Название: Historia de los abuelos que no tuve
Автор: Ivan Jablonka
Издательство: Bookwire
Жанр: Философия
isbn: 9789875994478
isbn:
Mates no es el único que se entusiasma. En Francia, los comunistas quedan boquiabiertos frente a las proezas de Stalin. En La colectivización de los campos soviéticos (Miglioli, 1934: 277), a partir de cifras similares, un italiano saluda “el ímpetu y el heroísmo admirables” con que las poblaciones de la Unión Soviética cumplieron su cometido.
Mientras que la Unión Soviética pasa de un éxito a otro, los países capitalistas, agotados por una guerra mundial que resultó en nueve millones de muertos, se hunden en la crisis de Wall Street. En otra foja, Mates observa los recientes desarrollos de la lucha de clases en Europa y Estados Unidos:
Una marcha del hambre en Londres.
Estados Unidos. Una huelga de mineros en Nueva York. Una marcha de veteranos [...].
Alemania. Huelgas en la industria química.
España. Huelgas de soldados.
Viena. Una marcha del hambre de los desocupados.
Checoeslovaquia. Luchas con los campesinos.
Polonia. Huelgas. Luchas.
¿Qué nos enseñan esas luchas? Estamos en un enfrentamiento decisivo, una guerra mundial.
Preciadas palabras que nos dejan ver, más allá de los eslóganes aptos para movilizar a las masas, el pensamiento singular de un autodidacta que acumula indicios y se nutre de ellos hasta convertirse en inexpugnable, la conciencia y la confianza de un insurrecto que vela sobre el mundo desde su shtetl, como Israel Jablonka se abre a toda la extensión de los saberes contenidos en sus libros. Mates ve la profecía de Marx y Engels a punto de realizarse. Frente a esas huelgas y marchas que pronto confluirán para librar el asalto general, conflagración a partir de la cual nacerá la sociedad sin clases, ¿cuál es el valor del nacionalismo polaco, el futuro de la identidad judía? En marzo de 1933, un informe de policía señala en relación con la región de Wlodawa: “Es posible discernir cierto entusiasmo en los comunistas a propósito de la llegada al poder de Hitler. Estiman que provocará, en primavera, una guerra entre Alemania y Polonia, lo cual tendrá como efecto el inicio de una revolución en ambos países”9. Las contradicciones interimperialistas agravan el enojo de los pueblos: la revolución en Europa es una cuestión no de años, sino de meses.
Algunos testimonios indirectos echan luz sobre la personalidad de mi abuelo. Los padres de Colette tienen una extraordinaria admiración por él, es un poco su ídolo (“No estoy exagerando”, dice ella al ver un dejo de duda en mis ojos). Mates es muy carismático, es un excelente orador; por otra parte, es un marxista puro y duro. Misma campana por parte de la tía Reizl: sólo habla de su hermano en términos positivos, le profesa un respeto sin límites. A finales de los años noventa, Reizl le asegura a mi padre que Mates es el personaje clave de los hermanos, el equivalente masculino de la media hermana Gitla: lo que él dice se escucha con atención, se medita y, al final, se aprueba. Para todos, Mates encarna lo incorruptible, el jefe cuya rigidez doctrinaria se manifiesta tanto en su coraje como en su calidez humana.
No tengo razones para dudar de la sinceridad de aquel panegírico, pero Mates también es el único de los hermanos que no sobrevivió. Antes de la guerra, justamente, sus hermanos mayores se manejan con otro lenguaje. He aquí lo que Simje escribe a su familia en Polonia desde Buenos Aires, en 1933: “Mates, ya te dije que abandonaras tu trabajo de ‘técnico’, roza la imbecilidad. La policía te hará un juicio y te encarcelará, todo tiene un final. ¿Acaso entre [ilegible] no pueden encontrar a otra persona que no seas tú? Por lo tanto, te aconsejo que pares, ¿eh, entiendes?”. Y desde Chelm, donde intenta ahogar su pena de amor, Reizl ironiza: “¿Qué hacen Henya y Hershl? [...] Y tú, Mates, ¿cómo estás? ¿Estás trabajando para la humanidad, estás preparando un porvenir más luminoso?”.
