Название: El Sacro Imperio Romano Germánico
Автор: Peter H. Wilson
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 9788412221213
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El catolicismo quedó reducido en Alemania a tan solo tres grandes principados: Baviera, Lorena, que ya era semiautónomo, y Austria, que era, con diferencia, el mayor del imperio. En otros lugares, el catolicismo resistió en los pequeños condados del sudoeste y en dos quintas partes de las ciudades imperiales. Antes bien, dado que las numerosas (pero bastante pequeñas) tierras de la Iglesia quedaron reservadas para los católicos, estos todavía gestionaban unos 200 Estados imperiales, que les proporcionaban una mayoría decisiva en las instituciones comunes del imperio.
Los luteranos no establecieron ninguna organización nacional. En lugar de ello, cada príncipe o consejo ciudadano asumió los poderes antaño ejercidos por un obispo católico en su territorio. En la práctica, tales poderes se confiaban a los consejos eclesiásticos, lo cual expandía de forma considerable el ámbito de la administración territorial e incrementaba su presencia a nivel parroquial. Las autoridades católicas implementaron reformas similares en sus propias tierras, aunque siguieron aceptando la jurisdicción espiritual de sus obispos.
En todas las confesiones, tanto las autoridades seculares como las eclesiásticas siguieron políticas similares de «confesionalización», cuyo objetivo era imponer la religión oficial de su territorio por medio de educación, mejora de la supervisión del clero y «visitaciones» intensivas para sondear las creencias individuales y monitorizar las prácticas religiosas.114 Tales medidas estuvieron lejos de ser efectivas en todas partes. Persistieron la heterodoxia y la disidencia y, a menudo, hubo considerables discrepancias entre conformidad aparente y creencias interiores. Muchas personas optaron por ser pragmáticas y adoptaron las creencias y prácticas que les resultasen más útiles según las circunstancias.115 Aun así, la confesionalización ayudó a preservar el acuerdo de Augsburgo, pues dirigió las energías administrativas al interior de sus propios territorios, en lugar de proyectarlas hacia afuera y embarcarse en actividades que podían causar roces con los territorios vecinos.
Fernando I y su sucesor, Maximiliano II, trabajaron mucho para mantener la paz por medio de buenas relaciones personales con los príncipes más influyentes, pues necesitaban el consenso debido a la amenaza otomana sobre sus posesiones. Es más, los beneficios de la paz pronto fueron evidentes para todos, toda vez que primero Francia y luego los Países Bajos se sumieron, a partir de 1560, en violentas guerras de religión. La mayoría de autores germanos quedó horrorizada por atrocidades como la matanza de San Bartolomé de agosto de 1572 en Francia y recomendó una cultura de contención.116 El imperio, al contrario que en Francia, donde la monarquía fue un participante más en la contienda civil, continuó siendo una estructura legal neutral e interconfesional. Luteranos y católicos podían estar en desacuerdo, pero, por lo general, se abstenían de criticar al imperio, dado que sus derechos y estatus procedían de la legislación imperial. A finales del siglo XVI apareció una fuerte corriente «irénica» que defendía tender puentes entre las confesiones religiosas para preservar la armonía política.117
Tensiones confesionales y tensiones políticas
Después de 1555 hubo tres acontecimientos que pusieron en peligro la armonía. Uno fue el surgimiento del calvinismo en la década de 1560. Los calvinistas tenían diferencias teológicas con los luteranos, pero consideraban que su «reforma de la vida» no era más que la continuación de la «reforma de la Palabra» de Lutero.118 El calvinismo reclutó a la mayor parte de sus conversos entre la aristocracia, al contrario que los hugonotes franceses o los puritanos ingleses, que evolucionaron hacia movimientos más genuinamente populares. El calvinismo, con la excepción de Emden, en Frisia Oriental, que adoptó una estructura presbiteriana, se expandió por medio de la conversión de príncipes luteranos, que emplearon su derecho de reforma para imponer la nueva fe a sus súbditos. La primera y más importante conversión fue la del elector del Palatinado, que abandonó el luteranismo en 1559. El calvinismo fue ganando terreno lentamente a partir de 1580 hasta conseguir la conversión del landgrave de Hessen-Kassel (1604) y la del elector de Brandeburgo (1613). No obstante, hacia 1618 tan solo había sido adoptado por 28 territorios, entre los que se incluía una única ciudad (Bremen).119
Los luteranos estaban cada vez más irritados por estas intromisiones en su territorio, aunque minimizaron las diferencias para preservar la Paz de Augsburgo. El elector del Palatinado, que se había autonombrado líder calvinista, promovió su propia versión, más limitada, de irenismo para buscar elementos comunes con el luteranismo y mantener la paz. En el Palatinado, el gobierno continuó dominado por calvinistas que hostigaron a la población, en su mayor parte luterana, persiguieron a los judíos y rehusaron dialogar con los católicos.120 El calvinismo era una amenaza para la paz, pues confirmaba el argumento de los católicos fanáticos de que no se podía confiar en ningún protestante. Más grave fue el hecho de que el elector del Palatinado difundiera rumores de complots católicos para persuadir a los luteranos para que aceptasen su liderazgo y sus exigencias de cambios constitucionales. El Palatinado había perdido influencia con respecto a Baviera, gobernada por una rama rival de la misma familia Wittelsbach que había conquistado la mayor parte de su territorio en 1504 y que se había mantenido católica.121 La exigencia del elector palatino de paridad religiosa en las instituciones imperiales no solo prometía eliminar la mayoría católica inherente, sino también nivelar algunas de las distinciones de estatus que ponían en desventaja a los príncipes menores y aristócratas que formaban el grueso de su clientela política. La jerarquía dominada por los electores y unos pocos altos príncipes fue reemplazada por una estructura política formada por dos bloques confesionales, con el protestante controlado con firmeza por el gobierno del Palatinado.
Los cambios en la Iglesia imperial supusieron un segundo desafío para la paz.122 Los príncipes y nobles protestantes no estaban dispuestos a renunciar a los beneficios de participar en la Iglesia imperial, que seguía ofreciendo alrededor de 1000 lucrativas rentas para los canónigos catedralicios, así como considerable influencia política por medio de los 50 obispados y poco más de 80 abadías reconocidas como Estados imperiales. Aunque en 1555 estos fueron reservados para los católicos, la declaración de Fernando amplió la tolerancia a los individuos protestantes residentes en territorios de la Iglesia. Gracias a esta protección, los nobles protestantes se hicieron con la mayoría en varios capítulos importantes, lo que les permitió elegir a sus propios candidatos a la muerte de cada obispo católico. Maximiliano II y Rodolfo II se negaron a aceptar que esos hombres tuvieran la dignidad de príncipes imperiales, aunque los toleraron como «administradores» para preservar la paz. Diez sedes pasaron a manos protestantes de este modo, incluidos los relevantes arzobispados de Magdeburgo y Bremen. Por su parte, el duque de Baviera situó a sus parientes en las tierras eclesiásticas para presentar a su familia como los campeones de la causa católica en el imperio. Gracias al apoyo español, Baviera impidió que los calvinistas se hicieran con Colonia en 1583 y establecieron un monopolio bávaro sobre ese importante arzobispado que se prolongó hasta 1761. Con el fin de lograr СКАЧАТЬ