Название: El Sacro Imperio Romano Germánico
Автор: Peter H. Wilson
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 9788412221213
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Dada la prolongada historia de supervisión secular de las cuestiones eclesiásticas en el seno del imperio, tales cambios no convertían un territorio en evangélico de forma automática. Hubo varios príncipes importantes que establecieron acuerdos ambiguos de manera deliberada, como por ejemplo el elector de Brandeburgo, y las prácticas religiosas del grueso de la población continuaron siendo heterodoxas. Las nuevas Iglesias territoriales luteranas hicieron varias revisiones de su profesión de fe inicial y hubo otros reformadores, como Ulrico Zuinglio y Juan Calvino, que crearon nuevas confesiones. De igual modo, el pensamiento y la práctica católica apenas eran monolíticos y también contenían impulsos reformistas, por lo que cabría hablar de una multiplicidad de reformas.104
La divergencia ya era evidente en el siguiente Reichstag, reunido en Espira en 1529. Los católicos consideraban errónea la interpretación evangélica del congreso de 1526 como licencia para continuar con la reforma religiosa. Dado que la mayoría de los Estados imperiales seguían siendo católicos, revocaron su anterior decisión e insistieron en que se aplicase íntegramente el Edicto de Worms, con el que Carlos V proscribió a Lutero y a sus seguidores. El veredicto de la dieta imperial provocó la famosa Protestatio, que, encabezada por el elector de Sajonia, expresaba la disidencia de 5 príncipes y magistrados de 14 ciudades imperiales. La palabra «protestante» derivó de este documento. Era la primera brecha abierta en la unidad política del imperio.
El fracaso de la solución militar
Los protestantes formaron en 1531 la Liga de Esmalcalda para su mutua defensa (vid. págs. 559-561). La amenaza otomana animó a Fernando a suspender el Edicto de Worms en 1532, tregua que extendió en tres ocasiones, hasta 1544. La Liga, por otra parte, quedó debilitada por las divisiones internas y los escándalos de sus príncipes. Carlos V, tras haberse impuesto temporalmente a franceses y otomanos en 1544-1545, regresó al imperio con un gran ejército. El elector de Sajonia y el landgrave de Hessen fueron declarados fuera de la ley imperial, pues habían atacado a su rival regional, el duque de Brunswick. Esto permitió a Carlos presentar su intervención como la restauración de la paz pública del imperio. El conflicto resultante, la Guerra de la Liga de Esmalcalda (1546-1547) se saldó con la aplastante derrota de Mühlberg, una victoria que celebra el famoso retrato de Tiziano que representa a Carlos como un general triunfante (vid. Lámina 8).
Entre septiembre de 1547 y junio de 1548 Carlos celebró en Augsburgo el «Reichstag acorazado» (Geharnischte Reichstag) tutelado por una fuerte presencia militar. Este Reichstag, convocado con intención de consolidar su victoria, fue el único momento en que el emperador trató de sentar doctrina, por medio de una profesión de fe que esperaba que durase hasta que dictase sentencia el concilio del papa que se reuniría en Trento. Conocida como el Interim, la profesión de Carlos abría la posibilidad de «una nueva religión imperial híbrida» que incorporaba algunos elementos protestantes. Aunque el arzobispo de Maguncia respaldó el Interim, la mayoría de católicos lo rechazó ya antes de su promulgación y los protestantes lo consideraron una imposición.105
Este acuerdo insatisfactorio fue visto por muchos como una ruptura del consenso y se acusó a Carlos de abusar de su autoridad. La rebelión armada de Magdeburgo contra el Interim galvanizó la formación de una oposición generalizada en el transcurso de 1551, que desembocó en la revuelta de los príncipes del año siguiente. Esta revuelta recibió apoyo de Francia, que había reiniciado la guerra contra los Habsburgo. Tres meses de maniobras fueron suficientes para que Fernando –a quien Carlos había vuelto a dejar a cargo del imperio– aceptase la Paz de Passau, el 31 de julio de 1552. Esta paz sentó las bases para un acuerdo general en el que ambas partes renunciaban a la violencia para solucionar sus desacuerdos religiosos.106
