Las desesperantes horas de ocio. Jorge Humberto Ruiz Patiño
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СКАЧАТЬ que ver con su propio potencial para mostrar “utilidad”, conexión con el mundo del trabajo o de los nuevos valores que se querían promover. Es muy interesante leer en el texto cómo diversas lógicas coincidieron en la transformación de las diversiones y cómo fue emergiendo una nueva lógica: la del espectáculo.

      Con respecto a las transformaciones de antiguas diversiones, Ruiz rastrea los intensos debates sobre los modos como la diversión colonial de las corridas de toros podía y debía convertirse en el arte de la tauromaquia. Tal conversión no ponía fin a los debates sobre la “utilidad” de esa actividad, pero introducía elementos de arte, belleza y técnica en la consideración de un ámbito que, como el de las corridas de toros, había favorecido el encuentro entre grupos sociales. Las transformaciones vividas por las carreras de caballos le permiten al autor llamarnos la atención sobre cómo viejas lógicas se articulan con nuevos valores y con novedosas transformaciones sociales. Establece asimismo que las carreras de caballos pasaron de ser una práctica cercana a los juegos de azar para convertirse en un espectáculo. Al respecto, el autor introduce precisiones fundamentales, especialmente en el tercer capítulo.

      La categoría de espectáculos públicos es muy importante por cuanto invita a examinar la emergencia no solo de nuevas actividades para ver y disfrutar, sino también de nuevos espacios, nuevos agentes-empresarios, nuevos valores y la formación de públicos. En este punto, Ruiz se alimenta de las transformaciones en el Código de Policía y nos ayuda a imaginar cómo se transforman la vida social, los ejes de movilidad de la ciudad y las demandas para los agentes de policía con la proliferación de espacios para la presentación de espectáculos. Hipódromos, circos y teatros, como espacios especializados, delatan la transformación de lo que se puede hacer en un tiempo que no necesariamente se define aún como tiempo libre, pues no está delimitado por el tiempo de trabajo y de la industrialización, pero tampoco es ya un tiempo libre de racionalización.

      Ruiz rastrea la transformación de diferentes prácticas y la especialización de espacios y actores propia de la emergente lógica del espectáculo, pero también observa detenidamente cómo las antiguas plazas públicas como lugar de encuentro político y comercial cambian de nombre y función y se van convirtiendo en parques y jardines para tener “un rato de solaz”. Su trabajo nos invita entonces a reconocer las muy diferentes lógicas y los varios “centros” de transformación social y cultural que están detrás de la emergencia de nuevas diversiones, esparcimientos, espectáculos y ocasiones festivas. Nos invita también a precisar qué cambia cuando pasamos de diversiones a entretenimientos, o, como en el caso de los espectáculos, cuándo se acrecienta la separación entre quienes presentan, el público y el escenario. Adicionalmente, deja claro que el ámbito de los espectáculos que se forja a finales del siglo XIX en Bogotá implicó una mutación de las viejas diversiones, un nuevo “emplazamiento de unas prácticas de recreo sobre otras” y la diferenciación creciente entre prácticas con distintas trayectorias, algunas de las cuales (riñas de gallos, por ejemplo) fueron desmarcándose del calendario festivo propiamente dicho. Uno de los modos como Ruiz nos acerca a esos nuevos “emplazamientos” es por medio de la incorporación en el texto de varias fotografías de lugares o de actividades recreativas en las que podemos ver e imaginar las diversiones y los espectáculos como ocasiones para el encuentro de los grupos sociales y para el disfrute compartido de diversas actividades.

      Hasta ahora me he referido más a los procesos de cambio que el autor investiga que a quienes lo protagonizan o a cómo Ruiz establece quiénes son los actores centrales de esta historia. Como en otras investigaciones a propósito de la evolución de las prácticas culturales y de la transformación de su sentido, el autor se refiere a las “élites” de la ciudad y explora sistemáticamente diferentes fuentes, entre las que se encuentran las memorias de viajeros colombianos y extranjeros.

