Название: Historia de los abuelos que no tuve
Автор: Ivan Jablonka
Издательство: Bookwire
Жанр: Философия
isbn: 9789875994478
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En el expediente, también figura la petición que mi abuelo dirige el 18 de agosto de 1936, desde Sieradz, al fiscal de la Cámara de Apelaciones de Poznan: “Hace dos meses que he llegado a esta cárcel y, desde entonces, he comprobado la degradación continua del régimen alimentario. Para el almuerzo y la cena, por lo general no recibo más que un litro de sopa particularmente acuosa. Los otros días, la comida ni siquiera incluye un litro, pues se compone de medio litro de sopa acuosa y alrededor de un cuarto litro de papas crudas. El pan, a menudo mal cocido y con arena en su interior, provoca descomposturas estomacales. El mes pasado, durante dos semanas seguidas, no se nos dio arenque y, durante seis semanas, dejaron de servirnos el domingo la porción de carne que antes recibía cada dos semanas. Recibo agua de manera irregular, no más de 3 a 4 veces por semana y, encima, en cantidades mínimas, de un litro a un litro y medio para [ilegible] personas. Esta degradación real de la alimentación penitenciaria me ha provocado últimamente una sensación de mareo. Hace tres meses, a raíz de una decisión de la administración, se introdujeron rejas para las visitas. En la medida en que la venida de un miembro de mi familia implica un importante gasto de dinero y dificultades que no vale la pena soportar, la decisión de colocar esa reja y que las visitas sean a distancia me priva, de hecho, de la posibilidad de ver a mi familia”32.
¿Mates exagera para llamar la atención del fiscal o, al contrario, soporta otros tormentos que su expediente judicial y su petición callan? En sus memorias, todos los presos políticos polacos dejan constancia de violencia, tanto en el momento de la detención como detrás de los barrotes. A mediados de los años veinte, Hersh Mendel, responsable de la oficina central judía del KPP y miembro del Comité Militar Revolucionario, es apresado en Grodno. El arroz y la cebada están plagados de gusanos y, debajo de la corteza calcinada, la masa del pan está cruda. Algunos presos procedentes de Bialystok cuentan que los guardiacárceles quisieron forzarlos a violar a sus camaradas maniatadas y desnudas en el suelo. Y Hersh Mendel confirma: “Efectivamente, las camaradas que se unieron a nosotros en la cárcel estaban en un estado psicológico espantoso. De la sección de mujeres, nos informaron que no podían salir de su estado depresivo” (Mendel, 1982: 255). En junio de 1933, en Debowa Kloda, muy cerca de Parczew, detienen a Gitla Leszcz, una joven comunista judía. La policía había descubierto unos panfletos que estaban escondidos en un fardo al lado de la casa. “Cuando vinieron a agarrarme, los agentes me obligaron a caminar el trayecto de Debowa a Pinsk y fui golpeada e insultada en todas las comisarías donde parábamos. Llegué a Kowel completamente exhausta, con los pies ensangrentados, pues había caminado descalza. Fue en la cárcel de Kowel donde comenzaron las verdaderas torturas: me arrancaron las uñas de algunos dedos de ambas manos, lo cual aún hoy se nota. También me pusieron en las piernas un tizón ardiente. Las torturas duraron tres días y tres noches. Me infligían tablazos en la espalda, para que no quedaran huellas, hasta el momento en que me salía sangre de la nariz, la boca y las orejas”33. Es verosímil sostener que Idesa corre igual suerte.
