Helter Skelter: La verdadera historia de los crímenes de la Familia Manson. Vincent Bugliosi
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Название: Helter Skelter: La verdadera historia de los crímenes de la Familia Manson

Автор: Vincent Bugliosi

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 9788494968495

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СКАЧАТЬ cuchillo hallado en la garganta de Leno también era de la familia; aunque de un juego diferente al del tenedor, iba con otros cuchillos que encontraron en un cajón de la cocina. La dimensiones de la hoja eran: longitud, 12,1 centímetros; grosor, milímetro y medio; anchura, en el punto más ancho, dos centímetros; en el más estrecho, 0,7 centímetros.

      Los inspectores del caso LaBianca apuntaron después en el informe: «El cuchillo recuperado de la garganta parecía ser el arma utilizada en los dos homicidios».

      Lo cual no pasaba de ser una suposición, porque por algún motivo, el Dr. Katsuyama, a diferencia de su superior, el Dr. Noguchi, que llevó las autopsias del caso Tate, no tomó las medidas de las heridas. Y los inspectores asignados al caso LaBianca tampoco pidieron esos datos.

      Las repercusiones de esa única suposición fueron inmensas. Una sola arma indicaba que probablemente solo hubo un asesino. Que el arma utilizada fuera de la vivienda significaba que el asesino llegó probablemente desarmado, y que decidió matar a la pareja en algún momento después de entrar en el edificio. Lo cual a su vez daba a entender: uno, que el asesino llegó con el propósito de cometer un robo o algún otro delito, y luego le sorprendió la vuelta a casa de los LaBianca, o dos, que las víctimas conocían al asesino, y que confiaban en él lo suficiente para dejarle entrar en casa a las dos de la mañana o más tarde.

      Una suposición de nada, pero después traería muchos, pero muchos problemas.

      Igual que la hora estimada de la muerte.

      Cuando los inspectores pidieron a Katsuyama que determinara la hora, este propuso las tres de la tarde del domingo. Cuando otras pruebas parecieron contradecir esa hora, los inspectores volvieron a Katsuyama a pedirle que la calculara de nuevo. Entonces decidió que Leno LaBianca falleció en algún momento entre las doce y media de la noche y las ocho y media de la tarde del domingo, y que Rosemary murió una hora antes. Sin embargo, advirtió Katsuyama, la temperatura de la habitación y otras variables podían afectar al cálculo de la hora.

      Todo ello era tan poco concluyente que los inspectores lo dejaron de lado sin más. Sabían, gracias a Frank Struthers, que Leno era un animal de costumbres. Todas las noches compraba el periódico, luego lo leía antes de acostarse, empezando siempre por la sección de deportes. Esa sección estaba abierta sobre la mesa de centro, al lado de las gafas de leer de Leno. A partir de eso y de otras pruebas (Leno llevaba pijama, no se habían acostado en la cama a dormir y demás) concluyeron que los asesinatos se produjeron probablemente alrededor de una hora después de que los LaBianca abandonaran el puesto de periódicos de Fokiano, o en algún momento entre las dos y las tres de la mañana del domingo.

      Tan pronto como el lunes, la policía minimizaba las semejanzas entre los dos crímenes. El inspector K.J. McCauley dijo a los periodistas: «No veo ninguna relación entre estos asesinatos y los otros. Hay demasiadas diferencias. No veo ninguna relación, sin más». El sargento Bryce Houchin observó: «Hay cierta semejanza, pero no sabemos si es el mismo sospechoso o un imitador».

      Había varios motivos para descartar las semejanzas. Uno era la falta de relación aparente entre las víctimas; otro, la distancia entre los crímenes. Otro más, y de mayor importancia a la hora de concebir un móvil, que se hallaron drogas en el 10050 de Cielo Drive, pero no en el 3301 de Waverly Drive.

      Y quedaba otro motivo, quizás el de más peso. Incluso antes de que pusieran en libertad a Garretson, los inspectores del caso Tate ya tenían no uno, sino varios sospechosos más, muy prometedores.

