Название: 1968: Historia de un acontecimiento
Автор: Álvaro Acevedo
Издательство: Bookwire
Жанр: Социология
isbn: 9789588956978
isbn:
Recapitulando, los movimientos sociales son la sociedad civil en acción, que se mueve del aislamiento de los intereses privados a la intervención en el espacio público para reivindicar derechos conculcados, plantearle al poder político demandas de diversa índole o proponer distintas formas de vida. Los movimientos sociales son, en primer lugar, formas de acción colectiva que involucran un gran número de personas capaces de hacerse visibles en el espacio público. Estas acciones afectan a toda la sociedad, sin importar la escala espacial. La segunda condición para hablar de un movimiento social involucra su permanencia en el tiempo. Aunque es muy difícil definir una duración mínima o máxima de un movimiento, la escala temporal es pertinente para pensar en la persistencia de la acción colectiva. Luis Alberto Restrepo también aclara que el movimiento social no tiene que estar en todo momento activo; más allá de los estallidos de los conflictos, los movimientos también se incuban en periodos de latencia. Lo anterior permite diferenciar la existencia del movimiento como tal de las expresiones organizativas formales36.
En la conceptualización de los movimientos sociales, otra variable remite al grado de cohesión de estos. Hay movimientos que se caracterizan por un alto grado de dispersión y aislamiento, mientras que otros se pueden relacionar con experiencias muy organizadas y centralizadas. En el fondo de este asunto está el nexo o no entre los movimientos, las organizaciones sociales y los procesos de institucionalización de la sociedad civil. Respecto a la centralización de los movimientos, se pueden enumerar la fuerza y la coherencia interna que tienen estos para el desarrollo de sus luchas, lo que se traduce en mayor visibilidad pública e igualmente en la posibilidad de tener un impacto social más fuerte. No obstante, se corre el riesgo de que los aparatos organizativos terminen a la larga suplantando al movimiento, burocratizando la lucha social y desmotivando a sus actores.
Con base en esta discusión se plantea la posibilidad de pensar las acciones de protesta del estudiantado universitario colombiano como un movimiento estudiantil. Las protestas estudiantiles alcanzan a ser una forma de expresión y de acción colectiva de un sector específico de la sociedad civil, con momentos de aguda presencia pública y otros de latencia, que logra visibilidad en la escena pública local y nacional. En el mismo sentido, defienden intereses, reivindican y exigen derechos. Para el caso de 1971, año de la cresta de la movilización estudiantil en Colombia, proponen una serie de lineamientos de la educación universitaria. La movilización se realiza sin la existencia de una organización formal que aglutine a los universitarios, pero sí a través de la convergencia de diferentes grupos y corrientes políticas estudiantiles37.
No obstante la definición amplia de movimiento social que ofrece Luis Alberto Restrepo, adecuada a las particularidades del estudiantado universitario, Mauricio Archila38 sugiere algunos reparos al empleo de la noción de movimiento estudiantil. La heterogeneidad de intereses, la intermitencia de las actuaciones y la variabilidad temporal en su composición son variables que condicionan el uso del concepto de movimiento estudiantil. Al respecto, se puede decir que estas observaciones parten de cierta idealidad en la constitución de los movimientos sociales, pues como acción colectiva no se puede esperar la homogeneidad de intereses, a pesar de que en momentos concretos se expresen demandas generalmente compartidas. En cuanto a la intermitencia, expresada por Archila, es posible hacer una inflexión al análisis: los periodos de latencia no se pueden considerar, in situ, como tiempo vacío, aunque sí es muy pertinente la distinción que hace este para diferenciar entre el movimiento social de protesta y el de conflicto.
