Название: El Sacro Imperio Romano Germánico
Автор: Peter H. Wilson
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 9788412221213
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Hubo nuevos imprevistos: esta vez fue la inesperada y temprana muerte de Enrique, a los 31 años de edad, en septiembre de 1197, seguida de la de su esposa Constanza, 14 meses más tarde. Tales acontecimientos dejaron a su hijo de 4 años, Federico II, bajo la tutela del papa. Los partidarios germanos de los Hohenstaufen eligieron al tío de Federico, Felipe de Suabia, como candidato al trono en la elección real de 1198. Pero sus rivales locales aprovecharon la situación y optaron por Otón IV, de la familia güelfa, lo cual desencadenó una guerra civil que duró hasta 1214.123
La respuesta del papa Inocencio III refleja lo mucho que estaba en juego. Tras cierta vacilación inicial, en 1202, Inocencio promulgó un decreto o dictamen de la corte papal, el denominado Venerabilem. Este reinstauraba la interpretación gregoriana de la doctrina de las Dos Espadas, según la cual toda autoridad, también la temporal, provenía de Dios y se transmitía a los reyes por mediación de los pontífices. Inocencio no cuestionaba la división de autoridad espiritual y secular consagrada por el Concordato de Worms y aceptaba que los alemanes eran libres de escoger a su rey; pero sostenía que los papas tenían derecho a dar su aprobación. Esto sugería que podía vetar candidatos, si, por ejemplo, habían pecado. También refutaba la práctica Hohenstaufen de asumir prerrogativas imperiales una vez coronados reyes, pues argumentaba que tan solo los papas coronaban emperadores. Al distinguir el conjunto del imperio del reino germano, Inocencio buscaba usurpar la autoridad imperial en Italia y en el sur de Borgoña y reclamó el estatus de vicario imperial, o gobernador, en el caso de que no hubiera emperador o si este estaba ausente de Italia. En menos de 50 años, los expertos en derecho canónico afirmaron que el papa era en realidad el verdadero emperador, pues este había trasladado la autoridad desde Bizancio.124
El Venerabilem revertía por completo la posición de los otónidas, que habían reivindicado una potestad bastante parecida sobre el papado. No obstante, también revelaba hasta qué punto el papado continuaba ligado al imperio. Ningún papa podía reducir el imperio al estatus de un reino cualquiera sin devaluar con ello su pretensión de ser el único hacedor de emperadores. Esto explica por qué, a pesar de las fuertes tensiones periódicas, los papas coronaron a todos los reyes germanos, desde Otón I a Federico II, con la excepción de Conrado III y Felipe de Suabia.
En la práctica, Inocencio no pudo encauzar la situación. Los dos bandos de la guerra civil germana pretendían restringir la influencia papal. Inocencio, para tratar de impedir la unión entre el imperio y Sicilia, acabó respaldando a Otón IV, pero esto solo sirvió para enemistarlo con algunos de los partidarios del rey, que ahora desconfiaban de él. En torno a 1207, Otón se vio obligado a pedir una tregua, pero Felipe de Suabia fue asesinado al año siguiente en una disputa no relacionada.125 Otón, con habilidad, se granjeó el apoyo de la mayoría de los partidarios de Felipe al asumir sus mismos objetivos imperiales en Italia, entre los que se incluían hacerse con el control del sur. Inocencio, poco después de haber coronado emperador a Otón, se vio impelido a excomulgarlo un año más tarde, en 1210, y unirse a Francia para apoyar al joven Federico II de Sicilia como nuevo candidato Hohenstaufen. Otón se excedió en su ambición y unió fuerzas con su tío, el rey Juan de Inglaterra, para invadir Francia. Esta campaña se saldó con la desbandada del Ejército Imperial en Bouvines, al este de Lille, el 27 de julio de 1214. Federico, que había sido coronado rey germano en 1212, pudo ahora asumir el poder sin que nadie se lo impidiera.
