Las desesperantes horas de ocio. Jorge Humberto Ruiz Patiño
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СКАЧАТЬ para entender la historia de las diversiones y los espectáculos, es también una historia de cómo se conciben el tiempo, el trabajo, la perfectibilidad de los seres humanos y lo que ellos son y crean cuando pueden estar juntos.

      INGRID JOHANNA BOLÍVAR RAMÍREZ

      Profesora del Departamento de Ciencia Política

      de la Universidad de los Andes

       INTRODUCCIÓN

      Al finalizar el siglo XIX el ambiente lúdico en Bogotá había variado con relación al que se podía observar desde tiempos de la Colonia: las corridas de toros ya no se realizaban en las plazas públicas de la ciudad, sino en lugares llamados circos, la ópera aparecía en escenario y las carreras de caballos y de velocípedos imprimían un toque de velocidad a la vida bogotana. Estas diversiones fueron adoptadas por la élite de la ciudad y representaron sus valores y posición social, en contraste con otras formas de diversión, como las riñas de gallos y los juegos de azar, prácticas que habían sido objeto de control y regulación tanto por autoridades coloniales como republicanas debido a su asociación con el vicio, la ociosidad y la barbarie.

      La adopción de nuevos divertimentos en la élite bogotana se produjo con un cambio en la forma de organizar la vida lúdica de la ciudad. Si bien durante la Colonia y buena parte del primer periodo republicano las diversiones estuvieron circunscritas a las festividades religiosas y a los regocijos públicos como parte de las celebraciones civiles, a partir de las últimas décadas del siglo XIX se introdujo la noción de espectáculos públicos para nombrar aquellas diversiones con las que la élite de la ciudad comenzaba a entretenerse. Si los primeros fueron fomentados y patrocinados por la municipalidad de Bogotá —con aportes de algunos ciudadanos notables—, en el caso de los segundos fue la acción de individuos imbuidos de un espíritu empresarial lo que permitió a la élite bogotana obtener momentos placenteros y emocionantes con la ópera, las corridas de toros, las carreras de caballos y de velocípedos.

      Pero además de asistir a los espectáculos públicos, los habitantes encumbrados de la ciudad podían pasar apacibles ratos al visitar los parques que habían sido construidos sobre las antiguas plazas coloniales. En ellos era posible dar paseos, contemplar jardines, escuchar conciertos musicales y observar la exhibición de objetos que resultaban de alguna novedad para los bogotanos. Todas estas actividades de diversión se desarrollaban durante periodos que no estaban anclados en las festividades civiles o religiosas, de modo que el sentido festivo que había caracterizado a la vida lúdica de la ciudad se fue difuminando para dar paso a un sentido compuesto por significados relacionados con la perfectibilidad del individuo y el progreso social.

      Con el cambio en las formas de diversión cambió también la idea de tiempo asociada a ellas. Ya que la élite bogotana consideraba las diversiones festivas como ociosas y bárbaras, el segmento temporal en el cual se hacían aquellas fue concebido como un tiempo desperdiciado, mientras que el tiempo de los nuevos divertimentos se consideró un elemento esencial de la vida civilizada, tanto como el tiempo del trabajo, de la instrucción y del descanso. ¿Cómo se produce este cambio? ¿Cuáles son los factores que inciden en la transformación de la idea de tiempo ligada a la diversión? Estas preguntas constituyen el eje sobre el cual discurren las páginas que siguen. Se trata de observar, a través del proceso de introducción de nuevas prácticas lúdicas en la vida social bogotana, la formación de una concepción del tiempo que permitirá a la élite de la ciudad divertirse sin incurrir en ociosidad.

      Se escogió comenzar la indagación en 1849, época significativa que vio nacer el primer gobierno liberal de la era republicana, y de especial importancia para los propósitos de esta investigación porque en dicho año se decretó oficialmente la celebración de la Independencia en Bogotá cada 20 de julio, festividad que se acompañaba con la realización de corridas de toros y otros regocijos en la plaza central. Estas conmemoraciones sirvieron como crisol de legitimación del régimen liberal, por lo que las fiestas patrias se desarrollaron como un espacio de disputa política dentro del cual se activaron distintos significados sobre las diversiones de origen colonial en oposición a los significados de los divertimentos adoptados por la élite bogotana.