La Paz de Augsburgo
La iniciativa pasó ahora de Carlos a Fernando, el cual ganó apoyos gracias a su trato más firme con los príncipes y a su adherencia a las normas constitucionales. Esto permitió a Fernando convertir acuerdos temporales establecidos a partir de 1521 en una paz más estable, pues consideraba que la aceptación generalizada de esta paz era necesaria para salvaguardar la anhelada unidad imperial.107 El resultado final fue el acuerdo ultimado en el Reichstag de 1555, que pasó a la historia como la «Paz religiosa», pero que los contemporáneos denominaron «paz religiosa y profana». La diferencia es importante. El tratado anuló el Interim y evitó, de forma deliberada, emitir pronunciamientos en torno a cuestiones religiosas.108 En lugar de conceder tolerancia, como se intentó poco tiempo después en Francia, la paz garantizaba derechos políticos y legales tanto a católicos como a luteranos. Tales privilegios formaban parte de un documento mucho más extenso que reajustó la organización política, defensiva y financiera del imperio en una serie de completas medidas constitucionales. Las cuestiones claves de autoridad, propiedad y jurisdicción quedaban encuadradas dentro del derecho de reforma (ius reformandi) concedido a los Estados imperiales para gestionar los asuntos eclesiásticos y religiosos en sus territorios. La posesión de propiedad eclesiástica quedó fijada a partir de la fecha de la Paz de Passau, que pasó a convertirse en el «año normativo» del imperio (Normaljahr). Los protestantes aceptaron que el Reichskammergericht resolviera disputas específicas. Ningún Estado imperial podría transgredir la propiedad o jurisdicción de otro, lo cual significaba que la jurisdicción espiritual católica quedaba en suspenso en aquellos territorios que se pasaran al luteranismo. Se concedió libertad limitada de conciencia y derecho a emigrar a aquellos habitantes que no aceptasen la fe oficial de su territorio.
Tales acuerdos pasaron a la historia con el precepto «de tal rey, tal religión» (cuius regio, eius religio). No obstante, esta frase no aparece en el tratado de paz, pues fue acuñada en 1586 por Joachim Stephan, jurista de la universidad de Greifswald. Se ha achacado a estos acuerdos la consolidación del supuesto dualismo del imperio entre un emperador débil y unos principados más diferenciados. Sin embargo, aunque se concedieron los mismos derechos a ambas confesiones, la católica y la luterana, estos se distribuyeron de forma desigual dentro de la jerarquía de los Estados imperiales. Las ciudades imperiales, con independencia de cuál fuera su religión, carecían de pleno derecho de reforma, pues fueron obligadas a ceñirse a la fe que hubieran adoptado antes de 1555. Los caballeros imperiales quedaron excluidos y no se sabe con certeza hasta qué punto los condes disponían de los mismos poderes que los príncipes para cambiar la fe de sus súbditos. En pocas palabras: el resultado político de la reforma reforzó la evolución anterior del imperio hacia una monarquía mixta en la que el emperador compartía diversos grados de poder con una compleja jerarquía de Estados imperiales.
Una cláusula especial cubría la Iglesia imperial. Conocida como reserva eclesiástica, esta obligaba a todos los obispos convertidos al protestantismo a que renunciasen al cargo. También dictaminaba que los protestantes no podían ser elegidos príncipes de la Iglesia. Tales restricciones fueron modificadas por la declaración de Fernando, promulgada por separado de la paz y bajo su propia autoridad, que extendía la tolerancia a las minorías protestantes residentes en las tierras de la Iglesia imperial.
A excepción de la declaración de Fernando, la paz era «propiedad» colectiva de todos los Estados imperiales, lo cual supone una marcada referencia con СКАЧАТЬ