      El autor es consciente de los problemas atados a la definición de quienes son una élite, y aunque no discute extensamente la categoría sí toma precauciones con respecto al lugar que les asigna. Ruiz habla de las “élites”, pero nos advierte sobre la necesidad de no concebirlos como simples “receptores” o propagadores de las ideas y prácticas “progresistas europeas”. La advertencia es clave porque en varias historias de las prácticas culturales o recreativas, por ejemplo, los autores abrazan una lógica elitista y difusionista según la cual las “élites” de una determinada sociedad fueron las “primeras” en acoger una serie de prácticas o gustos europeos que luego ellos mismos “difundirían” o que sencillamente fueron “llegando” a otros grupos sociales. Su trabajo meticuloso le permite evitar ese elitismo difusionista y detectar los numerosos factores locales que incidieron en la apropiación que las élites hicieron de prácticas determinadas. De manera convincente, critica las aproximaciones historiográficas centradas en la “imitación” que supuestamente las élites bogotanas hicieron de prácticas europeas, y dirige su atención a los modos como ellas vivieron y participaron del entrelazamiento de cuatro procesos, debidamente formulados en la introducción y desarrollados en los capítulos. Los cuatro procesos son: 1) la disputa política y legitimación partidista sobre el papel que diversiones coloniales podrían o no desempeñar en el orden republicano; 2) la formación de un ámbito de espectáculos diferenciado; 3) la deslocalización de plazas coloniales y la redefinición de espacios para parques y jardines donde tendrían lugar prácticas propias de la civilización y el progreso; y, finalmente, 4) “la creciente aceptación de la idea del tiempo como un bien escaso que debe ser usado en beneficio de la perfectibilidad humana”.

      Reconstruir cómo se entrelazan esos procesos permite a Ruiz reconocer, al mismo tiempo, la centralidad y vitalidad de las transformaciones ideológicas y disputas políticas, y el ritmo vertiginoso de emergencia de nuevos espacios y de adecuación de otros. Una de las fuentes más interesantes en este trabajo y una que, de alguna manera, permitía ir detectando aquellas transformaciones ideológicas y nuevas apuestas, son los diarios de los viajeros. Ruiz examina diarios de extranjeros que visitaron Bogotá y diarios de viajeros colombianos que visitaron Europa. En ellos rastrea lo que denomina las miradas interior, externa y desde el exterior. Esas miradas, la claridad sobre el hecho de que están condicionadas por el lugar del que observa, la postura ideológica, el momento de la observación y el modelo de alteridad que le corresponde, permiten al autor tener un panorama de las diversiones, fiestas y espectáculos a que los viajeros concedieron importancia y complementar el mapa que había construido mediante otras fuentes. Ese ejercicio nos alerta sobre los valores y las búsquedas que estaban en juego y sobre el marco interpretativo que los viajeros podían usar al hacer sentido de las prácticas recreativas y por eso clasificarlas o leerlas desde el eje de civilización y progreso.

      El contraste entre esos diarios y otras fuentes le permite al autor sugerir que la adopción de nuevas diversiones por parte de las élites bogotanas tuvo que ver más con “cambios de carácter interno” y “tenues intercambios transcontinentales” que con la acumulación de capital, la presencia de extranjeros o la puesta en marcha de una estrategia política particular por parte del Estado. El hecho de que la adopción de estas prácticas no haya sido “simple copia” ni el ajuste mecánico a modelos previos de distinción queda claro gracias al esfuerzo de Ruiz por mostrar qué se puede adoptar, cuándo y en qué circunstancias ideológicas y materiales. En términos de Elias, Ruiz busca reconstruir la estructura de interdependencias sociales —incluyendo ideológicas— para comprender cómo y por qué las élites adoptaron ciertas prácticas recreativas. Su descubrimiento de que el ámbito de los espectáculos con sus agentes, espacios y apuestas tuvo un papel central en la adopción de unas prácticas recreativas y en la mutación de las formas de concebir otras resulta fundamental para la historia de las prácticas recreativas y la política en Colombia. El Estado y sus proyectos civilizadores y las élites con sus proyectos de distinción no acaparan ni cumplen papeles protagónicos en esta historia.

      Como el mismo autor establece, la naturaleza de las diversiones o de las actividades de entretenimiento, esparcimiento y disfrute fue objeto de intenso debate político entre integrantes de las dos colectividades partidistas. Y fue así porque la conexión de tales prácticas con el uso “adecuado” del tiempo СКАЧАТЬ