Название: El Sacro Imperio Romano Germánico
Автор: Peter H. Wilson
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 9788412221213
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La oposición política germana siguió adelante. En una asamblea reunida en Forchheim el 15 de marzo de 1077, eligió al primer antirrey de la historia: Rodolfo de Rheinfelden. Aunque asistieron dos legados papales, los duques rebeldes actuaron de forma independiente con respecto a Gregorio y plantearon una avanzada teoría de monarquía contractual, pues afirmaban que eran ellos, y no el papa, los responsables del bienestar colectivo del imperio. Sus acciones revelan la complejidad de los problemas que estaban emergiendo, así como una pauta importante dentro de la política imperial, que, en último término, garantizó que el imperio sobreviviera a las sucesivas derrotas de los emperadores a manos del papado.110
Enrique exigió de forma reiterada a Gregorio que condenase a Rodolfo, lo cual obligó al papa a escoger bando: en marzo de 1080 volvió a excomulgar a Enrique, esta vez de forma permanente. Este, en represalia, convocó otro sínodo, el cual no solo destituyó a Gregorio, sino que también eligió a un antipapa, lo que generó un nuevo cisma que duró hasta 1100. Estas acciones desembocaron en guerra abierta en octubre de 1080. Enrique se vio obligado a operar a ambos lados de los Alpes y dar apoyo en Italia a su antipapa, Clemente III, al tiempo que se enfrentaba a sus adversarios políticos en Alemania. Los éxitos de Enrique en Italia le permitieron que Clemente lo coronara emperador en marzo de 1084. Tras haberse deshecho de Rodolfo y de otros dos antirreyes en 1090, tres años más tarde Enrique se enfrentó a su hijo mayor, Conrado, al cual había hecho correy en 1087. Al contrario que los antirreyes previos, Conrado era considerado por muchos un esbirro papal, pues había hecho importantes concesiones al papado a expensas de las prerrogativas imperiales.111
El papa Gregorio y sus sucesores reformistas recibieron el firme apoyo de Matilde hasta su muerte en 1115, así como la asistencia intermitente de los normandos, los cuales quemaron buena parte de Roma en 1084 para rescatar a Gregorio del asedio imperial. El apoyo germano era limitado, pero podía tener relevancia estratégica, en particular en 1089, con la defección temporal del duque de Baviera, que facilitó la rebelión de Conrado al cerrar los pasos alpinos, lo que dejó a Enrique atrapado en la Italia del norte. Para poder escapar, tuvo que hacer concesiones a Baviera en 1096.
Enrique, a pesar de su considerable pericia militar y obstinada determinación, había sido derrotado y nunca regresó a Italia. Sus numerosos errores y vida personal caótica lo convertían en blanco fácil de la propaganda gregoriana, en particular después de que Práxedes, su segunda esposa, se diera a la fuga acusándole de brutalidad.112 Tales denuncias, sumadas a su prolongada excomunión, desmantelaron el reinado sacro desarrollado desde los otónidas tardíos y que Enrique seguía aspirando a ejercer. Siguió desempeñando pautas de reinado ya establecidas en lugar de desarrollar nuevos métodos de cooperación con los señores, obispos y comunas urbanas de Italia, muchos de los cuales tenían motivos para oponerse al papa y a Matilde. Enrique podría haber conseguido mayor apoyo europeo a partir de 1078, cuando Gregorio extendió sus pretensiones de supremacía más allá del imperio, buscando abarcar a todos los reyes. Todo lo contrario: el rey de Francia, Felipe I, lo amenazó por su flanco al forjar vínculos más estrechos con el papado por medio de su apoyo a la primera cruzada de 1095, con lo que asumía la posición de defensor de la cristiandad que muchos esperaban que ocupase Enrique, dada su condición de emperador.
