Shakey. Jimmy McDonough
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Название: Shakey

Автор: Jimmy McDonough

Издательство: Bookwire

Жанр: Изобразительное искусство, фотография

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isbn: 9788418282195

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СКАЧАТЬ alguno se aceleraba o se quedaba rezagado; ahí fue cuando empecé a tomar conciencia del ritmo.

       —Donna Port piensa que seguramente hayas enterrado la mayor parte de los recuerdos de las disputas que mantenías con Stephen, porque sería demasiado doloroso rememorarlos.

       —Puede que tenga razón. Sé que siempre estábamos de bronca en el grupo, pero no sé por qué… Lo digo en serio. Supongo que sí que he enterrado buena parte de todo aquello.

       Stephen estaba convencido de la importancia vital de decirnos a todos lo que teníamos que hacer; tenía una visión del grupo. Lo único chungo es que a Bruce y a mí no nos hacía ninguna gracia que nos dijeran lo que había que hacer; no era la manera de hacer las cosas, sobre todo con Bruce. Yo me lo tomaba con más calma, me guardaba las cosas para mis adentros, pero Bruce no estaba dispuesto a tragar con tanta gilipollez.

       Bruce simplemente se dedicaba a imitarlo. Cada vez que Stephen decía cualquier cosa, Bruce se metía con él. Si Stephen decía: «A ver, hazlo así», Bruce le soltaba: «A ver, hazlo así; ¿lo pillas?». Bruce se le plantaba delante, le miraba directo a los ojos y le decía: «¿Lo pillas? ¡Tío, no tienes ni PUTA IDEA!».

       En el fondo, pese a que todo fuera una locura —y pese a lo dominante que pudiera ponerse Stephen para hacer lo que consideraba mejor para el grupo—, créeme, el tío se esforzaba por hacer lo mejor para todos. Se quedó destrozado cuando el grupo se separó, porque era consciente de lo bueno que era.

       Lo de Stephen y yo… pues éramos dos chavales —dos potencias musicales— intentando coexistir en una banda que sabíamos que era una pasada, pero ninguno de los dos se había planteado que el otro también pudiera ser una potencia.

       No creo haber permitido nunca que nadie me dijera lo que tenía que hacer. Pero eso ha sido siempre una constante, y lo sigue siendo.

       —¿Dirías que Stephen y tú evolucionasteis a la par como guitarristas?

       —Yo diría que sí. Creo que cuando nos conocimos yo tocaba un poco mejor, sobre todo la eléctrica, porque él todavía estaba aprendiendo; pero no tardó en ponerse a la par. Fue muy bueno durante un tiempo. Y lo sigue siendo.

       —¿Eres competitivo cuando tocas la guitarra?

       —Creo que no. El tipo de dinámica que llevábamos Stills y yo se podría calificar de competitiva, pero en realidad no lo es. Más bien se trata de construir algo juntos, ¿sabes?

       Patti Smith me contó que vio el Bobfest y que cuando interpretamos «Knockin’ on Heaven’s Door» yo seguía tocando… Sin darme cuenta de que estaba prolongando la canción. Ella se daba cuenta de que algunos de los músicos que había en el escenario estaban flipando: «¿De qué cojones va todo esto? ¿Qué hacen estos tíos?».

       Pero, mira, ahí está la gracia. Mola; yo ni siquiera me percaté de nada, porque estaba con los ojos cerrados, pensando: «Joder, esto es una flipada de la hostia, ja ja ja. Cómo se nos está yendo la pinza a todos».

       Eso es lo que tiene la música de divertido. Lo que a uno le gusta, a otro puede no molarle nada.

       —¿Veías en Stephen algo de ti mismo?

       —Sí. Veía a un guitarra/cantautor ególatra y obsesivo; pero no pensaba que yo lo fuera hasta que me lo señaló él. Entonces caí en la cuenta: «Puede que me haya calado».