      Con el año de 1900 se cierran los argumentos que se presentarán para tratar de responder a los cuestionamientos ya señalados. El haber escogido una época marcada por el inicio de la guerra de los Mil Días (17 de octubre de 1899-21 de noviembre de 1902) se explica por el hecho de que el enfrentamiento bélico trastornó la vida social de buena parte del país durante los tres años de su duración. Esto causó una profunda interrupción en el desarrollo de las diversiones en Bogotá, que solamente pudo ser retomado algunos años después de terminada la guerra, con elementos nuevos como los deportes, la diversificación de los cafés y el cinematógrafo. No está de más comentar que la guerra de los Mil Días indica el periodo de crisis y finalización del régimen político de la Regeneración, que había reemplazado al liberalismo radical a partir de 1880.

      La escogencia de este periodo (1849-1900) busca trazar una línea continua de cambio entre las diversiones de origen colonial y las nuevas diversiones adoptadas por la élite de Bogotá en las últimas décadas del siglo XIX. Con esto se espera solventar una situación observada en las investigaciones que han tenido como temas la historia de la fiesta y del ocio en Colombia, a saber, que en ellas la reflexión sobre las diversiones se circunscribe a periodos específicos que no permiten encontrar las transiciones entre unas diversiones y otras. Así, los trabajos sobre la fiesta en Colombia se concentran en la Colonia preferentemente y los primeros años de la República, mientras que en las investigaciones cuyo tema es el ocio el análisis parte de los últimos años del siglo XIX en adelante, cuando las nuevas diversiones ya se encuentran instaladas.1

      La reflexión sobre el proceso de transición de las diversiones y del cambio en los significados del tiempo sujetos a ellas se hace a partir de dos formas de abordar el objeto en cuestión. Una se refiere al juego entre representaciones y prácticas que implica la irreductibilidad de unas en otras o la inconveniencia de su separación tajante, y que propone una perspectiva de doble vía que permite observar de qué forma las primeras reestructuran el mundo social, es decir, cómo influyen en las formas de acción de los sujetos sociales, mientras las segundas generan nuevas categorías con las cuales la vida es representada (Chartier 2000, 25).

      De esta forma, el problema que se ha venido planteando con relación a las diversiones adoptadas por la élite de Bogotá a finales del siglo XIX se entiende como un proceso en el que intervienen tanto las representaciones de las diversiones de origen colonial y europeo como las acciones o maneras de hacer —las prácticas— que transformaron o incorporaron unas diversiones específicas en la ciudad. Pero esta relación no se concibe de forma causal, de las representaciones a las prácticas o viceversa, sino como una articulación de acercamientos y distanciamientos temporales. Los argumentos ofrecidos en este trabajo tratan de mostrar los puntos —y momentos— de conexión entre las imágenes que la élite de Bogotá se formó respecto a unos divertimentos específicos y la forma como estos se fueron inscribiendo en la vida social de los bogotanos.

      Una aclaración adicional parece pertinente para ilustrar —anticipadamente— la relación entre representaciones y prácticas. Una representación puede entenderse como la imagen construida sobre un objeto que no se encuentra presente y sobre el cual se comunica una idea que no es exactamente igual a él, pues está mediada por las divisiones del mundo social en el cual se encuentra inmerso el sujeto que la produce. Una representación, entonces, está contenida por las divisiones de la organización social y se expresa como un sistema de relaciones o lucha entre representaciones en la que se ordena y jerarquiza el mundo social (Chartier 1992, 57). De este modo, las imágenes construidas en torno a las diversiones expresan las divisiones de la sociedad bogotana y la forma como la élite de la СКАЧАТЬ