Название: El Sacro Imperio Romano Germánico
Автор: Peter H. Wilson
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 9788412221213
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El emperador apenas se vio implicado en ninguna de las dos colonizaciones o en las cruzadas norteñas, las cuales lograron la mayor expansión del imperio desde Carlomagno. Aunque Federico II concedió autorización a los caballeros teutónicos, estos actuaron de forma independiente y crearon su propio Estado, que terminó sucumbiendo tras el resurgir de Polonia, hacia 1500 (vid. págs. 207-209). En 1525, la secularización del territorio prusiano de la orden a manos de la (por aquel entonces) insignificante dinastía Hohenzollern no afectó a sus otras posesiones, agrupadas en 12 bailíos repartidos entre Renania, Alemania meridional y central y Austria. La orden conservó sus privilegios cruzados, lo cual hacía que a los nobles germanos les resultase extraordinariamente atractivo pertenecer a esta: toda tierra donada a la orden quedaba de inmediato libre de deudas previas. El gran maestre de la orden mantuvo su sede en Alemania, y en 1494 fue elevado a la dignidad de príncipe imperial, estatus que también asumieron los caballeros sanjuanistas en 1548. Estos ascensos integraron a las dos órdenes, y a sus líderes, en la Iglesia imperial. Sus tierras pasaron de inmediato a convertirse en feudos imperiales, si bien los caballeros de San Juan continuaron formando parte de una organización internacional con sede en Malta. El gran maestre teutónico siguió siendo católico, pero tras la Reforma la orden aceptó nobles protestantes.63
Los husitas
Un siglo después de las cruzadas norteñas, el imperio se embarcó en una última cruzada interna contra los husitas bohemios, el movimiento herético más importante previo a la Reforma, además del mayor alzamiento popular anterior a la guerra campesina de 1524-1526. La preocupación tardomedieval por las creencias individuales, en combinación con el aumento de la cultura escrita, hizo que la herejía fuera más fácil de identificar, como desviación con respecto a los textos y prácticas sancionadas de forma oficial. Los husitas se inspiraban en Jan Hus, rector de la universidad de Praga ejecutado a traición en la hoguera en 1415, cuando Segismundo, de la casa de Luxemburgo, le denegó el salvoconducto que le había prometido para que pudiera defender sus ideas en el Concilio de Constanza (1414-1418). Los husitas establecieron su Iglesia nacional en 1417, pero su movimiento no tardó en escindirse entre los taboritas milenaristas, con sede en la ciudad de Tabor, y los utraquistas, más moderados, que recibían su nombre de su práctica de la comunión «en ambas especies» (sub utraque specie), es decir, con pan y vino. En 1419, las dos facciones se volvieron a unir por breve tiempo para oponerse al acceso de Segismundo al trono de Bohemia y lograron conquistar la mayor parte del reino.
Segismundo recibió indulgencias papales para cinco expediciones principales, emprendidas entre 1420 y 1431. A pesar de que el llamamiento a la cruzada se hizo a toda la cristiandad, la mayoría de cruzados llegó de Alemania, Holanda y Hungría (Segismundo también era rey de Hungría). En 1427, llegó al continente un contingente de 3000 ingleses, pero fue reenviado a combatir contra Juana de Arco, en la Guerra de los Cien Años (una prueba más de que las indulgencias se manipulaban para lograr objetivos seculares). Los contraataques imperiales fueron rechazados por la determinación y tácticas superiores de los husitas, pero también porque el emperador estaba a la vez empeñado en la defensa de Hungría de una nueva invasión turca.
En último término, la situación quedó desactivada por medio de la Compacta de 1436, pactada por la élite católica bohemia y los utraquistas, que conformaban la mayoría de la población. A cambio de su sumisión formal a Roma, se toleraron las prácticas utraquistas. La derrota fue más grave para el papado que para el imperio. Por primera vez, el pontífice había permitido que unos herejes defendieran sus ideas y les había hecho importantes concesiones. Se consolidó así el reinado de Segismundo sobre Bohemia y el episodio proporcionó un impulso notable a las reformas constitucionales, que dieron al imperio su configuración definitiva en torno a 1500. Bohemia continuó formando parte del imperio, a pesar de su organización religiosa diferenciada y a pesar del acceso al trono de un rey abiertamente utraquista, Jorge de Podiebrad, en 1458.64
EL EMPERADOR, DEFENSOR DE LOS JUDÍOS
Los judíos y el imperio
La historia de los judíos del imperio es muy similar a la del conjunto de la historia imperial: está lejos de ser perfecta, a veces es trágica, pero, por lo general, era más benigna que en otros lugares o épocas. Aunque la mayor parte de fuentes los marginalizan, su trayectoria revela mucho acerca del orden social y político del imperio. Carlomagno revivió el patronazgo de los judíos de la Roma tardoimperial, los cuales mantuvieron reconocimiento legal en la mayoría de los reinos germánicos que aparecieron a finales del siglo V, tras la caída del Imperio romano de Occidente. Los judíos hicieron importantes contribuciones al desarrollo artístico y comercial carolingio, en particular como intermediarios en la venta de cautivos eslavos para servir en los ejércitos musulmanes de Iberia. En el año 1000, había alrededor de 20 000 judíos askenazíes en el imperio al norte de los Alpes, principalmente en Maguncia, Worms y otras localidades episcopales de Renania.65
Las élites carolingias y otónidas mantuvieron una actitud ambivalente, pues eran conscientes de que judíos y cristianos compartían el Antiguo Testamento, si bien solo los primeros podían leer el texto hebreo original.66 La protección imperial era inconstante. Otón II asignó con frecuencia a algunos obispos autoridad sobre los judíos, en el marco de una serie de amplios privilegios cuyo fin era la expansión de las ciudades catedralicias. Por otra parte, las circunstancias adversas podían desencadenar medidas punitivas contra los judíos, en particular con Enrique II, que, decididamente, era menos tolerante. En 1012 fueron expulsados 2000 judíos de Maguncia. No obstante, el decreto fue revocado al año siguiente.67
El paso más significativo llegó en 1090, cuando Enrique IV emitió un privilegio general para los judíos que seguía el modelo de los otorgados a judíos individuales por Luis II, más de dos siglos atrás. Es posible que a causa del importante crecimiento de la población judía de Worms y Espira Enrique adoptara el título de Advocatis Imperatoris Judaica, o protector general de todos los judíos del imperio. Esto implicaba la adopción de una serie de medidas que perduró hasta el fin del imperio, en 1806. La salvaguardia de los derechos económicos, legales y religiosos de los judíos pasaba a ser prerrogativa imperial, que vinculaba el prestigio del emperador a la eficacia de dicha protección. Al igual que otras disposiciones del imperio, su implementación varió en función de las circunstancias y los derechos de protección eran con frecuencia transferidos, junto con otros privilegios, a personajes locales. El cumplimiento de estas medidas se hizo menos constante, pero, con el tiempo, los privilegios judíos quedaron imbricados dentro del entramado legislativo imperial, que concedió a los judíos de la Edad Moderna un sorprendente nivel de protección autónoma.
La tolerancia de la época premoderna no debe confundirse con el moderno multiculturalismo, con la igualdad o con la celebración de la diversidad como algo intrínsecamente bueno. Los judíos recibían protección siempre СКАЧАТЬ