      DEL 12 AL 15 DE AGOSTO DE 1969

      Gracias a William Tennant, el mánager de Roman Polanski, el LAPD supo que a mediados de marzo los Polanski dieron una fiesta con catering en Cielo con más de cien invitados. Como en cualquier reunión grande en Hollywood, se coló gente, entre ellos +Herb Wilson, +Larry Madigan y +Jeffrey Pickett, apodado Pic33. Se decía que los tres, de poco menos de treinta años, traficaban con droga. Al parecer durante la fiesta Wilson pisó a Tennant. Sobrevino una discusión, en la que Madigan y Pickett se pusieron del lado de Wilson. Irritado, Polanski los echó a los tres.

      Era un incidente menor, que por sí mismo difícilmente constituía un motivo para cometer cinco salvajes asesinatos, pero Tennant oyó algo más: en cierta ocasión Pic amenazó con matar a Frykowski. La información le llegó a través de un amigo de Voytek, Witold Kaczanowski, un artista conocido a nivel profesional por el nombre de Witold K.

      Teniendo presente la semejanza entre «Pic» y PIG, la palabra escrita con sangre en la puerta principal del domicilio de Tate, los inspectores hablaron con Witold K. Gracias a él se enteraron de que tras la partida de los Polanski a Europa, Wilson, Pickett, Madigan y un cuarto hombre, +Gerold Jones, fueron con frecuencia de visita al domicilio de Cielo. Según Witold, Wilson y Madigan proporcionaron a Voytek y Gibby la mayor parte de las drogas que consumieron, incluido el MDA que tomaron antes de morir. En cuanto a Jeffrey Pickett, cuando Gibby y Voytek ocuparon Cielo, él se trasladó a la casa de Woodstock donde vivían ellos antes. También Witold se alojaba allí. Una vez, en una discusión, Pickett intentó estrangular al artista. Cuando se enteró Voytek, le dijo a Pickett que se fuera. Enfurecido, Pic juró: «Los mataré a todos y Voytek será el primero».

      Muchos pensaban que uno o más de uno de ellos podía estar involucrado, y transmitieron sus sospechas a la policía. John y Michelle Phillips, antiguos miembros del grupo The Mamas and Papas y amigos de cuatro de las cinco víctimas del caso Tate, dijeron que en cierta ocasión Wilson le sacó una pistola a Voytek. Varios asiduos de Sunset Strip aseguraron que Wilson se jactaba a menudo de ser asesino a sueldo; que Jones era experto en cuchillos y siempre llevaba uno para lanzar, y que Madigan era «el camello» que suministraba cocaína a Sebring.

      Convencido más que nunca de que los homicidios del caso Tate eran consecuencia de un timo relacionado con drogas o de un mal viaje, el LAPD empezó a buscar a Wilson, Madigan, Pickett y Jones.

      Sharon Tate llevaba diez años buscando el estrellato. Lo alcanzó entonces en solo tres días. El 12 de agosto, martes, su nombre pasó de los titulares a las marquesinas de los cines. El valle de las muñecas se reestrenó en todo el país, en más de una docena de salas solo en la zona de Los Ángeles. La siguieron rápido El baile de los vampiros y otras películas en las que había aparecido la actriz, con la única diferencia de que ahora encabezaba el reparto.

      Ese mismo día la policía dijo a los periodistas que se descartaba de manera oficial cualquier relación entre los homicidios del caso Tate y los del caso LaBianca. Según Los Angeles Times, «varios agentes indicaron que se inclinaban a creer que los segundos asesinatos eran obra de un imitador».

      Desde el principio, las dos investigaciones avanzaron por separado, con inspectores distintos asignados a cada caso. Continuarían de ese modo, y cada equipo seguiría sus pistas.

      Tenían una cosa en común, aunque tal coincidencia ensanchó la distancia entre ellos. Los dos equipos operaban siguiendo una suposición básica: en casi el noventa por ciento de los homicidios la víctima conoce al asesino. En sendas investigaciones el foco principal estaba puesto ya en los conocidos de las víctimas.

      Al verificar el rumor de la mafia, los inspectores del caso LaBianca hablaron con cada uno de los socios conocidos de Leno. Todos ellos dudaron que los asesinatos pudieran atribuirse a la mafia. Un hombre dijo a los inspectores que si la mafia hubiera sido la responsable «probablemente me habría enterado». Fue una investigación minuciosa, y los inspectores comprobaron incluso si la empresa de San Diego donde Leno compró la lancha durante las vacaciones de 1968 estaba financiada por la mafia. No era el caso, aunque, según se decía, muchos otros negocios de la zona de la bahía de Mission sí que estaban financiados por «el dinero de la mafia judía».

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