Shakey. Jimmy McDonough
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Shakey - Jimmy McDonough страница 53

Название: Shakey

Автор: Jimmy McDonough

Издательство: Bookwire

Жанр: Изобразительное искусство, фотография

Серия:

isbn: 9788418282195

isbn:

СКАЧАТЬ adolescentes, habían conseguido meter cabeza en todo el tinglado publicitario a fuerza de hacerles recados a las estrellas del mundillo. En 1959 abrieron su propia agencia, que les reportó grandes beneficios por todo Manhattan. Al año siguiente se mudaron a California y, tras toda una serie de desaguisados, se quedaron en la miseria y sin sede; hasta que una noche de borrachera se colaron en Revue Studios, un enorme plató de producción. La pareja dirigía su compañía publicitaria desde el mismísimo plató, en las narices de los ejecutivos del estudio, para lo cual utilizaron un camerino vacío decorado con material de oficina procedente del departamento de atrezo; al final los guardias de seguridad acabaron por expulsarlos del local. «Recuerdo que nos obligaron a llevarnos la máquina de escribir», dijo Stone. «Que era suya.»

      La siguiente hazaña del dúo dinámico fue abrir un club nocturno de folk/jazz, el Hootenanny. El club estaba a tomar por saco de todas partes y sus empleados acabaron robando hasta los bolis, con lo cual Greene y Stone tuvieron que plantearse un nuevo cambio de tercio. «El día que el club cerró, pensamos: “¿Y ahora qué hacemos?”», comentaba Stone. «“Oye, ¿y si probamos suerte en la industria discográfica?”»

      Greene y Stone empezaron a costearle las sesiones de grabación al productor y arreglista Jack Nitzsche, y en una de las sesiones de Darlene Love conocieron a Sonny y Cher. En una calculada maniobra para provocar su ascenso meteórico, consiguieron venderle el dúo —tanto juntos como por separado— a todos los ejecutivos discográficos de la ciudad, incluido Mo Ostin de la Warner Bros., que ya los había fichado (aunque todavía no habían firmado el contrato) como Caesar and Cleo. Ahmet Ertegun fue el que acabó sacando «I Got You, Babe», un hitazo espectacular que consolidó la relación de Greene y Stone con Atlantic Records. «Bobby Darin aparte, Sonny and Cher fueron los primeros artistas blancos de rock and roll que Ahmet fichó en su vida», comentaba Stone.

      A pesar de los innumerables éxitos de Sonny and Cher, las cuentas nunca acababan de cuadrar en las oficinas del 7715 de Sunset Boulevard. «Los despachos de la parte trasera del edificio daban al aparcamiento, así que Charlie y Brian podían ver cómo les embargaban los coches», recuerda Marcy Greene, la esposa de Charlie. «Yo estaba de pie, de cara a la ventana, y le decía: “Oye, Charles, ahí hay un tío que se está metiendo en tu Corvette”. Entonces él llamaba a Brian por el interfono y le decía: “Nos acaban de pillar el coche; ¡tenemos que conseguir otro!”. Y al cabo de una hora volvían con un Caddy descapotable.» Las cosas llegaron a ponerse tan mal que Charlie hizo que la sociedad de autores le enviara los cheques de los royalties directamente a Martoni’s, el garito que frecuentaba la gente del mundillo. «Me tocaba pagarle los cubatas a todos los putos pinchadiscos del mundo», refunfuñaba.

      Para colmo, mientras Charlie y Marcy se daban el sí quiero en el lujoso Hotel Plaza —todo un acontecimiento al que acudieron Ahmet Ertegun y Jerry Wexler, los directivos de Atlantic— Hacienda echaba el candado a las oficinas de Los Ángeles de Greene y Stone por impago de impuestos. Tras la ceremonia, Greene tuvo que pedirle a Wexler un préstamo más que considerable. «El tío acababa de asistir a nuestra boda, y ahora Charlie le pedía la friolera de setenta y ocho mil dólares», decía Marcy. «Al final la noche le acabó saliendo carísima.»54

      En medio de este panorama tan demencial aparecieron los Buffalo Springfield, cinco chavales ingenuos dispuestos a comerse el mundo. Según Charlie Greene, fue la limusina lo que les llamó la atención. «Stephen me dijo una vez: “Os vi en aquella limusina por Sunset Boulevard y supe que tenía que contrataros. Tío, aquello era lo que yo quería: a los cabrones aquellos de la limusina”.» Richard Davis añadió: «Greene y Stone daban el pego de una manera espectacular; tenían el numerito muy bien ensayado. Al ser unos empresarios de la contracultura, estaban de nuestro lado… o al menos eso parecía».