De todos los emperadores (fue coronado en 1220), es probable que Federico II sea el más controvertido. El cronista inglés Mateo Paris le llamó Stupor Mundi, «asombro del mundo». Era ciertamente asombroso. Inteligente, encantador, despiadado e impredecible, a menudo parecía actuar de forma caprichosa. Sus seguidores consideraban que cumplía una misión mesiánica, en particular después de que recuperase Jerusalén en 1229 (vid. págs. 145-146). Sus adversarios papales le denominaban la Bestia del Apocalipsis y le comparaban con Nerón destruyendo el imperio. Las generaciones posteriores han compartido esta combinación de asombro y repulsión: fue detestado por Lutero y celebrado por Nietzsche, que le calificó de «espíritu libre» El emperador tuvo 19 hijos de 12 mujeres diferentes y depuso a su hijo y heredero. Federico se consideraba a sí mismo un verdadero cristiano, pero hablaba algo de árabe, toleraba a los musulmanes y, de hecho, tenía una guardia personal de sarracenos. Sin embargo, no era un multiculturalista moderno, ni tan innovador como defienden algunos de sus biógrafos.126
Tan pronto como se sintió lo bastante seguro en Alemania, Federico renegó de su acuerdo con el papa Inocencio. Hacia 1220 era obvio que había retomado el programa paterno de unificar Sicilia y el imperio. El pontífice, a regañadientes, contemporizó, con la esperanza de que el emperador encabezase una nueva cruzada. En 1227, no obstante, rompieron relaciones y Federico fue excomulgado. La recuperación no sangrienta de Jerusalén, no obstante, forzó la retirada de la excomunión. Los conflictos volvieron en 1236. Esto provocó una nueva excomunión, tres años más tarde, por supuesta herejía; esta vez sería permanente. Las cuestiones siguieron siendo las mismas que durante los tres emperadores anteriores, pero ahora el papa empleaba la nueva arma de las indulgencias para cruzados para obtener apoyo militar, además de secundar, a partir de 1246, una serie de antirreyes alemanes. La situación volvió a ser como bajo Barbarroja. Ninguna de las dos partes podía alcanzar una preponderancia decisiva, pero esta vez nadie estaba dispuesto a negociar. Las derrotas imperiales en Italia de 1246-1248 fueron revertidas por contraataques posteriores y en 1250, año en que muere Federico, la situación seguía estando abierta. El fracaso de los Hohenstaufen se debió a las circunstancias, no fue estructural (vid. págs. 375-376).
El hijo de Federico, Conrado IV, y sus familiares perdieron con rapidez el control de Alemania después de 1250, lo cual, a su vez, aceleró su derrota en Italia a causa de revueltas locales en Nápoles y el apoyo pontificio a Carlos de Anjou, hermano menor del rey de Francia, que dio carácter de cruzada a la conquista de Sicilia por parte de Carlos.127 La muerte del último pretendiente Hohenstaufen, en 1268, garantizó el importante objetivo del papado de preservar su soberanía sobre Sicilia y Nápoles, al tiempo que los mantenía separados del imperio. Sin embargo, el que ni papas ni emperadores consiguieran imponerse en la prolongada guerra que libraban desde 1236 hizo que un número creciente de contemporáneos considerase a ambos meros monarcas.128
PAPADO E IMPERIO DESDE 1250
Imperio y papado en la era de los «reyes menores»
El periodo que va desde la muerte de Federico II en 1250 hasta la coronación imperial de Enrique VII en 1312 fue el más prolongado de la historia del imperio sin un emperador coronado. Sin viajes de coronación, tampoco había presencia real en Italia. Aunque la idea imperial se mantenía potente, pues atrajo a los primeros candidatos «foráneos». En la segunda «doble elección» de 1257, fueron elegidos reyes de Alemania Alfonso X de Castilla y Ricardo, earl de Cornualles. Entre 1273 y 1313, el reino germano fue gobernado por una sucesión de hombres que, previamente a su elección, habían sido meros condes. Todos ellos consideraban el título imperial un medio con el que imponerse a duques más poderosos (vid. págs. 375-392). Las tradiciones imperiales se mantuvieron fuertes. Rodolfo I, Adolfo de Nassau y Alberto I fueron enterrados en la cripta imperial de la catedral de Espira, junto con los ilustres emperadores salios. Enrique llegó incluso a trasladar allí de forma expresa a Adolfo y Alberto para transmitir la idea de continuidad legítima, tras la breve reanudación de la guerra civil en 1298.
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