Shakey. Jimmy McDonough
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Читать онлайн книгу Shakey - Jimmy McDonough страница 23

Название: Shakey

Автор: Jimmy McDonough

Издательство: Bookwire

Жанр: Изобразительное искусство, фотография

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isbn: 9788418282195

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СКАЧАТЬ había manera factible de tenerlos a los dos contentos; en mi opinión, era una situación sin salida. Todo aquello me afectó enormemente; creo que a Neil no le afectó tanto, porque aún estaba protegido, por así decirlo; me refiero a que era demasiado joven para hacer lo que yo hice: trabajar.»

      Para Bob todo suponía una lucha constante; se peleó con su familia, dejó pasar la oportunidad de hacer carrera en el golf y se dedicó a deambular por la vida intentando encontrarle un sentido que aún parece seguir escapándosele. Bob recuerda un día de invierno, al poco de separarse la familia, en que daba una vuelta por Winnipeg con Neil y se hicieron la promesa de que el primero que consiguiera triunfar en la vida ayudaría al otro a cumplir sus sueños. Más de cuarenta años después, Neil sigue ayudando a su hermano a hacer realidad el suyo.

      Rassy pensaba que todo habría sido distinto si Bob se hubiera ido con ella a Winnipeg, por supuesto. «Scott le tenía manía a Bob. Puedes cargarte a alguien solo con palabras, dejarle con la moral por los suelos si aprovechas la menor oportunidad para menospreciarle, y eso es lo que hizo Scott.»

      Neil lo interiorizaba todo y se metió de lleno en la música. En el futuro, a menudo se vería como un espectador aparentemente pasivo ante aquella marabunta de productores, mánager y músicos que pugnaban por acaparar su atención; tal vez sea un tipo de afecto que Young es capaz de entender.

      Neil sostenía sus cartas tan pegadas al pecho que ni siquiera sus más allegados tenían claro lo que se traía entre manos. Puede que su música rezume sentimiento en su estado más puro, pero, como persona, «el impasible e introspectivo Neil» era con frecuencia un ser imperturbable e inescrutable.

       Supongo que el concepto de divorcio todavía no estaba muy extendido, así que mamá y papá fueron pioneros, je, je.

      —¿Recuerdas haber vivido muchas peleas durante la infancia?

      —¿Entre mi madre y mi padre? Sí, bastantes. Había peleas, porque mi madre se exaltaba con facilidad, no te lo imaginas.

      —¿Cómo te afectaba a ti?

      —Pues, la verdad es que no me acuerdo; o sea, que no guardo ningún recuerdo especial de pasarlo mal ni nada por el estilo. Era algo que estaba ahí, pero tampoco pasaba con tanta frecuencia como para molestar demasiado. Creo que, al separarse mis padres, fue cuando pensé: «Vaya, así que las peleas iban en serio». A ver, intentaron arreglarlo, pero no salió bien. Algo ocurrió, pero no sé el qué.

       Papá se pasó un pelín de sociable, creo yo. Era un tipo muy simpático, je, je. Conocía a mucha gente, ¿estamos?

      —Y Rassy sabía que tu padre conocía a mucha gente, ¡y las tenía a todas fichadas!

      —Aquello debió de ponerla enferma, tener que llevar la cuenta de toda esa mierda; y mientras papá se lo pasaba de puta madre. Mi padre es un tío guay, y yo podría aprender mucho de él, así que más me vale espabilar…

       Me debían de tener de lo más protegido, porque toda aquella mierda podía estar pasando delante de mis narices, pero yo no me enteraba de nada, es verdad. Estaba en la parra.

       Todavía recuerdo cómo intentaba verle el lado positivo a la situación, porque pensaba: «Bueno, joder, tampoco es para tanto; no lo es. Mentalízate».

       No sé. Al principio lloraba, me quedé hecho polvo y tal, pero, eh, ¿sabes? Por otro lado, creo que era consciente de que no eran felices juntos, y pensaba: «Venga, puede que mamá conozca a alguien; puede que papá sea feliz así». Me daba la impresión de que teníamos que tirar p’alante y ser positivos; o sea, que yo ya estaba centrado en el futuro, por así decirlo, ya me entiendes.

