Название: Teorías del Imperialismo y la Dependencia desde el Sur Global
Автор: John Smith
Издательство: Bookwire
Жанр: Социология
isbn: 9789874066046
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Derrumbe ineluctable y depresión crónica, por un lado, mandato ético e imperativo categórico, por el otro. Una típica “antinomia del pensamiento burgués”, según explicó Lukács (Lukács [1923] 1982: 120). Antinomia que Lenin impugnó al mismo tiempo por constituir dos caras de la misma moneda reformista, manteniendo la brújula del marxismo revolucionario en medio de “revisionistas” y “ortodoxos”, ambos bandos enfrentados dentro de un mismo paradigma hegemónico en tiempos de la Segunda Internacional, que Lenin enfrentó con su teoría del imperialismo y su reflexión sobre la crisis capitalista y la emergencia de las “situaciones revolucionarias”.
La aguda y encendida polémica del pensador bolchevique contra el reformismo en sus diferentes vertientes y matices resulta difícil de diluir o desdibujar, a pesar de los eruditos y denodados esfuerzos llevados a cabo por Giacomo Marramao (Marramao 1978: 7-49), ensayista italiano cuyos infructuosos intentos por borrar las fronteras entre la Segunda Internacional y la Internacional Comunista, así como los límites entre reformismo y leninismo, fueron seguidos al pie de la letra, y de modo completamente acrítico, durante la segunda mitad de los años 1970 y toda la década de 1980, por el argentino José Aricó, una vez que este último girara definitivamente hacia la socialdemocracia (Aricó [1976-1977] 2012: 211-244). Quién sabe qué malabarismos teóricos y políticos ensayarían Marramao y Aricó para resignificar la siguiente proposición de Lenin, presente en el prólogo a las ediciones francesa y alemana de El imperialismo, fase superior del capitalismo, escrito el 6 de julio de 1920: “La escisión internacional de todo el movimiento obrero se muestra ahora con toda nitidez (II y III Internacional). La lucha armada y la guerra civil entre las dos tendencias [subrayado N. K.] es también un hecho evidente [...]”, y a continuación Lenin enumera, una por una, las confrontaciones entre ambas internacionales en diversos países, incluyendo el asesinato de Rosa Luxemburg y los espartaquistas en Alemania a manos de la socialdemocracia reformista (Lenin [1916a] 1960, T. 22: 203; Lenin [1916b] 2009: 405).
En ese nutrido y variopinto conglomerado del cual se fue desmarcando Lenin cada vez con mayor énfasis y contundencia, cabe incluir a una buena parte de quienes se empantanaron, confundiendo la lógica con la historia, girando en falso en torno a los esquemas marxistas de reproducción del libro segundo, descontextualizados del resto de hipótesis y teorías de El Capital.
El principal pensador bolchevique logró desmarcarse y diferenciarse tanto de los “catastrofistas” como de los “revisionistas” por no haber confundido jamás los presupuestos lógico-dialécticos y metodológicos de El Capital con las realidades empíricas de cada una de las formaciones económico sociales integradas en el sistema mundial imperialista.
Un segmento importante de esos nuevos debates comenzaron principalmente, a partir de las intervenciones del ya mencionado Mijaíl Ivanovich Tugán-Baranovski, primero con su obra Estudios sobre la teoría e historia de las crisis comerciales en Inglaterra [1894] y luego con su Fundamentos teóricos del marxismo [1905]. Tugán-Baranovski, marxista legal, neoarmonicista y revisionista, creyó identificar en Marx dos teorías distintas del “derrumbe”, una basada en la caída tendencial de la tasa de ganancia, la otra en el subconsumo. Primero le respondió, desde la supuesta “ortodoxia”, Heinrich Cunow, defendiendo la pretendida teoría del “derrumbe”. A su turno Karl Kautsky, por entonces también “ortodoxo”, le contestó a Tugán-Baranovski intentando reemplazar la teoría del “derrumbe” por la teoría de la crisis entendida como “depresión crónica continua”, pero sin salirse a fondo del planteo de origen. También participaron del debate Conrad Schmidt, homologando aquella supuesta teoría del “derrumbe” con el subconsumismo, posición que incluso profundizó Louis B. Boudin (Sweezy [1942] 1973: 211-236).
