Teorías del Imperialismo y la Dependencia desde el Sur Global. John Smith
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Название: Teorías del Imperialismo y la Dependencia desde el Sur Global

Автор: John Smith

Издательство: Bookwire

Жанр: Социология

Серия:

isbn: 9789874066046

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СКАЧАТЬ los esquemas de reproducción del resto de la obra, no puede obviarse que Marx, ya en el libro primero había formulado la hipótesis de que la conquista y colonización de América, África y Asia constituían una precondición imprescindible e indispensable para que se conformara el sistema capitalista a escala mundial (Marx, [1872-1873] 1988, T. I, Vol. 3: 939).

      Aun destacando el innegable brillo teórico y la valentía política de Rosa Luxemburg (esa águila que siempre voló más alto que todas las gallinas reformistas que la insultaron y despreciaron, como bien advirtió Lenin ante su asesinato), gran parte de esos debates iniciados por Tugán-Baranovski, propios de la Segunda Internacional, se perdían en los laberintos de los diversos niveles lógicos de la escritura de El Capital, por ejemplo, confundiendo las abstracciones lógicas de los esquemas de reproducción con esquemas formales de la sociedad capitalista (Sweezy [1942] 1973: 211-236; Mandel [1962] 1983, T. 2: 97-98; Rosdolsky [1968] 1989: 510-519; Caputo y Pizarro [1970] 1975: 210-211 y 1971: 76-77; Colletti [1978] 1985: 237-279; Marini 1979a; Osorio 2004: 38-40).

      Aquellas viejas antinomias entre el objetivismo catastrofista del presunto “derrumbe” y la moralina revisionista, hoy insostenibles y tan solo interesantes para quien pretenda conocer la historia de la teoría social crítica, se reprodujeron en tiempos más recientes con otros ropajes, nuevos formatos y jerga apenas modificada, pero repitiendo palmo a palmo los mismos errores de antaño (que, de tan repetidos, dejan de ser errores para transformarse en obstáculos epistemológicos y políticos). En las formulaciones más cercanas a nuestra época —claramente deudoras y herederas de la Segunda Internacional, que oponía mecánicamente el objetivismo y el voluntarismo; “la economía” y “la política”—, aquellas descoloridas e inoperantes dicotomías vuelven a presentarse invitándonos a optar entre:

      (a) La teoría del valor de El Capital de Marx, interpretada de modo arbitrario como si aquella consistiera en una explicación genérica, simple y objetivista del metabolismo del “capital en general”, que nos describiría, supuestamente, cómo funciona el capitalismo en cualquier lugar del planeta (prescindiendo de todo tipo de mediaciones, desarrollo desigual entre formaciones económico-sociales, asimetrías nacionales ni superexplotación de la fuerza de trabajo) y

      (b) La teoría leninista del imperialismo, asociada a una concepción “voluntarista” de la organización revolucionaria, y a un análisis del capitalismo centrado exclusivamente en los monopolios y las rivalidades entre potencias, pero no sustentado en las formas y modos de producción y reproducción de la vida social.

      Es decir, una falsa y forzada disyunción exclusiva que pretende introducir al interior del paradigma marxista las antinomias propias y típicas del pensamiento burgués.

      ¡Como si la teoría del valor de Marx y la teoría del imperialismo de Lenin fueran antagónicas y excluyentes!

      Lo cierto es que, más allá de hermenéuticas malintencionadas y macartistas, Lenin supera el objetivismo pasivo de la Segunda Internacional que a partir de una lectura en clave fatalista de la concepción materialista de la historia y el callejón sin salida de una presunta teoría del “derrumbe” (extraída con fórceps de El Capital) pretendía condenar al movimiento revolucionario a “esperar” el despliegue hasta el infinito del capitalismo hasta que este se choque, casi mecánicamente, con sus limitaciones endógenas. Pero Lenin tampoco cae en la apología ingenua y en el fondo predeterminista, desde la cual, se cantan loas de alabanza ciega al espontaneísmo de las masas que se levantarían por arte de magia cuando “exploten”, frente a sus límites ineludibles, las contradicciones internas del sistema capitalista.

