Название: El Sacro Imperio Romano Germánico
Автор: Peter H. Wilson
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 9788412221213
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El apoyo germano creció tras la victoria sueca de Breitenfeld de septiembre de 1631; los alemanes eran un aliado creíble. Los éxitos subsiguientes permitieron a Suecia copiar los métodos de Fernando y redistribuir entre sus aliados las tierras eclesiásticas capturadas. Gustavo Adolfo tenía intención de usurpar las constituciones imperiales para insertar a sus aliados en un nuevo sistema imperial sueco. No obstante, no está del todo claro hasta qué punto pretendía reemplazar al emperador. Su muerte, en 1632, y una serie ulterior de derrotas obligaron a los suecos a reducir sus pretensiones. La victoria imperial de Nördlingen de septiembre de 1634 le dio a Fernando una nueva oportunidad de alcanzar una «paz con honor» mediante concesiones a Estados luteranos moderados como Sajonia. En mayo de 1635 negoció la Paz de Praga, que suspendía el edicto y restablecía el año normativo, que pasaba a ser 1627. Esto permitía a los luteranos conservar muchas de las tierras eclesiásticas ganadas desde 1552, aunque no todas las que tenían en 1618. La necesidad de mantener el apoyo bávaro hizo que el Palatinado, además de muchos otros principados importantes, quedase excluido de la amnistía. Estas excepciones llevaron a Suecia a afirmar que seguía combatiendo para restituir «las libertades germanas».
Fernando dejó escapar varias oportunidades al delegar a Sajonia las negociaciones con Suecia y embarcarse en una desacertada campaña en apoyo de la nueva guerra de España contra Francia.131 Este último país, que patrocinaba desde 1625 a los adversarios de Austria, pasó a participar de forma directa. Esto no tuvo un pleno impacto hasta 1642, año en el que Francia y Suecia acordaron coordinar su estrategia, que se centró en forzar la neutralidad de una serie de principados proimperiales. La contienda se redujo a menos regiones, pero se libró con una intensidad desesperada, lo cual contribuyó a dejar una impresión persistente de furia devastadora.
La Paz de Westfalia
En 1643, las localidades westfalianas de Münster y Osnabrück fueron declaradas neutrales para acoger el congreso de paz que debía poner fin a la Guerra de los Treinta Años en el imperio, la lucha de España contra los rebeldes neerlandeses (reiniciada en 1621) y la Guerra Franco-Española que se libraba desde 1635. Las operaciones militares prosiguieron para procurar a los beligerantes mejores bazas negociadoras. En el tratado concluido en Münster en mayo de 1648, España aceptó al fin la independencia neerlandesa, pero la Guerra Franco-Española continuó once años más, pues ambas potencias sobreestimaron sus perspectivas de futuros éxitos militares.
Aun así, los diplomáticos lograron concluir con éxito el conflicto en el imperio en dos tratados negociados en Münster y Osnabrück y firmados de forma simultánea el 24 de octubre de 1648. Estos tratados fueron conocidos, respectivamente, por la abreviatura de sus títulos latinos, IPM e IPO.132 Los dos pactos, junto con la primera Paz de Münster, conformaron la Paz de Westfalia, que fue, a un tiempo, un acuerdo internacional y una revisión de la constitución del imperio. Francia y Suecia recibieron compensaciones territoriales, pero la paz ni convirtió a los príncipes en soberanos independientes ni redujo al imperio a la condición de débil confederación. Por el contrario, se mantuvo la tendencia hacia una monarquía mixta. Esto se puede observar en los ajustes a que fue sometido el papel de la religión en la política imperial.
La Paz de Augsburgo había sido renovada pero también revisada, pues se acordó que 1624 sería el año normativo. Esto permitió a los católicos recuperar algunas tierras eclesiásticas, pero no todas las que podrían haber recuperado de haberse aplicado en su totalidad el Edicto de Restitución o la Paz de Praga.133 El calvinismo fue incluido junto al catolicismo y al luteranismo, pero las restantes confesiones quedaron excluidas, a excepción de los privilegios ya existentes de los judíos, que no quedaron afectados. Pese a la percepción de épocas posteriores de que Westfalia aumentó los poderes principescos, el Artículo V del IPO recortaba de forma notoria el derecho de reforma otorgado en Augsburgo, pues retiraba a los Estados imperiales la potestad de cambiar la confesión de sus súbditos. A partir de ese momento, la fe oficial de cada territorio quedó fijada de forma permanente, tal y como había existido en el año normativo de 1624. Para facilitar la aplicación de esta norma, se concedió libertad individual y se protegió a los heterodoxos de discriminación para asuntos de emigración, educación, matrimonio, entierro y culto. De nuevo, se proscribió la violencia a favor del arbitraje mediado por el sistema judicial del imperio. El programa palatino de cambios constitucionales se rechazó de forma definitiva. La fijación de la confesión religiosa oficial de cada territorio cimentó la mayoría católica permanente en las instituciones imperiales. No obstante, se introdujo en el Reichstag una nueva organización del voto (conocida como itio in partes) que permitía a dicho organismo debatir las cuestiones religiosas, cuando era necesario, como dos cuerpos confesionales (corpora).134
Tensión y tolerancia después de 1648
A partir de esta revisión de los aspectos clave, resulta obvio que el acuerdo westfaliano no desplazó la religión de la política imperial y menos aún inauguró un orden internacional plenamente secular. Pero lo que sí que hizo fue anunciar la derrota del confesionalismo militante. Entre 1648 y 1803, los Estados imperiales presentaron 750 protestas formales contra violaciones de las cláusulas religiosas, pero prácticamente todas estas trataban de cuestiones de jurisdicciones y propiedades. Muchas eran relativamente triviales: una quinta parte concernía a granjas o casas individuales y tan solo un 5 por ciento a distritos completos.135 Iglesia y Estado no habían sido separados, pero las cuestiones de doctrina habían quedado en cuarentena para así permitir que las cortes de justicia del imperio resolvieran disputas «religiosas» como si se tratasen de discrepancias acerca de la delimitación de derechos y privilegios legales. El Reichstag no ratificó ninguna de las 74 acusaciones de sesgo religioso presentadas entre 1663 y 1788 contra sentencias del Reichshofrat.136
Solo hubo tres cuestiones que plantearon dificultades. Una concernía a la inquietud protestante con respecto al resurgir católico posterior a 1648. La derrota política del calvinismo en la Guerra de los Treinta Años se sumó a su incapacidad de atraer nuevos conversos después de 1613, fecha de la conversión del elector de Brandeburgo. El luteranismo también perdió terreno. La única excepción fue el activismo de base denominado pietismo, que, salvo en Prusia, era visto con desconfianza por las autoridades.137 Por el contrario, los católicos, incluso abadías menores, se embarcaron en proyectos culturales y constructivos a gran escala asociados al Barroco y a la riqueza y prestigio del emperador (todos ellos pruebas de que no había perdido la guerra). Estos atraían a su servicio a nobles de todos los confines del imperio. La competición por el СКАЧАТЬ