Historia de los abuelos que no tuve. Ivan Jablonka
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Название: Historia de los abuelos que no tuve

Автор: Ivan Jablonka

Издательство: Bookwire

Жанр: Философия

Серия:

isbn: 9789875994478

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СКАЧАТЬ como en el episodio de clausura del baño familiar?

      El hecho de pasar del “idioma judío”, el ídish, que el oficial infiltrado entre la muchedumbre no comprende, al polaco, textualmente citado en el informe, brinda una información importante: el orador es bilingüe, pero arenga principalmente en ídish. Como Lenin estaba convencido de que los judíos no formaban una nacionalidad, y como el KPP es una organización centralizada en la cual los individuos no gozan de autonomía alguna, el movimiento comunista polaco sólo puede expresarse en polaco. Pero la calle judía tiene tal potencial, constituye tal semillero revolucionario, que en ciertos casos es aceptable hacer propaganda en ídish (Traverso, 1990: 145-147; Mishkinsky, 1989). Flexibilidad dentro de la rigidez. A partir de entonces, el KPP puede operar en los entornos judíos, y esa acción en el terreno incumbe a comités locales coordinados por una oficina central judía. En 1931, por ejemplo, el Comité Central se inquieta por la debilidad del Partido ante la pequeña burguesía judía y las masas empobrecidas, de modo que la oficina central judía recibe la orden de redoblar esfuerzos denunciando el cierre de escuelas judías, los pogromos, etc. (Weinstock, 1986: 105-110). En su calidad de comunista, Mates es hostil a las aspiraciones nacionales judías, sin embargo, tiene apego por su idioma materno y permanece cerca de las masas a quienes se dirige.

      Detrás de la chatura burocrática del informe, se adivinan cuarenta jóvenes rabiosos, entre los cuales acaso figuren Idesa, Hershl, Henya, Mayer Rapoport, Icek Sznajder, Abram Fiszman y Malka Milechsberg, una pequeña asamblea que vibra al oír al orador. ¿Qué dice Mates? Sus palabras han echado vuelo. Quizá dice que estamos en el crepúsculo de la civilización capitalista; que los especuladores alemanes y su jefe de bando, Hitler, preparan la guerra; que las huelgas estallan en toda Europa y Estados Unidos; que la Unión Soviética es el único país del mundo donde no hay ni crisis ni desempleo; que ahí ya no hay divisiones nacionales ni antisemitismo, ni aprovechadores; que todos pueden comer hasta saciarse; que el analfabetismo está por desaparecer; que el Plan Quinquenal arroja un crecimiento del 20% anual; que explota la producción de hulla, electricidad, petróleo, acero, tractores, locomotoras, cereales; que la Unión Soviética es una fortaleza que no sólo hay que defender sino visitar, cueste lo que cueste. Tal vez agrega que los camaradas se están muriendo de frío en la fortaleza de Brisk, pero que el fascista Pilsudski jamás podrá impedir la Revolución. La asamblea no aplaude, prefiere la discreción, pero los mentones aprueban, los ojos brillan. Y el joven líder ejecuta la estocada final en polaco –certeza del archivo: “¡Abajo el gobierno! ¡Abajo los tribunales excepcionales! ¡Viva el comunismo!”–.

      El prontuario de Mates se carga aún más cuando este es arrestado por colgar pancartas la noche del 19 de diciembre de 1933. ¡Villano desenmascarado! Por fin los sabuesos de Parczew han echado mano de ese noctámbulo intrépido que se escabulle por las calles para lanzar por encima de los cables eléctricos las banderolas que esconde debajo de su abrigo. A lo largo de 1933, Mates tiene éxito repetidas veces en esa misión llena de peligro y encanto. ¿Qué sentirá en plena noche sin luna, al apuntar a los cables negros sobre ese cielo negro de la calle de la Sinagoga, arteria mustia y jalonada por postes eléctricos que hoy transito con cierta tristeza junto a Marek y Audrey? ¿La sensación de jugarles una buena pasada a los burgueses reaccionarios? Louis Gronowski, nacido en 1904 cerca de Wloclawek, que entró al jeder a los 6 años y a las Juventudes Comunistas a los 17 señala: “Ciertos camaradas eran expertos lanzando una bandera roja por encima de los cables eléctricos, y así se divertían al día siguiente mirando a los bomberos activándose en sus escaleras” (Gronowski-Brunot, 1980: 43). ¿O se enorgullecería, como Moshe Zalcman, a quien le toca en suerte distribuir folletos y panfletos a los soldados en los cuarteles la noche previa al 1 de mayo? “El honor de haber sido escogido para esta misión no consiguió calmar mi espanto. En cada sombra, imaginaba a un policía al acecho. ¡Pero qué sensación de felicidad procura el cumplimiento del deber!” (Zalcman, 1977: 28-29).

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