Archila destaca tres variables de gran utilidad para delimitar las acciones de los estudiantes. En primer lugar, recuerda el carácter cíclico y transitorio de la protesta universitaria, no solo en términos de actores, sino de liderazgos. Por lo tanto, la movilización contestataria estudiantil no acumula una experiencia densa, sino que se caracteriza por la rotación en ciclos, por lo general, de cinco años. Esta particularidad se halla directamente involucrada con los enfrentamientos generacionales y las pautas de comportamiento de las distintas cohortes académicas de jóvenes. En segundo lugar, Archila recuerda que las expresiones políticas de los universitarios son cercanas a la izquierda o, por lo menos, se encuentran asociadas a las luchas por la participación política. Por último, llama la atención acerca de la necesidad de abordar la problemática de la cultura juvenil y los fenómenos de sociabilidad que ayudan a comprender la protesta juvenil.
En este orden de ideas, la revolución cultural del 68 contiene la emergencia de un nuevo actor social: los estudiantes. Ubicado en la convergencia de nuevos consumos de la cultura, las alteraciones generacionales y las transformaciones del campo educativo, el movimiento estudiantil se convierte en una posibilidad conceptual para entender el acontecimiento del 68 en Colombia. Sin desconocer las advertencias sobre el empleo de la categoría, es pertinente mantenerla, sobre todo si se toman como referentes los marcos culturales de la protesta universitaria aludidos en el enfoque identitario de los movimientos sociales. Ahora, este énfasis implica preguntarse cómo y por qué la historiografía puede asumir el estudio de la cultura escrita y de los impresos en la convergencia: conflicto universitario - movimiento estudiantil - impresos.
La historia cultural de la producción escrita: un enfoque historiográfico
Como ya se ha expresado, en los años sesenta y setenta del siglo pasado una revolución cultural de alcance mundial, nunca antes vista, tiene un eje de difusión de vital importancia: la universidad con sus esferas académicas, culturales y literarias. Protestas, movimientos estudiantiles, discursos, arengas y repertorios de inconformidad, entre otras formas de acción, alcanzan una permanente visibilidad a la cual tampoco nunca antes se había asistido. La publicación de libros, revistas, además de folletos para la discusión, el análisis y la confrontación de ideas, se constituye en otra práctica que da un giro de ciento ochenta grados a las representaciones y experiencias de esta cultura intelectual y libresca39.
La producción y consumo cultural de la lectura en este nuevo contexto internacional remite a las siguientes preguntas: ¿cuáles son los textos impresos de mayor difusión? ¿Quiénes los producen? ¿Qué redes o espacios de discusión se constituyen para su lectura y circulación? ¿Cómo son apropiados, descifrados por los lectores? ¿Qué representaciones se difunden para la comprensión de la sociedad, de la política, de las regiones, localidades, del Estado-nación? Al seguir a Roger Chartier en su texto El mundo como representación, se observa una agenda de trabajo en el amplio tema de la historia cultural con los siguientes acápites: a] las motivaciones políticas, sociales, intelectuales en el contexto de su creación, b] los principios clasificatorios, organizativos, verificables de la producción en sí misma, c] los discursos ideológicos, d] las formas de transmisión en la memoria social, e] las sociabilidades intelectuales y políticas de quienes hacen y comparten la producción textual en el ámbito universitario y académico-cultural40.
¿Acaso es una historia cultural de élites? Se debe reconocer que la producción textual no es para todo público, su circulación es restringida. No obstante, su recepción trasciende los límites de su circulación; abre intersticios en la difusión de ciertas obras y en la asunción de ideologías. El mismo hecho de encontrar esta producción en circunstancias sociales históricas muy específicas revela que, de alguna manera, afecta la visión de mundo no solo de autores o lectores sino de un público más amplio. Algunas producciones se convierten incluso en arquetipos para ir más allá de su tiempo-espacio y afectar a sectores de la sociedad insospechados.
¿Qué tipo de historia se hace cuando se estudia la producción textual y las sociabilidades intelectuales y políticas que emergen alrededor de esta? ¿Acaso una historia de las ideas? ¿Una historia intelectual propiamente dicha? ¿Una historia social de las ideas? ¿Una historia de los conceptos? ¿O, mejor, una historia cultural en la que se estudian concepciones, representaciones e ideologías del mundo y, a partir de este reconocimiento, derivaciones implícitas de la historia СКАЧАТЬ