Esas cartas, traducidas del ídish al polaco en abril de 1934 con motivo del juicio, también figuran en el enorme expediente judicial de mi abuelo. ¿Por qué diablos los investigadores se interesan por esa correspondencia familiar donde se habla del tiempo y donde uno le reprocha al otro con insistencia el no escribir lo suficiente? Porque prueba que hasta los hermanos del acusado estiman que este va demasiado lejos. En mi viaje a Buenos Aires, exhibo esas cartas a los hijos de Simje y Reizl, los primos de mi padre. ¿Será que sus padres, una vez en Argentina o en Chelm, abjuran del comunismo? “Para nada”, responde tranquilamente Benito, el hijo mayor de Simje: en Argentina, toda la familia es comunista, sin excepción. Las únicas discusiones –y ahí sí que nos sacamos los ojos– son entre “rojos” y “súper rojos”. A finales de los años cincuenta, cuando Benito es arrestado por luchar contra el gobierno militar, su padre se niega a visitarlo en la cárcel. Simje estima, también en este caso, que su hijo se ha pasado de la raya; debería haberse contentado con leer a Marx y a Gramsci, con tener su tarjeta de afiliación, con ir a las reuniones y donar dinero. La tía Reizl se considera una comunista pura y dura, y en esa misma década, cuando otros miembros de la familia se enriquecieron, incita a su marido, lustrador de muebles, a abrir un negocio propio, como Simje. Pero la experiencia fracasa al cabo de algunos años: ellos están llamados a ser proletarios, trabajadores de base, no patrones. Años más tarde, viene a visitarlos el hermanito Hershl, quien llena la casa con el sonido de sus lamentos: la vida en Bakú es horrible, las tiendas están vacías, etc. Reizl le arma una escena: la Unión Soviética es un buen país para vivir, donde todos son libres y felices, ¡afirmar lo contrario es mentir descaradamente! Estas cartas de 1934, llenas de advertencias y sarcasmo sobre el tema del “futuro luminoso”, reflejan la diferencia entre el comunismo de Simje y Reizl, proletarios y militantes fieles, y el de Mates, revolucionario profesional cuya carrera pronto se detendrá contra el muro de una cárcel.
Mi abuelo es, pues, el loquito de la familia y el líder del microcosmos judío comunista de Parczew: y es en ese pelirrojo que comienza a interesarse Idesa, la militante de la KZMP, la hermana del vendedor de kerosene de la calle Amplia. Después de la guerra, todos mis testigos oyeron hablar a sus padres del amor de Mates por esa tenebrosa belleza: “locamente enamorado”, “jamás se habrían separado”, etc. Pero en aquel entonces, Abram y Malka Fiszman, los padres de Colette, ignoran todo acerca de esa relación, pese a ser amigos cercanos de ambos. Incluso su casamiento, en 1937, los toma desprevenidos. Sorprendente, pero ¿por qué no? Los padres de Colette también flirtean en secreto. Un contemporáneo: “No vivíamos nuestras propias vidas, vivíamos la vida del Partido [...] Yo estaba casado con el Partido, mi vida personal debía esperar” (Schatz, 1991: 94). Si nos atenemos a este testimonio, ya de por sí es increíble que dos militantes hayan podido amarse. De hecho, numerosas parejas se forman a la sombra del Partido: al heroísmo le sienta bien el romanticismo, y la inminencia del peligro desafiado juntos, hombro contra hombro, hace latir al unísono el corazón de chicos y chicas.
El ritmo de sus vidas está marcado por las reuniones secretas, la distribución de panfletos, la fabricación de banderolas llamadas “transparentes”, las fiestas: aniversario de la muerte de “las tres L”, Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht y Lenin (16 al 21 de enero), levantamiento de la Comuna de París (18 de marzo), Día Internacional de la Juventud (3 de septiembre) y, desde luego, aniversario de la Revolución СКАЧАТЬ