La sensación de derrota real fue uno de los factores que impulsaron una nueva rebelión en Alemania, esta vez liderada por el segundo hijo de Enrique, Enrique V, al cual su padre había reconocido rey y sucesor legítimo en 1098. La muerte de Enrique IV en 1106 tras un año de escaramuzas poco concluyentes abrió la posibilidad de una nueva dirección, pero Enrique V se limitó a continuar la línea de su padre en relación con el papado y no supo aprovechar los errores del nuevo pontífice, Pascual II.113 Esto contrastó marcadamente con los exitosos acuerdos con el papado de los reyes de Francia y de Inglaterra, en 1104 y 1107, con respecto a cuestiones similares. Dado que ninguno de ellos había desafiado de forma directa la autoridad papal, era más fácil llegar a un compromiso. Además, los acuerdos reforzaban el argumento del papado de que la querella era responsabilidad exclusiva del rey germano.
Dichos acuerdos se basaron en nociones propuestas hacia la década de 1080 por Ivo, obispo de Chartres, y otros. Estas diferenciaban entre responsabilidad espiritual (spiritualia) y poderes y bienes temporales (bona exterior). Estos últimos, considerados «regalías», se asociaban al mundo material y al deber de servir al monarca.114 Los obispos italianos y alemanes acogieron de buen grado esta diferenciación, pues necesitaban sus jurisdicciones temporales para obtener recursos y mano de obra con los que construir catedrales y otros proyectos. Los acuerdos con Francia e Inglaterra demostraron que conceder investidura espiritual no suponía un menoscabo de la autoridad regia. La muerte del papa Pascual en 1118 permitió a Enrique V alcanzar un compromiso sin desprestigiarse, aunque una serie de malentendidos pospuso el acuerdo final hasta el 23 de septiembre de 1122.
El Concordato de Worms
El acuerdo estaba formado por dos documentos, conocidos como Concordato de Worms. Antes bien, este nombre se remonta a mucho más tarde, al siglo XVII. El emperador cedía la investidura espiritual, con estola, anillo y báculo al papa. Los obispos germanos debían elegirse conforme al derecho canónico y estar limpios de simonía, pero el emperador tenía derecho a estar presente en la elección y arbitrar posibles disputas. El emperador investía a cada obispo con un cetro, símbolo de la autoridad temporal asociada a las regalías. Esto debía tener lugar antes de la ordenación en Alemania, pero después de la ordenación en Italia y Borgoña. En 1133, se revisó esta cláusula: el nuevo obispo debía jurar lealtad al emperador previa recepción de sus prerrogativas temporales. Las posesiones del papado estaban exentas de tales acuerdos, lo cual indicaba que ya no formaban parte de la jurisdicción imperial.
El concordato suele interpretarse como el símbolo del paso de una época a otra, de la transición de la Edad Media temprana a la Alta Edad Media, así como del inicio de la secularización.115 Aunque religión y política siguieron estando estrechamente imbricadas, el acuerdo rigió las relaciones papado-imperio hasta 1803. Las generaciones posteriores se han sumado al debate de la época de quién obtuvo mayor beneficio. El papa Calixto II estaba convencido de haber ganado, pues lo celebró con los frescos conmemorativos del palacio de Letrán y remitió copias del concordato a toda Europa. El clero había conservado sus distinciones corporativas y la nueva ceremonia de investidura dejaba claro que el rey germano carecía de potestad espiritual… En este sentido, es indudable que la política se desacralizó. La desautorización, en 1119, del último antipapa por parte de Enrique V pone de relieve que el emperador era incapaz de quitar y poner papas. Aun así, el imperio no había quedado debilitado. Al contrario, el resultado de la querella reforzó una serie de tendencias de fondo que aceleró la transformación de la propiedad eclesiástica: pasa de formar parte de las tierras de la corona a ser posesiones de príncipes espirituales ligados al monarca en una relación feudal más formalizada. Mientras, las nociones de responsabilidad colectiva sobre el imperio expresadas en las rebeliones contra Enrique IV continuaron con el concordato, el cual había sido negociado con la ayuda de señores laicos y señores espirituales. Estos juraron que garantizarían que Enrique V se ciñera a los términos del acuerdo. La monarquía de mandato directo de los salios se reemplazó por un sistema mixto por el cual el emperador compartía responsabilidades con sus señores.116
El papado también cambió. El objetivo inicial de libertad eclesiástica de la reforma gregoriana había sido derrotado. Los reformadores más radicales se vieron obligados a asumir que СКАЧАТЬ