      Eso parecía. Greene y Stone se apresuraron a intentar colocarle la banda a Atlantic. Jerry Wexler recuerda recibir aquella llamada. El conocido productor de la mayoría de los artistas de R&B y soul de Atlantic detestaba tratar con los «rockoides» —como los llamaba él— y le pasó la información a su socio, Ahmet Ertegun. Un tipo calvo y con perilla, Ertegun era una rara avis en aquel mundillo de tres al cuarto de la industria musical: un caballero.

      «Cuando Ahmet entraba en la sala», le contó Young al público presente en el Salón de la Fama del Rock en 1995, «te volvías buena persona». Hijo de un diplomático turco, Ertegun tenía la habilidad de camelarse a quien se le pusiera por delante —desde Otis Redding hasta un jefe de estado—, y tras aquella voz tan grave de enrollado se escondía un empresario como la copa de un pino. Atlantic Records, con sede en Nueva York, había saltado a la fama gracias al sofisticado R&B de intérpretes de la talla de Ray Charles, Ruth Brown o los Drifters, pero a mediados de los sesenta Ertegun estaba ansioso por ampliar sus horizontes para darle cabida a aquella nueva corriente emergente de rock blanco. Después de que Greene y Stone le proporcionaran la mina de Sonny and Cher, Ertegun era todo oídos, y al llegar a Los Ángeles, se quedó boquiabierto al escuchar una maquetita que los Springfield habían grabado en Capitol con Barry Friedman —Ertegun recuerda que uno de los temas era «Flying on the Ground Is Wrong» de Young—, y se reunió con el grupo en el despacho de Greene y Stone.

      «Había más gente interesada en los Springfield», comentaba Ertegun. «Me costó Dios y ayuda hacerme con ellos, y no era una cuestión de dinero; era más bien una cuestión de “Quién va entender nuestra música”. Al final acabé por convencerlos.

      »Recuerdo que me senté con ellos en el suelo a charlar. Hicimos buenas migas… Creo que les gustó el detalle de que me sentara en el suelo. Cuando un intérprete me interesa, lo trato como si fuera una estrella, y para mí aquellos chavales eran unas estrellas excepcionales; pensé que aquel grupo iba a revolucionar el panorama musical. Era fantástico contar con tres guitarras que además eran unos magníficos vocalistas.»

      Ahmet pasó a formar parte del universo de la banda y permanecería a su lado hasta el amargo final. Durante los dos años siguientes, establecería un vínculo muy estrecho con Stephen Stills. Ertegun no dudaba en reconocer que Neil Young era un tipo algo difícil, tanto a nivel personal como comercial. «Neil era una persona muy diferente al resto», afirmaba Ertegun, que recuerda la última pregunta que le hizo Young antes de que concluyera aquella primera reunión. «Yo juego al golf», le dijo al dueño de su nueva discográfica. «¿Me puede conseguir acceso a algún club de golf de por aquí?»

      «La poesía de Stephen era terrenal, más basada en el blues, con cierta predilección por los ritmos latinos», explicaba Ertegun. La música de Neil era mucho más abstracta. Neil tenía muchos planteamientos musicales que me costaban entender, y la voz rara, temblorosa. Es como contemplar un cuadro cubista en 1920; si te limitas a observar un Picasso, piensas: “No tengo ni idea de qué va esto”. Pero cuando ves todo el conjunto de su obra, es algo espectacular.»

      El 8 de junio de 1966 la banda firmó un contrato con Greene y Stone. En virtud de un acuerdo calcado del de Sonny and Cher, Buffalo Springfield pasaron a ser competencia de Atco, una filial de Atlantic, pero en realidad estaban fichados por el sello de Greene y Stone, York/Pala Records.

      El contrato incluía un acuerdo editorial que acabaría provocando desavenencias. Atlantic se hizo con el 37,5% de los derechos, al igual que hicieron Greene y Stone, por medio de su compañía Ten East. Con Springalo Toones, una editorial musical creada por los mánager, los Springfield acabaron con solo el 25% de los derechos, a dividir entre seis (a Richard Davis, considerado miembro auxiliar del grupo, también se le concedió una parte).

      Greene y Stone se ocuparon de equipar al grupo con instrumentos, apartamentos y cuentas para gastos, lo que le permitió a Young comprarse otra Gretsch y costearse un estudio por doce dólares y medio semanales en Commodore Gardens, una urbanización cerca de Hollywood Boulevard. Por si fuera poco, Greene y Stone se autoerigieron en productores de los discos de Buffalo Springfield. «Poco a poco nos disuadieron de trabajar con Jack Nitzsche para acabar eligiéndolos a ellos como productores», СКАЧАТЬ