Название: Páginas sevillanas
Автор: Manuel Chaves Rey
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 4057664159243
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«É cuando el rey D. Pedro tornó á Sevilla después de la batalla vencida, falló y á D.ª Urraca Osorio, madre del dicho D. Juan Alfonso de Guzmán; é con gran saña que había de su fijo, fízola prender é matóla muy cruelmente.»
Crónica.—López de Ayala.
Ante la puerta principal del convento de Nuestra Señora de la Encarnación de Belén existió desde muy remota fecha hasta la tercera década del presente siglo una cruz de hierro que se alzaba sobre un ancho pedestal de azulejos, y que era llamada Cruz del Palo ó de la Tinaja, que por ambos nombres la conocía el vulgo.
Lo que éste ignoraba era el motivo que hubo para que se colocase aquella cruz en semejante lugar; y bien merece lo recordemos, acogiendo, con las reservas consiguientes, el relato de la tradición que hasta nosotros ha llegado.
Después de la memorable batalla de Nájera, ocurrida en Abril de 1367, y en la que tan completa victoria alcanzó el rey D. Pedro I de Castilla sobre su desleal hermano, retiróse el Monarca justiciero á nuestra ciudad, pasando antes algunos meses en Toledo y Córdoba.
Muchos eran los descontentos y ambiciosos que en Andalucía se señalaron por sus ideas en favor del bastardo D. Enrique, y entre ellos se distinguió D. Alfonso Pérez de Guzmán, Señor de Sanlúcar y nieto del bravo defensor de Tarifa.
Cuando entró en Sevilla D. Enrique en 1366, Pérez de Guzmán, que había servido al rey D. Pedro, viéndole fugitivo y próximo á retirarse á la Galia inglesa, reconoció al bastardo como monarca legítimo, jurándole fidelidad y haciendo que por él se proclamasen todas sus gentes y muchas de la ciudad, que sedujo con falsas promesas, siendo ayudado en aquellos manejos por su madre D.ª Urraca Osorio, señora principal y de noble estirpe.
Triunfó D. Pedro en Nájera, y al aproximarse á Sevilla, huyó D. Alfonso Pérez de Guzmán, no sin haber dejado antes encargados á su madre con el mayor secreto ciertos negocios en favor de la causa del bastardo.
Preciso fué castigar con severa mano á los que siguieron al Infante, y entre otros caballeros rebeldes y traidores fueron ejecutados en la capital de Andalucía D. Juan Ponce de León, D. Gil Bocanegra y el tesorero Martín Yáñez.
Al poco tiempo fué presa también D.ª Urraca Osorio, sobre la cual recaían gravísimos cargos, que inútilmente podía rehuir de sí por las muchas y terminantes pruebas que contra ella y su hijo existían.
Condenaron á muerte á D.ª Urraca, y á muerte horrible, pues, según la sentencia, debía ser quemada viva ante el pueblo, y en una plazuela próxima al sitio conocido por La Laguna, donde más tarde se construyó la Alameda de Hércules.
El rey D. Pedro, cuya indignación contra Pérez de Guzmán por su comportamiento era grandísima, no quiso perdonar á la madre, y á principios del mes de Setiembre de 1367 levantóse una mañana la hoguera para la infeliz D.ª Urraca.
El populacho y la gente de la heria asistieron en gran número á presenciar aquella ejecución, en la que concurrían circunstancias muy especiales, no sólo por ser la reo muy noble y principal señora, sino por lo mucho que era conocida en toda la ciudad.
Acompañada de alguaciles y soldados, llegó la dama al pié del patíbulo, y después de ser atada con fuertes ligaduras á un madero, comenzaron á arder los secos troncos, que pronto levantaron grandes llamas y espeso humo.
Retorcíase la víctima entre horribles dolores, lanzando desgarradores gritos cuando el fuego quemaba sus carnes, y en una de esas violentas sacudidas de cuerpo rasgóse el vestido de la dama, dejando al descubierto la mayor parte de sus formas.
Entonces la plebe que presenciaba aquella dramática escena prorumpió en atronadora gritería, insultando á la víctima y llenándola de sangrientos epigramas y crueles sarcasmos.
Pero cuando más imponente se presentaba la chusma y más lastimoso era el estado de D.ª Urraca, una mujer abrióse paso entre la concurrencia, y llegando precipitadamente á la hoguera, abrazóse á la madre de Pérez de Guzmán, cubriéndola con sus ropas, y dejando que las llamas la devorasen como á la reo.
Leonor Dávalos llamábase esta mujer heróica, y pertenecía á la servidumbre de D.ª Urraca, á quien profesaba todo el cariño que revela aquel acto de generosidad imponderable.
En el monasterio de San Isidro del Campo yacen enterradas D.ª Urraca Osorio y su fiel doncella, según hemos apuntado; y para conmemorar la muerte de ambas colocóse frente á la puerta del convento de Belén la cruz á que en el principio de este trabajo nos referimos.
XI
EL PATIO DE LAS MUÑECAS
«Y si mató á don Fadrique, mucho le importa el hacerlo; de su muerte y otras muchas sabe las causas el Cielo, y aun fuera mayor castigo si se rompiera el silencio.»
QUEVEDO.
El que por vez primera visita el magnífico Alcázar de nuestra ciudad, soberbio edificio lleno de recuerdos, en el que tantas generaciones han dejado huellas de su paso, al cruzar aquellas hermosas galerías, patios y salones se cree trasportado á los tiempos de las tradiciones y de las leyendas, no pudiendo también por menos de sentir admiración ante los primores y bellezas que en él los artistas fueron dejando.
Uno de los sitios del Alcázar donde más se detiene el visitante, es sin duda el célebre patio de las Muñecas, próximo al salón de Embajadores; y al extender la mirada sobre aquel lugar acude siempre á su memoria la trágica muerte del infante don Fadrique, ocurrida el martes 29 de Mayo del año 1358, once años antes de la memorable escena de Montiel.
El patio de las Muñecas es una verdadera joya del arte muslímico; según frases de Guichot, «salvo tal cual lunar, debido á repetidas restauraciones, es sin disputa el mejor modelo que nos queda del último período del arte árabe.»
Las dimensiones del patio no son muy grandes, y se llega á él por tres salones, que fueron renovados en el primer tercio de nuestro siglo y tienen gran número de azulejos y labores.
Diez son los arcos del patio, los cuales descansan en esbeltas columnas; hay en el centro una pequeña fuente, y en el segundo cuerpo algunas ventanas con celosías de mucho carácter, y cierra la obra una feísima montera de cristales que fué colocada con el peor gusto no hace muchos años.
El patio de las Muñecas es quizá la pieza que menos variaciones ha sufrido desde la época en que el Rey justiciero y legendario mandó dar muerte en él al Maestre de Santiago siete veces traidor, como le nombra un historiador contemporáneo.
Llamábase entonces patio de los Azulejos, y según cuentan las tradiciones la sangre del Infante dejó en sus paredes y en sus losas manchas imborrables, que aún se conservan en nuestros días.
La muerte de D. Fadrique es uno de los hechos donde con más ensañamiento censuran á D. Pedro de Castilla sus enemigos; y llevados de su pasión, ni se detienen á analizar la vida del Infante, ni se hacen cargo de las circunstancias y razones que la motivaron.
Siguiendo casi todos los escritores al cronista López de СКАЧАТЬ