Название: Páginas sevillanas
Автор: Manuel Chaves Rey
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 4057664159243
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La Crónica de Pedro López, escrita, como todos saben, después que el Canciller de Castilla dejó el servicio de D. Pedro y pasó á las banderas de don Enrique el Fratricida, está tachada de parcial é injusta; y la crítica histórica, examinándola con el mayor detenimiento, ha combatido las falsedades que en ella se encuentran, menos difíciles de probar mientras más se estudia aquel turbulento é inolvidable reinado.
López de Ayala cuenta la muerte de D. Fadrique con un verdadero lujo de detalles, y no contento con describir la terrible escena con una frialdad que asombra, dice que D. Pedro, después de espirar su bastardo hermano, hizo que le sirvieran la comida en el patio de los Azulejos junto al ensangrentado cadáver, retirándose después tan tranquilo á pasear por la orilla del río, según era costumbre en él.
Había llegado D. Fadrique al Alcázar al mediodía, siendo recibido por el Rey, quien permaneció hablandóle un buen rato, pasado el cual, tras haber saludado á la reina D.ª María, y á las Infantas, bajó el Maestre á los corrales para ordenar le preparasen sus cabalgaduras, y estando en esto recibió aviso de D. Pedro para que subiese de nuevo á verle, lo cual se dispuso á hacer en seguida.
Notó D. Fadrique al cruzar algunas galerías que los individuos que le acompañaban íbanle dejando solo, y al llegar al salón de Embajadores oyó de pronto la voz del Rey, que decía:
—¡Prended al Maestre!
Y cuando López de Padilla iba á ejecutar el mandato, dijo D. Pedro estas palabras:
—¡Ballesteros, matad al Maestre!
«É los ballesteros—escribe Ayala—llegaron á él por le ferir con las mazas, é non se le guisaba ca el Maestre andaba muy recio de una parte á otra, é non le podían ferir. É Nuño Fernández más que otro ninguno llegó al Maestre, dióle un golpe de maza en la cabeza en guisa que cayó en tierra, é entonces llegaron los otros ballesteros é firiéronle todos.
»É el Rey, desque vió que el Maestre yacía en tierra, cuidando fallar alguno de los del Maestre para les matar.»
Los poetas han descrito de muy diversas maneras la muerte de D. Fadrique, presentándolo como un tipo de perfecto caballero y aplicando al Rey los criterios de siempre, que tantos historiadores repiten.
¡Si pudieran hablar aquellos muros del patio de las Muñecas!... ellos contarían la trágica escena tal como pasó, y desvanecerían muchas opiniones erróneas que hay formadas contra el Monarca más valiente, más justiciero y más calumniado que ha tenido España.
XII
LA TORRE DEL ORO
«Sobre la orilla del río se alza la torre del Oro como eco de otras edades y de un pasado glorioso.»
J. F.
¿Quién, por alejado que esté de nuestra población, no ha oído hablar de este antiguo é histórico monumento, tantas veces descrito por la pluma y copiado por el lápiz y los pinceles de eximios artistas?
La torre del Oro es tan famosa como nuestra Giralda, y fué construída, pocos años después de terminadas las obras de la segunda, por el gobernador Cid Abu-l-Ola, según dicen los eruditos historiadores.
La forma de la Torre es bien sencilla, y tiene un carácter que la distingue entre todos los monumentos que dejaron en nuestra ciudad los creyentes del Profeta. Aquella mole de ladrillos, coronada de almenas y rematando en una cúpula de construcción muy posterior, se alza arrogante á la orilla del río, evocando los recuerdos de otros tiempos y otras edades, embellecidos por la poesía y la leyenda.
Cuando el sitio de Sevilla por las tropas cristianas, los mahometanos se defendieron con valentía desde la torre del Oro, que entonces se llamaba de Borch Adahab, causando desde allí grandes destrozos en los barcos que ocupaban el Guadalquivir, y que eran mandados por el heróico almirante don Ramón de Bonifaz.
Al ser reconquistada la población, se hizo una capilla en la torre del Oro, dedicada á San Ildefonso, y por la cual tuvo gran predilección el Rey Sabio, que ordenó se celebrasen en ella solemnes cultos, que con gran prodigalidad costeaba.
Durante el reinado de D. Pedro I de Castilla la torre del Oro fué muy visitada por este Monarca, quien guardaba allí escondido gran parte de su tesoro, al cuidado del judío Samuel Leví, viejo sagaz y astuto en quien tenía mucha confianza el hijo de Alfonso XI.
Siempre que D. Pedro estaba en Sevilla acudía todas las tardes á la torre del Oro, donde pasaba largos ratos en la azotea, contemplando el bello panorama que desde allí se ofrece á la vista y jugando á la tabla, á lo que era muy aficionado.
Otra ocupación más agradable hacía que D. Pedro fuese con tanta frecuencia á la histórica Torre, pues en ella tuvo á su amante D.ª Aldonza Coronel, quien, cediendo á los galanteos del Monarca, entregóse á él por completo, siendo durante algunos años objeto de sus caricias y deseos.
Cuando la pasión del Rey justiciero parecía extinguirse D.ª Aldonza se retiró al convento de Santa Inés, y allí terminó su vida siendo abadesa del monasterio, que, como es sabido, lo fundó su hermana D.ª María.
Á principios del siglo XV la torre del Oro servía para prisión de nobles, algunos de los cuales fallecieron dentro de aquellos espesos muros, y otros fueron por sus delitos colgados de las almenas.
El alcaide de la Torre era, por lo general, un caballero de los que más se habían distinguido en los campos de batalla, y teníase á mucho honor ocupar este cargo, por lo que eran muy numerosos los que lo solicitaban.
En un principio la torre del Oro estuvo en su exterior cubierta de azulejos amarillos, y muchos suponen que á esto debió su origen el nombre de ella; si bien otros contradicen esta opinión, asegurando que el llamarse del Oro es debido á las riquezas que, como ya dijimos, guardó en la Torre el rey D. Pedro.
El monumento estaba unido por una muralla al Alcázar, y así permaneció hasta el año 1821 en que fué derribada, embelleciéndose mucho aquellos lugares, que son de los más concurridos y amenos que tiene Sevilla.
El tiempo no ha alterado en nada la robusta solidez de la famosa Torre, pero su exterior debiera ser restaurado según el proyecto que se aprobó hace poco, y, una vez concluídas las obras, Sevilla podría ofrecer á los ojos del viajero un monumento antiquísimo en el mejor estado de conservación.
¡Lástima grande es que esta obra, á la que tan ligadas están muchas tradiciones de nuestra población, no haya podido destinarse á un uso más adecuado que el que actualmente tiene!
XIII
LA HERMANDAD DEL PILAR
«Los aragoneses que vinieron á la conquista de esta ciudad instituyeron una cofradía con la advocación de Nuestra Señora del Pilar...»
Ortiz de Zúñiga.
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