su famosa afirmación que reza: “Lo más importante en el hombre es la ideología”, lo que equivale a decir en la naciente iglesia cristiana, que lo más importante en la vida humana es la fe.

      Se da esta explicación para entender la gravedad real que significaba para los israelitas antiguos adorar dioses extranjeros, el peor de los pecados, el cual atentaba contra el primer mandamiento del decálogo.

      Dicho así fuera de contexto parece ser solo una concepción propia de épocas remotas en las que primaban las estructuras religiosas de la sociedad, lo que hoy carece de sentido. Pero entendido el problema en su real significado espiritual, el dilema que se presentaba al pueblo de Israel entre una opción por Iahvé y otra por los dioses extranjeros se vuelve próximo y actual, hasta adquirir rasgos inquietantes como se verá a continuación.

      Los ejemplos dados sobre lo que se ha acordado en llamar la “revolución monoteísta” son, pues, los que nos permiten descifrar sin mucha dificultad el texto en que aparece el tentador en el paraíso en la forma de una serpiente que induce a nuestros primeros padres a desobedecer a Dios, atraídos por los halagadoras promesas de adquirir una sabiduría que los hará igual a los dioses, los cuales son aludidos en el texto con la palabra “elohim”, que se traduce por “potestades”.

      El supuesto ineludible que contiene el texto en el sentido de que esa sabiduría es maligna, aunque sea calificada en los ambiguos términos de ser una “ciencia del bien y del mal”, se relaciona justamente con el pasaje antes citado del libro “Números” de la Torah. Los exploradores que Moisés envió a la tierra de Canaán, para informarse acerca de cómo era el país como fuente de recursos naturales, pero sobre todo cómo era su gente y sus formas de vida, y que causó la admiración de estos visitantes clandestinos cuya confusión de valores fue castigada con la muerte, contiene una referencia al problema central del texto de la tentación de Adán y Eva; pues la sabiduría prometida por esta divinidad de la fertilidad, esto es, la serpiente, no es otra sino aquella que permite a los cananeos la construcción de una civilización admirada por los israelitas pero cuyos fundamentos son tenebrosos. El texto antes citado del libro “Números” contiene un breve comentario por el que los emisarios le advierten a Moisés que se trata de una sociedad que devora a su gente, declaración que es seguida por la mención de los gigantes. Sociedad esclavista entregada a lo que en el Antiguo Testamento se denomina las “abominaciones de la idolatría”, entre las que los sacrificios humanos y especialmente los sacrificios de niños eran prácticas rituales ordinarias.

      Entendido así el carácter de la sabiduría ofrecida por la serpiente, cabe detenerse para analizar el problema que plantea su nombre, esto es, “del bien y del mal”. Se ha dicho que con este par de opuestos según las modalidades idiomáticas hebreas se está significando un saber que lo abarca todo, y que por tanto, esa denominación no debe ser entendida solo en términos de lo bueno y lo malo en el sentido moral. Ese argumento sería entonces el que permitiría interpretar el pecado de Adán como el orgullo de querer acceder al saber de los dioses o sea de ser un superhombre, en circunstancias de que Dios lo ha creado como un ser con una naturaleza determinada con sus posibilidades y limitaciones, cuyo saber le ha sido dado justamente para vivir en la plenitud de la ley que rige su ser. Dicho así resulta una aventura trágica en la que es protagonista el ancestro mítico y su consorte, pero que se mantiene en lo que es lejano y extraño como cualquier mito heroico de la antigüedad cuyo contenido humano no nos alcanza. Fundamentar en tal arquetipo narrativo la convicción y el dogma de que por eso la humanidad cayó de su venturoso estado primigenio a la condición de humanidad desgraciada y pecadora, y que por eso necesita ser salvada, lo cual conlleva la terrorífica posibilidad de condenarse; y convencer de eso, primero, al pueblo de Israel y enseguida a todos los que adhirieron a la fe cristiana e islámica, no resulta convincente hoy como explicación teológica; aunque no sea erróneo decir que con el par de opuestos “bien” y “mal” se quiere designar la totalidad de las cosas existentes.

      Resulta más acertado entender este problema si se atiende a las consecuencias del engaño del tentador y la desobediencia de la pareja primordial. En efecto, salta a la vista que la adquisición de esa sabiduría capaz de hacer de los hombres un igual de los dioses, como primer aporte al conocimiento de los ancestros míticos, fue la conciencia que en ellos se despertó de estar desnudos y sentir vergüenza de su condición. Luego vino el miedo y la necesidad de esconderse, en lo que va involucrada la angustia culpable. Acto seguido surge una distancia entre el hombre y Dios que antes no existía, y por la necesidad de justificarse ante el creador nace el discurso humano manipulado caprichosamente: “La mujer que me diste por esposa me ofreció del árbol y comí…”. “La serpiente me sedujo y comí…”. En suma, todo esto puede calificarse globalmente como una pérdida de la inocencia, dando a esta palabra su más alto significado, tal como Confucio la concibe como la conciencia recta del hombre que es auténtico, en quien no hay doblez ni hipocresía ni tendencia a pensar mal. El ofrecimiento de la serpiente comenzaba diciendo que al comer del fruto prohibido por Dios se abrirían sus ojos. Con esto el tentador insinuaba que en su primer estado los hombres estaban ciegos, porque lo que veían y conocían del mundo y de sí mismos no era la realidad, la cual les era intencionalmente ocultada por Dios. Pero, continuando con las consecuencias de la desobediencia, a la pérdida de la inocencia que provoca la caída en el miedo y la culpa, sigue ahora el juicio СКАЧАТЬ