       El ambiente familiar no es que hubiera sido muy bueno, que digamos; había un mal rollo bestial y no guardo muy buena memoria de aquella casa de Old Orchard. Recuerdo que no me veían mucho el pelo por allí, que pasaba bastante tiempo en casa de mis colegas, por eso creo que cuando papá se fue en parte me alegré, y pensaba que por fin haríamos cosas divertidas, ¡menos mal! Ya sabes: «Vamos a comprar una camisa nueva. Mira qué camisas más guapas, joder; venga, va, que empiece la marcha». Je, je.

      —Le pregunté a tu padre qué teníais en común, según él, y me dijo que la actitud con las mujeres. «Le pedía en matrimonio a la primera que se me cruzaba», dijo.

      —JAJAJAJAJAJAjajajaja… Ahí estamos. Esa frase me suena, joder; por un momento no sabría decir si es suya o mía.

       La verdad es que es curioso, porque mucha gente viene y me cuenta la INFANCIA TAN TRISTE que tuve; que si vaya lástima todo lo que pasó, que mira que parecías estar siempre tan deprimido. Y cada vez que oigo esto, me planteo: «Pues yo no creo que fuera para tanto; yo no lo veo así». Pero es que incluso ahora, hay mogollón de gente que mira mi foto y me ve superdepre y piensa que siempre estoy de bajón; hasta mis hijos: «Papá, a ver si te animas». Lo mismo que cuando estoy en el cine con Pegi, comiendo palomitas —gromf, gromf, gromf— y me quedo emparrado pensando en algo, vete a saber el qué, y Pegi me suelta: «Baja de la parra, ¿Qué te pasa? ¿Te encuentras bien?». Cuando a lo mejor estaba todo pillado dándole vueltas a algún detalle de vete a saber qué, joder, de Lionel o de cómo le voy a decir a Billy que tal y tal canción se van a quedar fuera del disco…

       Tengo una expresividad facial de la hostia; ya sé que a veces me estreso, pero por lo visto desde fuera parece que esté mucho peor de lo que estoy… Y parezco un puto maníaco la mitad del tiempo; ¡qué heavy! Yo me considero un tío más bien divertido, un tío de puta madre.

      «When I was a young boy / My mama said to me / Your daddy’s leavin’ home today / I think he’s gone to stay / We packed up all our bags / And drove to Winnipeg20», escribiría Young trece años después en «Don’t Be Denied», «resumiendo en seis versos lo que su madre y yo tardamos un año o más en vivir, con amarga acritud», comentaba su padre.

      Bob recuerda volver a la residencia familiar y encontrarla vacía. Rassy y Neil se habían esfumado. «Se las habían pirado y yo ni siquiera sabía que se habían marchado.»

      Rassy y Neil se trasladaron a Winnipeg, confiando en empezar allí desde cero. Toda la energía que Rassy había invertido hasta entonces en apoyar a su marido pasaba a concentrarse ahora, para bien o para mal, en su hijo.

      Neil estuvo todo el viaje hasta Winnipeg absorto en la música. «Neil se mordía las uñas, así que si conseguía pasarse una hora sin mordérselas, le dejaba tocar la guitarra», recuerda Rassy. «Conque eso fue lo que hicimos durante todo el viaje, que es un trayecto largo de narices.»

      CAPÍTULO 3 DEJAR ATRÁS CIERTAS COSAS

      «Neil es un tipo al que le gusta coleccionar antiguallas, así que yo doy la talla de sobra», dijo Harper riendo afablemente.

      Jack Harper —o Harper a secas, como lo llama Neil— fue mi guía en Winnipeg. Harper, un todoterreno compacto y atlético, que parecía estar metido en un millón de proyectos a la vez, es profesor titular de la Facultad de Educación Física y Estudios Recreativos de la Universidad de Manitoba. Casado con Pat, su novia del instituto, Jack es lo menos parecido a un roquero que he visto a lo largo de este proyecto, aunque lo cierto es que se las arregla para escaparse a aporrear la batería en Midlife Crisis, un grupete variopinto de amateurs ya veteranos que toca, entre otros temas de Neil Young, «Cinnamon Girl», y, según el propio Harper, «no muy bien». Ensayan en el centro cívico СКАЧАТЬ