Páginas sevillanas. Manuel Chaves Rey
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Название: Páginas sevillanas

Автор: Manuel Chaves Rey

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

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isbn: 4057664159243

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СКАЧАТЬ una posada para dar en ella alojamiento, muy particularmente á aquellos que su misma religión profesasen.

      Llamábase el moro Hach-Elarbi, y su odio á los cristianos era tan profundo, que pasaba días enteros meditando planes insensatos, por ver si daba con uno que diese el resultado cruel que esperaba.

      Demasiado sabía el moro que debía ser muy cauto, pues los vencedores no se andaban con niñerías, y por esto callaba y mostrábase humilde cuando las gentes le veían, y afable con todos, para no infundir la menor sospecha.

      Cierta noche presentóse en el mesón un hombre al parecer forastero, de pobre traje y de rara catadura, el cual, por ser entonces invierno, llegó hasta una cuadra baja donde en una antigua chimenea de campana ardían los secos troncos, y á su alrededor veíanse dos ó tres criados del moro, que descansaban allí de sus faenas del día.

      Sentóse á la lumbre el forastero y no tardó en presentarse á él Hach-Elarbi, quien, enterado de la pretensión que traía, ofrecióle aposento y dióle antes un poco de pan negro y carne asada para que repusiese sus fuerzas, bien quebrantadas con el dilatado viaje que traía.

      Mientras cenaba el huésped, el moro hízole muchas preguntas, demostrándose ser hombre curioso, y así que fué llegada la hora de recogerse acompañóle á un aposento donde tenía preparado un modestísimo lecho y dispuesto un candilón que le alumbrase.

      Cuando después de pasadas algunas horas Hach-Elarbi, que acostumbraba á levantarse á media noche para rezar ciertas oraciones, salió al corredor donde el cuarto del viajero estaba, extrañándole ver por las rendijas de la puerta reflejos de la luz, que aún estaba encendida, miró por entre las podridas tablas, y sus ojos quedaron asombrados.

      El desconocido estaba despojado del sayo burdo que le cubría, y sentado en el lecho, teniendo ante sí un banco, donde había colocado una porción de monedas de oro y plata, en cantidad suficiente para hacer la fortuna de algunas personas.

      Á la vista de aquellas riquezas excitóse la codicia del moro, y unióse á ella singular coraje al apercibirse de que el huésped era cristiano por un largo rosario y algunas medallas que pendientes del cuello tenía.

      Contaba entre tanto el desconocido sus relucientes monedas, y cuando más embebido estaba sintió de pronto abrirse la puerta de la estancia, penetrando por ella el feroz moro, que arrojando al suelo el candilón, lanzóse sobre el cristiano, y, echándole las manos al cuello, dióle allí mismo muerte en pocos minutos. Después Hach-Elarbi escondió en una cueva el cadáver, recogió el dinero y guardó el tesoro en el rincón más apartado de la casa.

      Largo tiempo permaneció este crimen oculto, descubriéndose años después por una rara casualidad que la tradición no nos cuenta.

      Sábese sí que la posada donde tuvo lugar el hecho permaneció cerrada durante algunos años, y que en el mes de Febrero del año 1250 Hach-Elarbi sufrió la última pena, siendo puesta su cabeza ensangrentada en una de las paredes exteriores del edificio.

       LA TORRE DE DON FADRIQUE

       Índice

      «Aún permanece en pie la famosa torre de D. Fadrique, restos del palacio que para sí construyó el Infante de este nombre...»

      P. Madrazo.

      En la espaciosa y amena huerta del convento de Santa Clara existe una Torre de buena altura y de elegantes proporciones, que por fortuna se encuentra aún en el mejor estado de conservación.

