La universidad latinoamericana en la encrucijada de sus tendencias. Claudio Rama Vitale
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СКАЧАТЬ o de características específicas de las ofertas laborales que promovieran el acceso femenino.

      En el nuevo escenario se visualizan nuevos cambios en la composición de la matrícula estudiantil, que están implicando a su vez la introducción de cambios en la estructura y en las características de los sistemas. Más allá de los estudiantes no universitarios, que alcanzan al 23 por ciento de la matrícula; los estudiantes del sector privado, que son cerca del 47 por ciento de la matrícula; los estudiantes que pagan por sus estudios (60 por ciento) o las mujeres (53 por ciento), se está desarrollando un nuevo perfil de demandas estudiantiles asociadas tanto al nuevo escenario democrático en toda la región como a las derivaciones del nuevo modelo económico regional y al contexto educativo en la sociedad del saber. En este sentido, ya se constata para el 2005 la existencia de una matrícula de postgrados de alrededor del 4 por ciento de los estudiantes, de una matrícula de estudiantes extranjeros en torno al 1 por ciento, así como de una matrícula de educación a distancia que para el 2005 ha alcanzado al 4 por ciento de la matrícula. Son nuevos estudiantes que han irrumpido muy rápidamente, en pocos años, y con sus propias especificidades en términos de su composición social, del modelo educativo que demandan y también en su composición etárea.

      En adición a este nuevo tipo de estudiante, se constata el ingreso de estudiantes procedentes de los quintiles de menores ingresos y de otras dinámicas y realidades culturales. Nos referimos específicamente al acceso a la educación terciaria de indígenas, de personas privadas de la libertad y de personas con discapacidades, todos los cuales representan alrededor del 20 por ciento de los jóvenes latinoamericanos, con variable incidencia en los distintos países. En estos casos, su ingreso requiere de cambios en el modelo educativo. Tanto por la vía de cambios en los currículos o por la vía de la incorporación de modalidades pedagógicas asociadas al multiculturalismo, como por el desarrollo de modalidades de educación no presencial y transformaciones para permitir la accesibilidad a las instalaciones y otras formas de aprendizaje.

      Como ya mencionamos, la expansión de la cobertura derivó, por una parte, en el crecimiento elefantiásico de las instituciones de educación superior públicas de tipo monopólico que constituían el eje de la primera reforma de la educación superior. Estas instituciones, que hoy conforman la Red de Macrouniversidades Públicas de América Latina y El Caribe —red que contribuí a crear en el año 2002—, fueron la derivación de la primera fase de la expansión de la matrícula. Las instalaciones —hoy transformadas en museos, sedes de las actividades ceremoniales o reducidos espacios solo para la gestión rectoral— fueron suplantadas por los campos universitarios construidos desde los años 60. La migración estudiantil, a su vez, fue suplantada con diversas modalidades de regionalización también desde los 60 y 70. La conformación de un modelo complejo, la diversidad de actividades, el establecimiento de amplios marcos regulatorios académicos mesocráticos, la alta sindicalización y la expansión de otros roles y cometidos sociales, fueron también una derivación de ese proceso. Uno de los resultados ha sido la caída de los niveles de calidad y el establecimiento, en un sector, de sistemas selectivos de acceso, contribuyendo a la creación de circuitos diferenciados de calidad. A nivel sistémico, la masificación ha generado un aumento de la tasa de deserción, repetición y abandono al incrementarse el peso de sectores sociales con menos capital cultural o cuyos procesos educativos no son de tiempo completo: trabajadores, personas con discapacidad, mujeres, personas de mayor edad, etc. El aumento de la cobertura facilitó una dinámica académica e institucional marcada por una nueva composición estudiantil con mayores tasas de repetición y deserción, más allá de los capitales culturales; ya que los sectores sociales seleccionan instituciones de acuerdo con sus propios niveles de conocimientos además de por los costos de las matrículas. Estos nuevos sectores no solo promueven un incremento de la cobertura y una diferenciación estudiantil, sino demandas de flexibilidad sobre las instituciones educativas dada su tendencia a modalidades de recirculación (entrada y salida más frecuente), así como a un aumento de la duración de los estudios dado su carácter de estudiantes de tiempo parcial con tendencia a estudios nocturnos. En el aspecto político, ello ha derivado en el nacimiento de múltiples movimientos estudiantiles, asociados a la diversidad de sus componentes sociales, culturales y geográficos, y en tal sentido a una relativa pérdida del protagonismo de los movimientos políticos estudiantiles. Los estudiantes de postgrado, los estudiantes a distancia, los estudiantes trabajadores, etc., tienen demandas diferentes de las de los estudiantes diurnos tradicionales de tiempo completo. Los primeros tienden a demandas en función de sus intereses particulares (en general, asociadas a su graduación, salarios futuros, servicios de la institución, etc.), en tanto que los estudiantes tradicionales tienden a tener demandas sociales colectivas muchas veces asociadas a la política.