Название: 1968: Historia de un acontecimiento
Автор: Álvaro Acevedo
Издательство: Bookwire
Жанр: Социология
isbn: 9789588956978
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Al tratar la terminación de los conflictos, el autor hace mención de la importancia del universo discursivo compartido entre los protagonistas del enfrentamiento. La finalización del conflicto se da, entre otras cosas, por la existencia y reconocimiento de unas normas mínimas que deben regular el antagonismo y por la comprensión de los símbolos de la contraparte. Esto quiere decir que si se conoce y entiende el significado del lenguaje simbólico de los oponentes, se puede prever la conclusión de un conflicto sin llegar al aniquilamiento del otro. La aceptación de la derrota por parte del vencido no se consigue solo en el terreno objetivo, adquiere una gran importancia la representación que este construya de la situación.
En otras palabras, Lewis Coser redefine la dimensión simbólica de los conflictos, ámbito donde juega un rol de primera línea el acervo de representaciones que construyen las partes. El control de los símbolos no solo es necesario para el cierre del conflicto por parte de los grupos enfrentados, sino también en la labor de persuasión que los líderes de cada grupo deben desarrollar al estructurar las percepciones de sus seguidores. En el interior de los grupos se da un proceso de configuración y administración de las representaciones a partir de los símbolos tanto de derrota como de victoria56.
Como se dijo al inicio de este subapartado, el tema de la relación violencia y conflicto no se pierde de vista en esta investigación. Las protestas estudiantiles entre 1968 y 1972 remiten a una serie de conflictos de diverso orden y se inclinan con frecuencia hacia el uso de la violencia de los manifestantes y su consiguiente respuesta oficial. Esta situación fáctica obliga a pensar el sentido de la violencia en la protesta social por parte del movimiento estudiantil en la misma dirección que Coser considera al conflicto, esto es, no como una anomalía, sino como una situación inherente a las relaciones sociales que tienen cierta funcionalidad en el ámbito social. Al respecto, Roberto Sancho apunta que la violencia política se entiende como una expresión de la sociedad civil, dirigida por actores colectivos a veces organizados de manera precaria, con el fin de controlar, precipitar o transformar una decisión en la universidad, el Estado o el sistema político en general. Por lo menos para este estudio, la violencia política armada no es parte del análisis del repertorio de protestas de los estudiantes, más allá de las simpatías o incluso militancia de algunos universitarios en grupos subversivos57. Esta elección, sin embargo, no excluye que la universidad, en ese momento, haya sido un escenario de la violencia política armada.
Al partir de la noción de privación relativa, Lewis Coser propone que los conflictos y las violencias no se desprenden de una total frustración en el acceso a los recursos escasos. Una situación de conflicto o violencia depende de la discrepancia experimentada por la suerte de una, de varias personas o de grupos. En otros términos, depende de que se considere ilegítima la distribución desigual de los derechos y privilegios. El hecho de que se desaten prácticas de violencia interpersonal depende de otros factores como la represión –en sentido freudiano– que se realice de los sentimientos de frustración y de la socialización diferencial que experimentan los individuos que participan de los conflictos.
En este sentido también entran en juego las expectativas que se abren en momentos de violencia colectiva, tales como las revueltas o las revoluciones, en las que las esperanzas de cambio aumentan de súbito y resquebrajan las barreras morales por las circunstancias anómicas en que se inscriben. Para el caso de la participación de los jóvenes en este tipo de eventos, Coser destaca cómo se juega el ascenso gradual en la jerarquía de las edades; las revueltas y protestas violentas propician una madurez que en otros casos habrá de aguardar mucho tiempo. Como ya se dijo, el 68 inaugura una inseguridad, cada vez más latente respecto del futuro, situación que modifica la proyección de la conducta y la orienta hacia el presente mas no hacia un futuro lejano.
Para cerrar este apartado sobre la comprensión del conflicto social y la violencia en las universidades colombianas, con la revolución cultural del 68 como telón de fondo, es importante destacar los argumentos sociológicos de Lewis Coser relacionados con tres funciones sociales de la violencia, más allá de un enfoque moralista sobre el tema en cuestión. El primero de ellos se refiere a la violencia como logro, es decir, la posibilidad que brinda el acto violento de reafirmar la identidad cuando los canales legítimos o ilegítimos son cerrados. En el caso de actos revolucionarios, el autor sostiene que el “oprimido” asume la violencia como oportunidad para reivindicarse, e incluso como una estrategia para acceder a la ciudadanía activa. En segundo lugar, la violencia sirve como una señal de peligro, no en el sentido del riesgo que corre la “estabilidad” y el orden social, sino en cuanto a indicador de desajustes y conflictos profundos. Por último, está la función catalizadora de la violencia, referida a la solidaridad que se desata en la sociedad respecto de la amenaza latente de ser objeto de agresión por parte de los violentos. Esto se cumple tanto para el caso de grupos “desviados” como para la fuerza pública que reprime a personas inocentes o ajenas al conflicto58. Recurrir o no a la violencia también depende, según Coser, del grado de participación social y de disponibilidad de lazos asociacionales con que cuentan las personas.
En todo caso, este enfoque concibe los conflictos protagonizados por los estudiantes universitarios como una oportunidad importante en la que se despliega el año de 1968 como un acontecimiento en el marco de una revolución cultural global. Al dejar de lado la mirada disfuncional del conflicto y la violencia, se abre también la posibilidad de explicar este acontecimiento en la universidad colombiana, caracterizado por la aguda y permanente conflictividad. La circulación de referentes de la cultura nacional, continental y mundial no se da solo en ambientes académicos sosegados, precisamente alcanza puntos de ebullición en la universidad: protestas, pedreas, mítines, marchas y toda clase de manifestaciones son propicias para el intercambio de nuevas representaciones del mundo de las que se apropian los estudiantes.
Punto de partida sin punto de llegada
1968 es el punto de partida de un acontecimiento planetario con repercusiones hasta el presente. Por los efectos culturales en una escala temporal tan amplia, 1968 es también reconocido como un macroacontecimiento sin punto de llegada. ¿Pero acaso 1968 es con exactitud el punto de partida? De seguro no. Desde los años cincuenta ya se vienen configurando en Colombia y en muchos lugares del mundo cambios imperceptibles que adquieren relevancia en el transcurso de los años sesenta hasta llegar al año 1968. En el caso colombiano este año tiene mayores connotaciones en 1971 y 1972. Esta es la razón por la cual el arco temporal de este acontecimiento para Colombia se circunscribe a cuatro años de protestas y contenidos temáticos y representaciones discursivas en los libros y revistas más importantes del momento. Y en especial, a las protestas y expresiones contraculturales del mundo universitario colombiano, la oposición de los estudiantes al pacto bipartidista del Frente Nacional, las discusiones sobre el papel de vanguardia revolucionaria de la universidad; todo ello en el marco de una política modernizadora educativa estatal orientada hacia el modelo de educación superior norteamericano.
En referencia a la protesta y producción escrita, no se trata aquí de agotar su estudio, pero sí de seleccionar los principales hitos de la movilización, y de mostrar el contexto cultural, en una primera exploración temática, de las ediciones de libros y publicaciones seriadas más destacados por su calidad y divulgación que impactan la cultura intelectual del momento. Para complementar estos contenidos se ha acudido a las ediciones de los periódicos de circulación nacional más importantes: El Tiempo y El Espectador, de Bogotá. También al diario de mayor circulación regional: Vanguardia Liberal, de Bucaramanga. СКАЧАТЬ