Название: El continente vacío
Автор: Eduardo Subirats
Издательство: Bookwire
Жанр: Философия
Серия: Historia
isbn: 9786075475691
isbn:
La argumentación de Ginés de Sepúlveda comprendía por consiguiente tres postulados teológico-políticos. Primero fundaba, con arreglo a la ética de Aristóteles, el derecho natural a la guerra contra el indio en virtud de su carácter de naturaleza y de inferioridad moral o su precario rango humano. En segundo lugar, legitimaba la guerra contra indios como guerra santa de conversión, siguiendo en ello la tradición agustiniana de guerra contra gentiles y la tradición de las cruzadas contra el islam en la península ibérica. Pero además de la argumentación aristotélica del sometimiento de los bárbaros a la esclavitud y del principio agustiniano de su subordinación a la fe cristiana, Ginés de Sepúlveda introdujo un ulterior argumento propagandístico en favor de la guerra contra indios como guerra de salvación. «Sometiéndolos primero a nuestro dominio […] creo que los bárbaros pueden ser conquistados con el mismo derecho con que pueden ser compelidos a oír el Evangelio», escribía a este respecto, para añadir acto seguido el profundo significado teológico de esa guerra de conquista:
Y sometidos así los infieles, habrán de abstenerse de sus nefandos crímenes, y con el trato de los cristianos y sus justas, pías y religiosas advertencias, volverán a la santidad de espíritu y a la probidad de costumbres, y recibirán gustosos la verdadera religión con inmenso beneficio suyo, que los llevará a la salvación eterna […] recibir el imperio de los españoles ha de serles todavía más provechoso que a los españoles, porque la virtud, la humanidad y la verdadera religión son más preciosas que el oro y que la plata.66
El oro puro de la salvación por el oro contaminado de la gentilidad americana, y la cruz como el principio sacrificial de purificación que bendecía el oro generado por el trabajo esclavo de las minas a cambio del oro simbólico de la conversión.
Semejante intercambio de significados entre el oro como valor económico real y del valor virtual del oro como salvación de las almas no debería considerarse como una coincidencia azarosa o casual.67 Alain Milhou ha señalado el valor escatológico del oro en el propio diario de Colón y en el pensamiento de los franciscanos. Su significado era sobrenatural para la sensibilidad artística e intelectual del Renacimiento. Se encuentra asociado como tal con la lucha del bien contra el mal.68 Se lo puede detectar bajo esta misma función de intercambio simbólico en manuales para confesionarios.69 La dimensión sacrificial, purificadora y metafórica del oro y los tesoros se dan cita asimismo en las bulas de la Iglesia romana.70 El trueque metafórico entre el oro metálico y el oro de la pureza cristiana constituía por lo demás un momento indispensable del antisemitismo español.71 Pero, sobre todo, constituye el aspecto iconográfico más espectacular y elemental en toda la arquitectura sacra de la colonia: los prodigiosos retablos incrustados en oro del Barroco hispano y lusoamericano.
Un precioso lugar destaca en la representación visual de este intercambio de significados entre los valores mesiánicos que definían el universalismo imperial cristiano y el descubrimiento del oro y de los minerales preciosos en el Nuevo Mundo: La Virgen del cerro en la Casa de la Moneda de Potosí. Es en esta representación sagrada donde coinciden todos los imaginables símbolos del imaginario sagrado del dinero y del valor mercantil de la fe cristiana. Aparece la Virgen, espina dorsal de la Iglesia desde los comienzos de su expansión helenística. La Santísima Trinidad se instaura patriarcalmente sobre su cabeza. El cuerpo y el manto de María se confunden con el cuerpo y las faldas de la montaña áurea de Potosí. El globo terráqueo yace a sus pies. Los representantes del poder pontificio y de la monarquía hispánica flanquean el espectáculo. El oro, el esplendor del orbe cristiano y la grandeza universal del imperio español cierran un vínculo sacramental frente al escenario de los indios esclavos de las minas que se despliegan como líneas de barrocos arabescos a los ancho del manto virginal.72
La doble estigmatización del americano como bárbaro y su criminalización como infiel elevaban por contraste la conquista española a aquella misma dimensión redentora que también Cortés esgrimía hasta la náusea en sus cartas al emperador cristiano y a título de predestinación providencial de la conquista.
«Y por seguir la victoria que Dios nos daba […] ayudándonos Nuestro Señor […] y Dios nos dio asimismo tan buena dicha y victoria […] Dios sabe cuánta alteración recibí […] que si Dios misteriosamente no nos quisiera salvar […] Dios sabe cuánto trabajo y peligro recibí […] Y pareció que el Espíritu Santo me alumbró con este aviso […] Pero quiso Dios Nuestro Señor mostrar su gran poder.»73
No solo Cortés, de quien Sepúlveda afirmaba que «había actuado como un apóstol»,74 invocaba esta dimensión milagrosa a la vez que espiritual de la conquista. Bernal Díaz del Castillo citó por igual el carácter divino de la empresa, Gómara reiteró su demasiado distante testimonio de intervenciones milagrosas de lo divino en el curso de la empresa militar constitutiva de Nueva España, y en los Colloqvios y doctrina christiana, transcritos en náhuatl por Sahagún, se ponen en boca de los primeros doce franciscanos llegados a la recién destruida Tenochtitlán la siguiente proclamación apostólica: «Y no es otra cosa por la cual hemos venido […] solo por compasión de vosotros, por la salvación vuestra».75
La guerra santa
La concepción militar de la conquista, así como sus presupuestos morales en torno a una representación heroica y cristológica de la guerra justa se arropaban, además, bajo los signos de una guerra santa presidida por Dios. Semejante ideal de una guerra divinal —escribe E. Straub en su libro sobre Cortés—:
podía conseguir rápidamente adeptos en España, puesto que sintonizaba con las ideas mesiánicas de los enviados del imperio, con la concepción de que España había sido destinada por Dios no solamente a llevar el Evangelio por todo el orbe, sino también a imponer el reino de la paz divina. En esa época comenzaban a trazarse en este sentido paralelos entre la historia de España y la de Israel, a aplicar las profecías bíblicas a Castilla.76
La doctrina de la guerra santa instauraba al conquistador como sujeto virtuoso, alma sustancial y salvador cristiano. La presencia y fortaleza de ánimo, el arrojo ante los peligros y la obediencia a la ley divina, no en último lugar la rectitud de ánimo y el acatamiento de la legítima autoridad temporal recorren la leyenda del héroe conquistador como modelo emblemático del alma cristiana. Cortés describe su conquista de los reinos mesoamericanos como un rito de iniciación en la misma medida en que la victoria final es estilizada en sus cartas como consagración del mesianismo cristiano global. Todos estos rasgos no solamente tallaron la saga del conquistador como redentor, configuraron, asimismo, una identidad histórica: la identidad imperial en la edad dorada de su señorío universal. El alma sustancial aristotélica se fundía con las virtudes heroicas del caballero cristiano, para elevarse hasta los cielos sublimes de la doctrina providencial y apocalíptica de la conquista de las Indias como guerra santa, y revelarse, СКАЧАТЬ