Todas estas torturas tienen por objeto quebrar al detenido, recordarle su dependencia, su miseria. En ese contexto, la petición de Mates da muestras de cierta pugnacidad. Otro indicio de resistencia está dado por la declaración de un guardiacárceles: durante su detención en Parczew, Mates no dejó de alabar el sistema soviético, organizando con orgullo manifestaciones y huelgas de hambre (y prohibiendo rezar a sus pares judíos).34 El 20 de marzo de 1934, se ve privado de colchón durante dos días por “insubordinación constante”. En Lublin, algunos días después de la sentencia, solicita y obtiene del fiscal una entrevista con su hermana menor Henya, detenida en la misma cárcel. En Sieradz, su comportamiento es juzgado totalmente “deplorable”: el interno Jablonka “se solidarizó con otros comunistas”.35
En la cárcel, los presos políticos logran sonsacarle a la administración el derecho a organizarse en komuna, agrupamiento dotado de ciertas ventajas: eximición de trabajar, paseos más largos, derecho a recibir visitas y encomiendas. Henya padece hambre, me cuenta su hija mientras me guía entre las tumbas del cementerio donde está enterrada su madre, en la ciudad de Hadera, al norte de Tel Aviv. En una foto de noviembre de 1936, unos meses antes de su liberación, se la ve enflaquecida, con un corte de pelo varonil, un poco fantasmagórica. En su segundo período de encarcelamiento, en 1939, se queda sin ropa de recambio. Su madre, Tauba “la paloma”, se las ingenia para conseguirle una muda. Las chicas de la komuna exigen que la comparta, pero Henya se niega rotundamente, en nombre de los sacrificios que eso le había costado a su madre: incumplimiento de la disciplina. Por lo demás, prima la solidaridad. Los detenidos, cuya escolaridad ha sido de lo más corta, se ayudan mutuamente a completar su formación. Juntos, se impregnan de los clásicos, se inician al darwinismo y a la economía marxista-leninista, meditan acerca de la historia revolucionaria francesa y rusa, perfeccionan su polaco, imaginan la sociedad socialista futura. A ese ritmo, Abram Fiszman aprende mucho más polaco que en diez años afuera (Colette está convencida de que Mates está con él).
Considerando que un comunista tiene pocas probabilidades de escapar de la cárcel, esta es considerada como un riesgo a correr, una etapa, acaso también una prueba, un espaldarazo que permite entrar en carrera. Los condenados son los elegidos. La cárcel no los quiebra, al contrario, los endurece y refuerza aún más, si eso fuera posible, su determinación. Trasladado a Vilna, Hersh Mendel da ponencias a sus compañeros de celda sobre doctrina marxista, edita un manual en bielorruso y en ídish, festeja el aniversario de la Revolución de Octubre con guirnaldas y retratos de Lenin. Cuando la huelga de hambre se eterniza, la policía lleva a los internos al hospital para alimentarlos a la fuerza, vertiéndoles comida directamente en el estómago mediante un tubo: “A quien resista se le romperán los dientes” (Mendel, 1982: 261). Enseñanza mutua, estudio, deseo de aprender: la komuna tiene algo de yeshiva, aun si al lado de esos judíos también hay bielorrusos y ucranianos luchando contra la ocupación polaca. Fraternidad y ayuda recíproca, sin antisemitismo.
Gracias a una ley de amnistía, Mates se va de Sieradz el 8 de diciembre de 1936, después de dos años y medio de detención. Tiene tres días para regresar a su casa, a 350 kilómetros de allí: su certificado de liberación precisa que “debe apersonarse en la comisaría de Wlodawa el 11 de diciembre de 1936, como máximo”36. Por su parte, Idesa es liberada a comienzos de 1937 “a causa de su enfermedad psíquica adquirida en la cárcel”37. Hoy diríamos “depresión nerviosa”; a la luz de lo que precede, se pueden imaginar los padecimientos que sufrió.
Quisiera que la historia se detuviera aquí: mis abuelos son víctimas de la dictadura, son lesionados en su carne por estar habitados por la aspiración más noble que pueda existir, el amor por la humanidad. Su abnegación y su generosidad, que los condujeron a la cárcel con tantos otros, son admirables. Incluso Simje y Reizl, más moderados en apariencia, no abandonan su ideal al emigrar a esa Argentina donde todo era posible: al igual que ellos, sus hijos serán comunistas, se opondrán a las dictaduras. Mauricio, el hijo de Reizl, un hombrecito de 72 años bien musculoso y con un fino bigote blanco, se une a nosotros con su mujer para compartir un mate en el patio soleado. Enciendo mi computadora y comienza la entrevista. Mauricio es detenido una noche de octubre de 1974, en tiempos de gobierno legítimo, junto con cientos de militantes comunistas y peronistas de todo el país. Estado de urgencia. Prisión de Paraná. Prisión de máxima seguridad de Gualeguaychú. Nada de visitas, nada de cartas, nada de libros. Año 1976, dictadura de Videla. Represión, tortura, ejecuciones sumarias. Prisión Federal de Resistencia. Traslado en avión militar, maniatado al suelo, a la merced de militares que suelen lanzar a los presos al vacío. En total, cuatro años de cárcel, hasta el Mundial de fútbol, en 1978.
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