       Pero si yo ni sabía lo que significaba la palabra «ego» antes de llegar a Los Ángeles. ¿Ego? ¿A qué te refieres? Por supuesto que quieres hacer tu rollo. Joder, es que de repente el «ego» se convirtió en la muletilla de moda. Era como una especie de psicoanálisis de salón pasado por el filtro de la marihuana. «Regodeo ególatra.» La peña hablaba en esos términos —paranoia, ego—: «Buah, tío, menudo paranoico». Pensar en el futuro… es un tipo de paranoia. Ya puestos, todo es paranoia.

      Greene y Stone podían ser muy divertidos como mánager, pero muchos no se los tomaban en serio como productores. Así lo resumió Phil Spector en el programa de radio de Les Crane, cuando se volvió hacia Charlie y Brian y les dijo: «Tenemos, por un lado, a los cineastas de pacotilla, que vendríais a ser vosotros, y luego, por otro, a Fellini, que sería yo». Cuando los Springfield entraron en Gold Star Studios, para empezar a grabar su primer álbum, empezaron los problemas.

      «Cuando conseguimos nuestra primera sesión de grabación, nos metimos en el estudio a grabar un tema; en eso que oímos una voz que nos dice por el sistema de talkback: “No, es demasiado largo. Tocadlo más rápido”», le contó Stills al periodista Joe Smith. «Neil y yo nos miramos y dijimos: “Más nos vale aprender a manejar estos trastos”.»

      La técnica de grabación de Greene y Stone no tenía ningún misterio: primero montaban una pista instrumental y después grababan las voces por encima, pero de ese modo se perdían cosas. «Los Buffalo siempre tenían en mente tanto las voces como los instrumentos a la hora de hacer arreglos», comentaba Richard Davis. «La versión de Clancy en el estudio quedó coja, porque no disponíamos de pistas suficientes para los coros.» La tensión empezó a aumentar.

      A mediados de los sesenta, uno de los gajes del oficio de los melenudos era el acoso policial, y el cuerpo de policía de Los Ángeles parecía tener fijación especial por ellos. «Tío, los polis eran lo peor», decía Charlie Greene. «De repente, había un montón de melenudos deambulando por la calle con sus pantalones a flores, medio colocados, pero sin meterse con nadie. Los polis no sabían qué hacer con ellos; fue todo un choque cultural.»

      El 10 de julio de 1966, Young se vio atrapado en la línea de fuego. Iba por la ciudad al volante de su Corvette cuando se cruzó con Richard Davis, al que los polis amonestaban por dejar el coche mal aparcado a la entrada del Whisky. Cuando Young paró para echarle una mano, los polis centraron la atención en él y se lo llevaron al calabozo.

      Cuando Greene y Stone llegaron a la comisaría para pagar la fianza, Charlie no tardó en enzarzarse en una discusión con uno de los agentes que había tras el mostrador. El poli, al que la pinta de aquellos dos modernos desagradaba tanto como la del músico que ya estaba entre rejas, comprobó los antecedentes de Greene y se percató de que tenía una orden de arresto pendiente por una infracción de tráfico, así que lo metió en la celda con Neil.

      «Charlie empezó a gritar: “¡Llama a mi abogado! ¡Llama a mi abogado!”», recordaba Stone. «Así que dije: “Venga, ya pago yo la fianza”. Y el poli me dijo: “¿Puede mostrarme el DNI?”. No soy idiota, y como acababa de ver lo que le habían hecho a mi socio, me negué. Al final me dijeron: “Te vamos a arrestar”. Y yo les contesté: “¡Solo así conseguiréis que os enseñe el DNI!”. Total, que acabamos todos en el calabozo.»

      A las tantas de la mañana, fueron las esposas de los mánager las que terminaron pagando la fianza de los tres. Una vez de vuelta en el domicilio de Charlie Greene, un médico se ocupó de las heridas de Young, que, según los formularios que Brian Stone rellenó para imponer la demanda que acabaría ganando, incluían «magulladuras, lesiones en la cabeza y la rotura de un puente de la dentadura». Ahora Young le quita hierro al asunto, pero los presentes afirman que aquel episodio le caló hondo. «Neil se quedó bastante afectado», comentaba Stone. «No es un tipo duro, precisamente, y la verdad es que le metieron un buen palizón.»

       Me pararon cuando iba СКАЧАТЬ