      Aunque en sus investigaciones y estudios económicos (desde 1893 a 1916) encontramos varias pistas de su resolución, las claves principales mediante las cuales Lenin resuelve el dilema entre objetivismo y subjetivismo se encuentran principalmente en sus teorías de la crisis y las situaciones revolucionarias junto con su teoría de la hegemonía (núcleo epistemológico de su filosofía marxista de la praxis). En dichas teorías se articulan dialécticamente las dimensiones “objetivas” y “subjetivas” del marxismo; separadas, desconectadas y enfrentadas tanto en las obras de los “ortodoxos” como en las intervenciones de los “revisionistas”. Frente a ambos, Lenin apostó dialécticamente por una perspectiva radical, anticapitalista y antiimperialista, que ponía en el centro de la discusión la antinomia sujeto-objeto. La base epistemológica del planteo leninista sobre la hegemonía gira en torno al concepto de “crisis revolucionaria”, condición de posibilidad objetiva para la intervención política subjetiva y organizada del campo revolucionario. Ni derrumbe catastrófico y automático ni simple imperativo categórico: la originalidad del planteo estratégico de Lenin residía en su defensa de la legitimidad de la organización revolucionaria (y sus múltiples formas de lucha), imprescindible para intervenir en las situaciones revolucionarias abiertas por la crisis estructural y sistémica del capitalismo, entendido como sistema imperialista mundial.

      En su obra se conjugan entonces sus teorías sobre: (a) la crisis; (b) la situación revolucionaria; y (c) la hegemonía. Estas tres dimensiones, articuladas desde una estrategia política, le permitieron eludir la antinomia sin salida del catastrofismo economicista que esperaba, infructuosamente, el “derrumbe”, así como también la impotente y reformista moralina neokantiana.

      Por ejemplo, refiriéndose al primero de mayo de 1913, en su texto “La celebración del 1 de mayo por el proletariado revolucionario”, Lenin intentó definir conceptos claves como los de “situación revolucionaria” y “crisis revolucionaria”. Por entonces escribió: “La sola opresión, por grande que sea, no siempre origina una situación revolucionaria [subrayado N. K.] en un país. Para que estalle la revolución no basta con que los de abajo no quieran [subrayado de Lenin N. K.] seguir viviendo como antes. Hace falta, además, que los de arriba no puedan [subrayado de Lenin N. K.] seguir administrando y gobernando como hasta entonces” (Lenin [1913] 1960, T. 19: 218-219). Estaba claro que su planteo se negaba a apoyarse exclusivamente en crisis económicas para esperar sentados el supuesto “derrumbe” y la emergencia de un cambio de régimen.

      Dos años más tarde, Lenin volvía a insistir con la dialéctica de objetividad-subjetividad y la pertinencia de las categorías de “situación revolucionaria” y “crisis revolucionaria”. Escribía entonces: “Porque la revolución no surge de toda situación revolucionaria, sino solo de una situación en la que a los cambios objetivos antes enumerados viene a sumarse un cambio subjetivo” (Lenin [1915] 1960, T. 21: 212).

      No es casual que, por esta resolución dialéctica del enigma mediante el cual el pensador bolchevique dejaba varios kilómetros atrás, al mismo tiempo, a “catastrofistas” y “revisionistas”, Antonio Gramsci haya caracterizado a Lenin, en sus Cuadernos de la cárcel, como “el más grande teórico moderno de la filosofía de la praxis” (Gramsci [1932-1933] 1999-2000, Cuaderno 11, Tomo 4: 135).

      Ese planteo estratégico y dialéctico de Lenin es el que explica la superioridad que sus posiciones ganaron durante la primera guerra mundial frente a “revisionistas” y “ortodoxos”, ambos pertenecientes a la socialdemocracia reformista, occidentalista y eurocéntrica.

      El capitalismo, ya convertido en sistema mundial imperialista, nunca se “derrumbaría” automáticamente sin la intervención subjetiva y organizada del movimiento revolucionario (no solo el de la Europa occidental, étnicamente blanca, moderna y con pretensiones “ilustradas”, sino también el movimiento revolucionario de las colonias, semicolonias, países periféricos, naciones oprimidas, pueblos indígenas y sociedades dependientes). ¿Intervención que aparecería en qué momento? Pues cuando se presente “la ocasión” sobre la que escribiera el viejo pensador florentino Nicolás Maquiavelo; traducida por Lenin mediante la categoría de “situación revolucionaria” en medio de la crisis del sistema capitalista. Por eso la teoría leninista del imperialismo no solo constituye un aporte teórico y científico de largo aliento (imprescindible para comprender la génesis y desarrollo de la СКАЧАТЬ