Название: Las desesperantes horas de ocio
Автор: Jorge Humberto Ruiz Patiño
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Opera Eximia
isbn: 9789587816112
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19 Aunque la élite bogotana estuvo compuesta por todos estos grupos sociales, dentro de ellos fueron intelectuales, como José María Cordovez Moure; empleados oficiales, como Genaro Valderrama, y empresarios, como Francisco Zenardo o los hermanos Carlos José y Rafael Espinosa, quienes representaron, adoptaron, impulsaron y difundieron inicialmente las entretenciones de las que se está hablando. La importancia de estos personajes y de algunos otros en el proceso que se está estudiando será comentada en los siguientes capítulos.
20 Aunque a mediados del siglo XIX Bogotá era una ciudad predominantemente mestiza, la población era identificada según criterios raciales por la clase de oficio que efectuaba. De esta forma, los pocos indígenas que había y los mestizos pobres realizaban oficios de peonaje, en el caso de los hombres, y servicios domésticos, en el de las mujeres. Por tanto, las actividades básicas de la ciudad, como el abastecimiento de los mercados, el aprovisionamiento de agua y los cuidados básicos del hogar y de las personas de clase alta, estaban a cargo de estos sectores de la población. De otro lado, un sector mayoritario de los mestizos estuvo conformado por artesanos, tenderos y pequeños comerciantes, quienes con la incorporación paulatina de la economía capitalista fueron acumulando un capital que les permitió ascender socialmente a través de sus hijos, que se convirtieron en profesionales o empleados oficiales. A este panorama se sumaban los propietarios de haciendas y comerciantes que desde la Colonia eran denominados criollos y conformaban la clase alta de la ciudad (Mejía 1999).
21 Tal vez las corridas de toros fueron la única entretención en la que se podían encontrar todas las clases sociales de la ciudad, aunque con seguridad este equilibrio tendió a variar en favor de clases mejor acomodadas en la jerarquía socioeconómica con la construcción de los circos de toros a partir de 1890 y el cobro de entradas a los espectáculos públicos. Por otro lado, es probable que el modelo compacto y no expansivo que presentó la ciudad haya favorecido el sostenimiento durante las últimas décadas del siglo XIX de las corridas de toros como una diversión de todas las clases sociales, pues en la zona central, que era la más poblada, cerca de donde se ubicaba el circo de toros construido en 1890, se concentraba la población sin presentar especialización espacial por oficio o clase social, a diferencia de las zonas periféricas, donde sí se desarrolló algún grado de especialización al ser pobladas por los sectores sociales más pobres. El modelo compacto implicó entonces que en la zona central convivieran todas las clases sociales y se mezclaran todos los usos y servicios de la ciudad: bancos, agencias comerciales, restaurantes, universidades y residencias (Mejía 1999). Es importante aclarar que la marcada división entre prácticas de diversión por clase social se fue difuminando en el siglo XX con la mayor diferenciación de clases sociales a medida que la ciudad se industrializaba, se engrosaban las capas medias, aumentaba la capacidad de consumo de los obreros y se regularizaban las horas del trabajo industrial.
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