Название: El Sacro Imperio Romano Germánico
Автор: Peter H. Wilson
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 9788412221213
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Hacia 1530, la suma de cambios socioeconómicos rápidos, las pasiones desatadas por la Reforma protestante y la decepción de los reformistas por el fracaso de sus intentos de convertir a los judíos al protestantismo contribuyeron al surgimiento de un entorno más amenazador. Entre 1519 y 1614, los judíos fueron expulsados de, al menos, trece territorios y ciudades protestantes y católicas, lo cual redujo sus comunidades principales a Fráncfort, Friedberg, Worms, Espira, Viena, Praga y la abadía de Fulda. Por desgracia, el antisemitismo se mantuvo presente en las protestas, tanto rurales como urbanas, hasta comienzos de la Edad Moderna. No obstante, la concesión a los príncipes de derechos de protección a los judíos supuso la creación, a partir de 1570, de nuevas comunidades en Fürth, Minden, Hildesheim, Essen, Altona, Crailsheim y el ducado de Westfalia. Otras ciudades, como Ansbach, readmitieron comunidades que habían expulsado con anterioridad. La nueva política protectora volvió a cambiar el carácter de los asentamientos judíos, que se expandieron por las zonas rurales desde ciudades imperiales y villas principescas. Durante esa época, alrededor de 1580, refugiados de la rebelión de los Países Bajos fundaron la primera comunidad sefardita del imperio en Hamburgo.
Los judíos y la legislación imperial
El emperador Rodolfo II (r. 1576-1612) sentía un interés genuino por la cultura judía y prohibió las obras antisemitas de Lutero.77 Pero la conversión del imperio en una monarquía mixta fue un factor mucho más importante para la mejora de sus condiciones: al contrario que en las monarquías centralistas, la tolerancia ya no dependía del capricho de cada monarca. La descentralización de la protección a los judíos vinculó dicha responsabilidad con el entramado general de privilegios y derechos sancionados por la legislación del imperio. La protección imperial se renovó en cinco ocasiones entre 1530 y 1551 y pasó a formar parte de la legislación general aprobada en el Reichstag por todos los Estados imperiales. Esto vinculaba la integridad y prestigio de todas las autoridades políticas a la observación de la normativa. La ley de 1530 obligaba a todos los judíos a llevar visible una estrella amarilla, pero esta medida fue ignorada de forma generalizada y anulada de manera formal por el Reichstag en 1544. Se prohibió el acoso a los judíos en todas sus formas. Se les concedió el derecho de circular libremente, protección para sus propiedades y sinagogas y contra la conversión forzosa y se les permitió cobrar intereses más altos que los cristianos. El autogobierno judío también se aseguró reconocimiento legal.78
Las autoridades locales debían obtener permiso de sus superiores antes de poder expulsar a una comunidad judía. Los judíos, como individuos, continuaron sujetos a numerosas restricciones, como por ejemplo la denegación de la ciudadanía plena en las ciudades. Pero podían tener propiedades, armas incluidas, y participar en elementos generales del imperio, como por ejemplo el servicio postal. La justicia criminal del imperio se mantuvo neutral con respecto a la religión y, si bien es indudable que los prejuicios afectaron a las sentencias, las nuevas cortes supremas imperiales creadas a partir de 1490 seguían los procedimientos formales con sumo cuidado. Así, por ejemplo, los presos judíos podían observar sus ritos religiosos, incluso allí donde no lo hubieran solicitado.79
