Antropología de la integración. Antonio Malo Pé
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СКАЧАТЬ desarrollarse. De ahí que el cuerpo humano, a la vez que dependiente, sea capaz de ponerse al servicio de los más necesitados: niños, enfermos, ancianos, y pueda darse a otra persona de modo conyugal, fundando la familia. La dependencia, el autodominio y la donación constituyen, pues, un aspecto importante del carácter sistémico, simbólico y espiritual del cuerpo humano. Ya en el nacimiento prematuro que caracteriza al ser humano se observa la necesidad de relaciones estables entre los padres, es decir, la institución familiar, la cual origina vínculos de amor, de participación, solidaridad y gratuidad entre sus miembros, que son imprescindibles para el desarrollo de las personas, la formación integral de los hijos y el perfeccionamiento de su capacidad de amar. En definitiva, el cuerpo personal es orgánico, simbólico, racional, necesitado, pero también dotado de una riqueza incomparable, pues puede dar lugar a profundos vínculos de amor; de ahí que pueda ser usado metafóricamente para referirse a diversas instituciones naturales, como la familia (el cabeza de familia), o a estructuras sociales humanas (los cuerpos intermedios) e, incluso, sobrenaturales (la Iglesia o cuerpo místico de Cristo).

      Si la visión del cuerpo por parte de la física, la anatomía y la fisiología implica un distanciamiento y objetivación, la vivencia del propio cuerpo manifiesta, por el contrario, una experiencia subjetiva, en la cual este aparece como símbolo de una interioridad trascendente, como se observa en los fenómenos del pudor y la vergüenza. Es decir, el cuerpo humano, además de objeto de las ciencias, es símbolo de la persona, una realidad que lo transciende y a la cual remite de forma necesaria, en tanto que sólo ella lo dota de un significado último, es decir, le confiere dignidad.

      La corporeidad está constituida también por los gestos, sobre todo de las manos y el rostro, pues estas partes están dotadas de una movilidad muy grande (el cambio de postura de la mano y de los dedos, del color de la cara, del resplandor y brillo de los ojos), así como de una funcionalidad muy diferenciada (comunicar mensajes, atención, petición, complicidad). Los gestos no equivalen a la suma de los simples movimientos de las partes del cuerpo, sino a cambios globales de la corporeidad, con los que se manifiesta el estado de ánimo, los sentimientos, los deseos, la preocupación, el conflicto o la amistad.

      En las relaciones interpersonales mediadas por el cuerpo hay que incluir una serie de fenómenos de notable valor antropológico, como la risa y el llanto, la ternura, el vestido y la danza. La risa y la sonrisa permiten modular una amplia gama de sentimientos referidos al otro: complacencia, indulgencia, humorismo, alegría, esperanza; mediante el llanto se alcanzan tonos tétricos: dolor, sufrimiento, rabia, impotencia, desesperación. El amor, o sea, el placer de estar-con y ser-para el otro, se muestra en la caricia, el beso, el abrazo. Los modos de manifestar el amor dependen tanto de la persona como de las culturas: restregarse las narices, aproximar las mejillas, el beso de la paz, el abrazo, etc., son algunas de las formas culturales con que la corporeidad expresa la dimensión amorosa. En fin, la indumentaria, los adornos, el modo de hablar y moverse, además de ser objetivaciones de la personalidad, revelan la posición social de la persona o su pertenencia a un grupo, como se observa en algunos piercing y tatuajes. La danza ocupa un lugar particular en el significado relacional de la corporeidad, pues no solo incorpora la tradición, las costumbres sociales y la cultura, sino que las transciende, cuando, por ejemplo, se convierte en rito sagrado.

      En definitiva, mediante las facciones de la cara, la mirada, las expresiones del rostro, el timbre de la voz y el movimiento del cuerpo puede pasarse de un encuentro casual con el otro a una relación estable, como sucede en la amistad. Así, lo que aparentemente es más exterior y específico —el cuerpo— se transforma en la principal puerta de acceso a la intimidad de las personas.

      ¿Qué es, entonces, el alma? Aristóteles ofrece dos definiciones de alma: una estructural y otra dinámica.