      «Su planta—escribe un distinguido autor contemporáneo—es rectangular y consta de tres cuerpos, empleándose la piedra en algunas partes y lo restante de ladrillo: el inferior conserva en la puerta de entrada curiosa archivolta de estilo románico con arcos semicirculares y columnillas, sobre la cual existe una inscripción; en el segundo cuerpo rompen los muros estrechas aspilleras; en el tercero, en cada uno de sus frentes hay elegantes ventanas del mismo carácter románico, y en el último, coronado por un antepecho de almenas, se ven otras tantas de aquéllas al estilo ojival con adornos lobulados. En cada uno de los ángulos debió tener gárgolas para desagüe, de las que sólo resta una.»

      Esta Torre, según los datos más auténticos, fué mandada construir el año 1253 por el infante don Fadrique, que allí tuvo su palacio, edificado en los terrenos que le cedió su padre el rey D. Fernando III cuando se hizo el reparto de la ciudad después de la conquista.

      Llamóse en un principio La Torre encantada, no sabemos por qué, pues aunque conocemos algunas tradiciones que pudieran haber dado origen al nombre, ninguna encierra verdaderos detalles para el caso.

      Sobre la puerta de la Torre, que es ancha y tiene las hojas de hierro, existe una lápida negra con varios adornos y la siguiente inscripción, que traducida del latín dice así, según la copia que sacó Peraza:

      «Esta Torre es obra ó edificio del magnífico Infante Federico, que fué hijo amado de su madre la Reina D.ª Beatriz: débese dar alabanza al maestro que la hizo. Esta deleitable Torre estaba llena de riquezas en la era de mil é doscientos noventa, que es en el año de mil é doscientos cincuenta y tres años.»

      Respecto al interior de la Torre, el primer historiador de la capital de Andalucía, Luis de Peraza, que floreció en los comienzos del siglo XVI, escribía lo siguiente en su obra, aún inédita, titulada Antiquísimo origen de la ciudad de Sevilla, etc. «Estando un lienzo de aquel compás (el de Santa Clara) caído, yo entré... y subí á la Torre y vi en ella tres estancias, unas sobre otras, todas ochavadas, y habiéndolas paseado y mirado muy bien, me volví á salir.» Sin embargo de lo que dice Peraza, añadiremos que las estancias aludidas no son ochavadas, y sólo tienen en las partes superiores de los ángulos unas robustas nervaduras.

      D. Fadrique murió en Burgos en 1276 y fué uno de los más poderosos enemigos que tuvo su hermano D. Alonso el Sabio, el que mandó quitarle la vida, confiscándole sus estados, por tomar parte muy señalada en la revuelta que promovieron los descontentos y ambiciosos acaudillados por González de Lara, Díaz de Haro y Fernández de Castro.

      El infante D. Fadrique fué hermano también del primer arzobispo que tuvo Sevilla después de la conquista, hijo de D. Fernando III, que á pesar de su estado casó con la hija del Rey de Daria, pasando á vivir á extranjeros países.

      Las casas y el palacio de D. Fadrique, al ocurrir su muerte, fueron donados por Sancho el Bravo á las monjas clarisas, que allí levantaron el convento, amplio edificio en cuya iglesia, de estilo gótico, se conservan entre otras bellezas artísticas muy buenas esculturas de Martínez Montañés y de Alonso Cano.

      La torre de D. Fadrique tiene un carácter tan marcado de las antiguas edades, que cuando al contemplarla con detenimiento destácase airosa sobre el trasparente cielo, acuden á la imaginación los recuerdos de aquellos tiempos de fe, entusiasmo y de acciones sublimes y heróicas, embellecidos por la poesía y el arte.

      Esta Torre es uno de los más antiguos monumentos de Sevilla, y puede darnos una idea de lo que sería aquel soberbio palacio donde residió el turbulento D. Fadrique, y donde tan suntuosas fiestas se dieron según afirman puntuales cronistas.

      Algunas personas creen que la Torre de que nos hemos ocupado toma su nombre por el hermano de D. Pedro el Justiciero; y aunque este error ha sido aclarado por muchos escritores, aún hay quien СКАЧАТЬ