Los judíos, al igual que los campesinos y otros grupos sociales desfavorecidos, pudieron emplear las leyes imperiales para defender sus derechos a partir de 1530. Así, por ejemplo, el tribunal supremo del mismo emperador Fernando I (el Reichshofrat) dejó de lado su antisemitismo y aceptó la apelación de la comunidad judía de Worms contra la decisión de expulsarlos del consejo de la ciudad.80 Tales casos tienen un significado más amplio, pues existe la percepción generalizada de que el sistema judicial del imperio era deficiente, gracias a la campaña sistemática, lanzada a finales del siglo XVI por radicales protestantes para desacreditar a sus oponentes católicos, que algunos historiadores futuros aceptaron como hecho probado. Justo en un momento en que algunos príncipes protestantes se quejaban públicamente del sesgo religioso de los tribunales, las comunidades judías, de forma más callada y efectiva, recibían protección legal contra la persecución de ciudades y príncipes.81
El incidente de Fettmilch, el peor estallido antisemita entre mediados del siglo XIV y la década de 1930, es un claro ejemplo de esto.82 Alrededor de 1600, la comunidad judía de Fráncfort se convirtió en chivo expiatorio de una serie de problemas que afectaban a la ciudad. Estos incluían aumento de los impuestos, pérdida de poder adquisitivo y un gobierno oligárquico que había perdido el contacto con sus habitantes. En 1612, Vincenz Fettmich, líder de los artesanos, acusó a judíos y patricios de explotar a los pobres e incitó a una turba que atacó el ayuntamiento y el gueto en el que los judíos llevaban viviendo desde 1462. Los asaltantes asesinaron a 262 personas y saquearon propiedades por valor de 176 000 florines. La violencia se extendió a la ciudad de Worms, cuyos judíos fueron expulsados. Aunque el estallido no pudo impedirse, el castigo fue rápido y efectivo. Fettmilch y seis de sus partidarios fueron ajusticiados y se tomaron medidas legales para impedir que otras ciudades expulsasen a sus comunidades. Worms fue obligada a readmitir a sus judíos en 1617. Los judíos presentaron un total de 1021 casos ante la corte suprema del imperio (el Reichskammergericht) lo cual representó el 1,3 por ciento de todos los casos presentados entre 1495 y 1806, pese a que tan solo sumaban el 0,5 por ciento de la población del imperio. También participaron en 1200 casos presentados al Reichshofrat entre 1559 y 1670, es decir, el 3 por ciento de la actividad de dicho tribunal.83
La persistencia de las estructuras establecidas
Los judíos continuaron recibiendo protección a pesar de los desastres de la Guerra de los Treinta Años (1618-1648). La oleada de antisemitismo violento que acompañó a la hiperinflación de 1621-1623 no provocó una repetición de pogromos anteriores. Las décadas de posguerra inmediatamente posteriores a 1648 fueron testigo de una nueva oleada de expulsiones que conllevó el destierro de los judíos de diez territorios y ciudades, Viena entre ellas. Aunque tales expulsiones fueron mucho más limitadas que las del siglo XVI y muchas autoridades animaron la inmigración judía para repoblar sus tierras. En 1675 se permitió el retorno a Viena a 250 familias y ese mismo año la universidad de Duisburgo admitió a sus primeros estudiantes judíos, mucho antes que ninguna otra institución de Europa.84 Los gobiernos territoriales observaron sus obligaciones legales, aun cuando ya no obtenían beneficios financieros significativos. En el siglo XVIII, solo los judíos de Fráncfort seguían pagando el céntimo sacrificial, que tan solo aportaba al emperador 3000 florines anuales. En Münster, los impuestos judíos apenas representaban el 0,1 por ciento de los ingresos del obispado.85
La población judía creció con más rapidez que la del conjunto del imperio: pasó de menos de 40 000 en 1600 a 60 000 a finales del siglo XVII, además de los 50 000 judíos de Bohemia y Moravia. Aunque los principales núcleos seguían siendo urbanos, en particular Fráncfort y Praga, en esa época vivían en el campo nueve de cada diez judíos, ya fuera en los 30 principados con comunidades judías o en las tierras de los caballeros imperiales, en las cuales residían 20 000 judíos a finales del siglo XVIII. Los caballeros consideraban que la protección de los judíos era una forma de preservar su vulnerable autonomía. La población judía siguió creciendo con más rapidez que la de los cristianos, pues hacia 1800 sumaba ya 250 000, además de 150 000 en los territorios polacos recién anexionados por Prusia y Austria.86
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