Las desesperantes horas de ocio. Jorge Humberto Ruiz Patiño
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СКАЧАТЬ festejos civiles como religiosos.

      Para obtener una visión de las diversiones desde la noción de fiesta, parece más conveniente, entonces, acercarse a ellas a partir de dos elementos que son transversales —con diferentes matices— en todas las investigaciones sobre festividades en Colombia. El primero está relacionado con la noción de lo festivo como un espacio de representación del orden social y político, cuya puesta en escena puede difuminar las jerarquizaciones sociales por medio de la interacción entre distintos sectores sociales en el ritual o mediante la construcción de una unidad imaginaria que subsume en ella todos los antagonismos sociales (Jiménez 2007; Tovar 2009). Pero lo festivo también puede, por otro lado, producir tensiones y conflictos que se expresan en el nivel de las relaciones sociales prácticas (Jiménez 2007; Lara 2015), de la construcción de la memoria (Pérez 2010; Pérez y Yie 2012) o de las luchas más directas entre distintos grupos políticos (González 2012; González, Jaimes y Rodríguez 1994).

      El segundo elemento está conformado por la relación entre fiesta y exceso, considerado este último como desfogue o distensión de las rutinas de la vida o como expresión de las pulsiones que llevan al goce festivo (Jiménez 2007; Tovar 2009). No hay fiesta sin exceso, sin transgresión, sin disrupción. Esta característica típica de la fiesta se encuentra asociada a la representación que desde el lado del poder se hace de ella como desorden y, en este sentido, como actividad objeto de control una vez que los grupos dominantes se han distanciado, por lo menos en apariencia, de las manifestaciones no oficiales, populares o paganas de la celebración festiva (Aschner 2006; González 2005; Jiménez 2007; Lara 2015; Tovar 2009; Vargas 1990).

      Con el objeto de acotar este balance, las investigaciones sobre fiesta se agruparon en dos conjuntos. Uno de ellos está conformado por aquellas que se concentran fundamentalmente en la descripción y el análisis de los aspectos oficiales de las festividades. En esos trabajos las formas de diversión están ausentes o aparecen solo marginalmente, pues el énfasis se encuentra en el análisis acerca de cómo los distintos estamentos sociales se integran a los actos centrales o en la descripción de los procesos de significación que subyacen a cada momento de la escena ritual. El otro conjunto de investigaciones se compone de aquellas que integran de una forma más visible a las diversiones como un elemento constitutivo de lo festivo. Por medio de estas últimas se evaluará el lugar de lo lúdico en el exceso y en la representación del orden social y político.

      Sobre el primer grupo es importante mencionar el trabajo de Javier Ocampo (2006), quien por medio del concepto de folclor proporciona un panorama y descripción de las distintas clases de festividades (religiosas, patrias, carnestolendas, socioeconómicas) y de los elementos que componen a cada una de ellas. También forman parte de este grupo los trabajos sobre la fiesta republicana de Marcos González (1998 y 2012) y de este autor con Gladys Jaimes y María Rodríguez (1994), en los que se analizan las tensiones entre las simbologías de la fiesta patria liberal y de las celebraciones del periodo de la Regeneración (como es el caso del cuarto centenario del descubrimiento de América).

      También se deben mencionar las investigaciones de Amada Pérez (2010) y de esta autora con Soraya Yie (2012) sobre las celebraciones políticas republicanas. Allí plantean que estas celebraciones son formas de construcción de la memoria en las que se representa la gesta de independencia a partir de una tensión entre su articulación al pasado colonial o al presente republicano. De esta forma, las representaciones sobre la lucha independentista —desde el régimen liberal o desde el regeneracionista— quedan plasmadas en relatos sobre el origen de la nación, en colecciones de objetos emblemáticos, en los procesos de institucionalización de las ceremonias públicas y en las imágenes formadas sobre la participación de los sectores populares (Pérez y Yie 2012; Pérez 2010). En cuanto a las festividades religiosas, Marcos González (1995) se concentra en las fiestas del Corpus Christi y analiza su fastuosidad como una función política de control, que al expresar las jerarquías sociales en el acto central de la procesión las reproduce al mismo tiempo que afirma la legitimidad del poder político y religioso.

      Dentro del segundo grupo se encuentran los trabajos de Camila Aschner (2006), Susana Friedmann (1982), Marcos González (2005), Orián Jiménez (2007), Pablo Rodríguez (2002), Max Hering (2015), Héctor Lara (2015), Victoria Peralta (1995), Julián Vargas (1990) y Bernardo Tovar (2009). Con la inclusión de estos trabajos en este conjunto no se quiere desconocer la variedad de consideraciones analíticas sobre la fiesta que ellos contienen, sino simplemente indicar que allí se encuentran de forma más detallada que en los trabajos ubicados en el conjunto anterior aspectos relacionados con las diversiones. En estas investigaciones se observarán los dos elementos que se han considerado de relevancia respecto a las diversiones: la fiesta como integración de las clases sociales o como medio de expresión de los antagonismos y la fiesta como exceso y desorden.

      Al resaltar las características populares del Corpus Christi por encima de sus actos centrales, Susana Friedmann (1982) le asigna un lugar importante a bailes como la contradanza y a los que, según ella, siendo de tradición indígena fueron incorporados a la fiesta un vez se depuraron de “todo acto que incitara al desorden o a la violencia” (Friedmann 1982, 61). También hace una pequeña mención a los juegos de caballería conocidos como “correr cañas” y a las corridas de toros, prácticas que considera “elementos esenciales y comunes a toda celebración popular” (Friedmann 1982, 66). Por otra parte, Julián Vargas (1990) describe las corridas de toros y de gallos realizadas durante la celebración de festividades religiosas y civiles (figura 1). También comenta los bailes de máscaras que tenían lugar en el Teatro El Coliseo en Bogotá durante el siglo XVIII y el desbordamiento de la conducta de la población cuando tenían ocasión la carnestolendas en la ciudad, fiesta a la cual se agregaban las riñas de gallos (figura 2),2 el consumo de chicha y los juegos de azar, que fueron objeto de constantes prohibiciones durante toda la Colonia.

       FIGURA 1. Apuestas del día de San Juan, Ramón Torres Méndez

      Fuente: Colección de Arte del Banco de la República, AP 1327.

       FIGURA 2. Galleros. Ramón Torres Méndez

      Fuente: Colección de Arte del Banco de la República, AP 1331.

      Con relación a las corridas de toros, Pablo Rodríguez (2002) comenta que durante la Colonia estos eventos tenían lugar con ocasión de festividades religiosas como el Corpus Christi, el San Juan y San Pedro, así como en las celebraciones de tipo civil como el recibimiento de los virreyes y las juras de los reyes. Indica, igualmente, que fueron prohibidas durante un breve tiempo por Carlos III, al considerarlas una actividad bárbara, y que, posteriormente, con la Independencia, fueron incorporadas a la celebración patria (Rodríguez 2002, 118). Para este autor, las corridas de toros fueron “una fiesta integradora de los distintos estamentos de la sociedad y el escenario ideal para la demostración de estatus de cada uno” (Rodríguez 2002, 120).

      En su estudio sobre las fiestas de San Juan, Bernardo Tovar (2009) anota que las diversiones que tenían lugar en Bogotá durante dicha festividad en tiempos de la Colonia —como corridas de toros, carreras de caballos, juegos de gallos, uso de máscaras, consumo de licor y los bailes llamados chirriaderas— fueron objeto de constantes controles y prohibiciones por parte de las autoridades coloniales, porque según ellas alejaban a la población —tanto española como indígena— del cumplimiento de СКАЧАТЬ