Название: El Sacro Imperio Romano Germánico
Автор: Peter H. Wilson
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 9788412221213
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La situación fuera de Alemania
La mayor parte de relatos de la Reforma protestante en el imperio se detienen en este punto, pues consideran que los acontecimientos posteriores son historia «alemana» en exclusiva. Pero todos los grandes reformadores pensaban en términos de una única Iglesia universal y el imperio seguía siendo mucho más grande que Alemania. La Paz de Augsburgo resolvió el problema entre el emperador y aquellas regiones del territorio que habían adquirido condición de Estados imperiales durante las reformas constitucionales de finales del siglo XV. Los Estados de mayor extensión eran las áreas gobernadas directamente por los Habsburgo, Austria y Borgoña, lo cual significaba que la familia imperial tenía los mismos derechos que los otorgados a los demás príncipes. Los tratados de Passau (1552) y Augsburgo (1555) no alteraron el tratado borgoñón, que formaba parte de un paquete de medidas obtenidas por Carlos en el Reichstag acorazado de 1548. Este tratado asignaba las tierras de Borgoña a su hijo, el futuro Felipe II de España, que las conservó cuando Carlos dividió toda su herencia entre las ramas española y austríaca de los Habsburgo entre 1551 y 1558. Felipe, en su condición de príncipe imperial, ejerció su derecho de reforma y ordenó a sus súbditos borgoñones que continuasen siendo católicos. Pero sus métodos violentos contribuyeron a desencadenar la revuelta holandesa a partir de 1566, que dio lugar a la independencia de las provincias septentrionales (vid. págs. 224-225, 587-590).
En Bohemia, la cuestión religiosa siguió sus propios derroteros, lo cual se explica por el lugar especial que ese reino ocupaba dentro de la constitución imperial. La Compacta de 1436 fue revisada en el Tratado de Kuttenberg de 1485, que garantizaba a los utraquistas autonomía en las parroquias y potestad para nombrar a sus propios curas, además de prohibir a los señores imponer su confesión religiosa a sus campesinos. Este acuerdo prefiguró el de Augsburgo de 70 años más tarde, en el sentido de que aceptaba tan solo dos confesiones (en este caso, catolicismo y utraquismo), al tiempo que negaba derechos a minorías disidentes como los de la hermandad bohemia. El Tratado de Kuttenberg fue confirmado en 1512 y aceptado por Fernando I a su ascensión al trono de Bohemia, en 1526. Para los observadores externos, los utraquistas seguían estando contaminados por la subversión husita y no había nadie que considerase que Kuttenberg fuera un modelo deseable de paz religiosa.110 Pero el acuerdo continuó siendo legalmente vinculante incluso después de la Paz de Augsburgo, gracias a la autonomía política de Bohemia y a la necesidad de los Habsburgo de conservar apoyos entre la nobleza bohemia. La difusión del luteranismo entre los germanoparlantes, a partir de la década de 1570, aumentó el pluralismo religioso del reino. En 1575, Maximiliano II, dada su condición de rey de Bohemia, sancionó de palabra la confessio Bohemica acordada por utraquistas, luteranos y la hermandad bohemia. En 1609 se consiguió arrancar a su sucesor Rodolfo II una confirmación por escrito: era la carta de majestad, que permitía a los disidentes religiosos establecer instituciones administrativas y eclesiásticas paralelas. Aunque esta fue anulada durante la Guerra de los Treinta Años, la evolución diferenciada de la religión en Bohemia reforzó la autonomía de ese reino en el seno del imperio.
La Reforma protestante reforzó pautas políticas similares entre los suizos, que en el momento del estallido de la crisis religiosa estaban todavía redefiniendo su relación con el imperio. Las diferencias teológicas las reforzaron, pues los evangelistas suizos seguían a un reformador propio, Ulrico Zuinglio, y no a Lutero.111 Los suizos acordaron en 1529 una versión propia del precepto cuius regio, eius religio, que resolvía la cuestión de la autoridad a favor de los gobiernos cantonales. Esto se vino abajo en 1531, pero la victoria católica en la ulterior guerra civil finalizó la expansión protestante por las regiones principales de la confederación. Los protestantes concedieron garantías legales a las minorías católicas de las condominia, las tierras administradas de forma conjunta por dos o más cantones. Las minorías protestantes se aseguraron más tarde, en 1712, derechos equivalentes, después de una breve guerra. Al igual que Bohemia, Suiza pudo seguir su propio camino, pues disfrutaba con anterioridad de considerable autonomía política y permaneció fuera de las instituciones creadas por las reformas imperiales. Aun así, la herencia común del imperio resulta evidente en la semejanza entre las respectivas soluciones políticas y legales para las diferencias religiosas.
La Italia imperial también quedó fuera de las nuevas instituciones comunes. No obstante, seguía vinculada al imperio de manera más estrecha a través del dominio Habsburgo de Milán, así como por medio de la posesión española de Nápoles y Sicilia, en el sur. Los predicadores evangelistas itinerantes atraían enormes muchedumbres y algunos altos cargos de la Iglesia, como el cardenal Contarini, admitieron la necesidad de reformas. Las guerras italianas, iniciadas en 1494 e interpretadas por muchos como una señal de disgusto divino, añadieron urgencia a la situación. Carlos V presionó a una serie de papas para que dieran respuesta a las críticas protestantes de la Iglesia italiana, aunque siguió ciñéndose a su interpretación de la doctrina de las Dos Espadas. Después de que los teólogos no fueran capaces de resolver sus diferencias en el Reichstag de Ratisbona, en 1541, Carlos permitió al papa Pablo III que impusiera el catolicismo en Italia por medio de la Inquisición y de la nueva orden jesuítica.112
Los principados italianos fueron excluidos de la Paz de Augsburgo debido a que no eran Estados imperiales, con excepción del ducado de Saboya, incorporado al reino germano durante el siglo XIV. Saboya, sin embargo, se abstuvo de participar en los acontecimientos que dieron lugar a Augsburgo. Por el contrario, buscó un acuerdo de tipo más occidental, con las comunidades valdenses que habían perdurado en sus territorios alpinos y piamonteses desde finales del siglo XII y que se habían revigorizado a partir de 1532 por medio del contacto con los reformistas suizos. En la Paz de Cavour del 5 de junio de 1561, el duque de Saboya concedió dispensas especiales a aldeas concretas y permitió el retorno de los exiliados, siempre y cuando los valdenses se abstuvieran de hacer proselitismo.113 Este acuerdo era más similar al adoptado en Francia en 1562 y resultó tan inestable como este, en particular porque el duque continuó siendo susceptible de ser presionado por otros monarcas católicos para que renovara la persecución de los valdenses. Pero la persistencia de cierto grado de tolerancia hizo que los príncipes protestantes germanos continuasen teniendo una impresión positiva del duque y lo siguieron considerando un aliado potencial hasta entrado el siglo XVII.
RELIGIÓN Y POLÍTICA IMPERIAL DESPUÉS DE 1555
La preservación del acuerdo de Augsburgo
La Paz de Augsburgo sufrió la misma divergencia de interpretaciones que socavó el acuerdo alcanzado en Espira en 1526, pero sobrevivió mucho más tiempo sin mucho problema. Los católicos consideraban que impedía nuevos ataques contra su Iglesia, mientras que los protestantes estimaban que la protección legal autorizaba la expansión continuada de su nueva religión. Muchos abrazaron de forma abierta el luteranismo y reformaron el clero y la СКАЧАТЬ