El bando revisionista, aspiró a escapar de la presunta teoría determinista y objetivista del “derrumbe”, cayendo en los brazos de Kant, condimentado con el cooperativismo y el gradualismo, pero impregnando por sobre todas las cosas a la teoría socialista de una mirada marcadamente eurocéntrica, colonialista y occidentalista (Bernstein, [1899] 1982: 57-58), diametralmente opuesta a la perspectiva anticolonialista de Karl Marx.
Junto a Bernstein, el otro gran exponente del revisionismo, con no menor erudición que su homólogo alemán, es sin duda el austro-marxista Otto Bauer, quien, polemizando con Rosa Luxemburg, en 1913 planteó esquemas de reproducción pensados para cuatro ciclos de acumulación capitalista; mientras Henryk Grossman, aún intentando polemizar con el armonicismo de Tugán-Baranovski, adoptó los mismos esquemas de Bauer extendiéndolos a un cálculo de treinta y un años (Sweezy [1942] 1973: 231-236; Grossmann [1929] 1984: 67 y ss.; Colletti 1985: 432).
De todas las intervenciones que participaron de aquella nueva polémica la más radical fue, sin duda alguna, Rosa Luxemburg. Analizando el proceso global de la producción capitalista y teniendo en mente la lucha política contra el imperialismo (y su indisoluble militarismo), Luxemburg intentó subrayar los límites objetivos de la acumulación capitalista, tratando de demostrar, a partir del cuestionamiento de los esquemas de reproducción del libro segundo de El Capital, que la acumulación o reproducción ampliada se vuelve imposible en un sistema capitalista “cerrado” (en el cual, según los supuestos metodológicos de Marx, solo habría dos clases: capitalistas y clase obrera). En su óptica, la realización del plusvalor necesita siempre “un afuera” (Luxemburg [1912] 1967: 269), pues dentro del sistema “cerrado” llegaría un momento en que la demanda con capacidad solvente de pago se volvería imposible, excepto que... esa demanda provenga de “afuera”, es decir, de relaciones sociales precapitalistas (sea en relaciones sociales agrarias en las metrópolis, sea en colonias aún no completamente sometidas y subsumidas por las relaciones sociales capitalistas del sistema mundial).
Al escribir este libro, el objetivo político de Rosa era sumamente radical: cuestionar el colonialismo capitalista, pero también someter a discusión las complicidades del colonialismo “socialista” de la Segunda Internacional (representado, en el Congreso Internacional de 1907, como ya señalamos, principalmente por Eduard Bernstein y Hendrick Van Kohl), poniendo en el primer plano de la discusión teórica los procesos de conquista y sometimiento de diversos pueblos, sociedades y naciones de la periferia del sistema capitalista, sin los cuales el capitalismo no podría sobrevivir de ninguna manera como sistema mundial. (La afamada “acumulación por desposesión” de David Harvey (Harvey 2003: 111-140) resulta netamente deudora de los análisis que un siglo antes desarrollara Rosa Luxemburg). En ese plano Rosa fue una crítica demoledora del eurocentrismo que lamentablemente impregnó a las principales autoridades de la teoría socialista en tiempos de la Segunda Internacional.
No obstante, como ha sido advertido en demasiadas ocasiones, las limitaciones de este loable intento, motivado por un objetivo claramente revolucionario y radical, se centran en la incomprensión metodológica del nivel de abstracción lógica de los esquemas de reproducción de El Capital (Rosdolsky [1968] 1989: 92-100; Valier [1971] 1975: 100-101; Guillén Romo 1978: 74). En ese mismo sentido agrega Marini: “Además de manifestar la tendencia que caracteriza de reducir lo lógico a lo histórico, fuente de todos los errores de su obra de innegable valor, Rosa Luxemburg se equivoca en la apreciación del concepto de reproducción simple, puesto que no es lo mismo una abstracción que una ficción” (Marini, 1979a).
No era un despropósito focalizar la mirada —como bien lo hizo Rosa Luxemburg— en ese “afuera” de la acumulación capitalista en Europa occidental, es decir, en la periferia del sistema capitalista mundial, donde se encuentran precisamente los pueblos colonizados, las formaciones sociales periféricas y dependientes y la fuerza de trabajo “indígena” (como la denominó Lenin), todas ellas temáticas que la posterior teoría marxista de la dependencia adoptará como objeto prioritario de estudio y análisis.
Sin embargo, haciendo un balance desde nuestros días, es innegable que Marx estaba más que “informado” de los procesos colonialistas propios del sistema mundial capitalista (Kohan 1998 y 2022). Si los esquemas de reproducción ampliada del libro segundo de El Capital СКАЧАТЬ