Jesús y su misión en la posmodernidad. John Harold Caicedo
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Jesús y su misión en la posmodernidad - John Harold Caicedo страница 9

Название: Jesús y su misión en la posmodernidad

Автор: John Harold Caicedo

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия:

isbn: 9781953540355

isbn:

СКАЧАТЬ misión es desafiante, no solo por lo que implica en cuanto a la confrontación de personas hostiles al mensaje, sino además porque esa confrontación se vive primero en la cosmovisión personal. Tiene que darse un verdadero cambio de paradigma mental para que se pueda llevar a cabo la labor misionera de acuerdo a lo expresado en la Escritura. Sin embargo la cosmovisión posmoderna encarna otro tipo de intereses que chocan contra el llamado bíblico.

      La posmodernidad ha planteado interrogantes a la teología que desafían su aplicabilidad. En un tiempo de discursos holísticos, abarcadores y pluralistas no es fácil encontrar un nicho apropiado desde donde se instalen las propuestas teológicas del presente, sin que de alguna manera pueda llegar a permear los supuestos que la hicieron vigente para otras épocas de la historia.

      La autoridad ha sido desafiada totalmente. El llamado que Jesús realizó en aquel tiempo no encaja con la perspectiva actual de desconfianza en quien quiere ejercer alguna coerción o mando. La rebeldía es símbolo de este tiempo. Sin embargo es al mismo tiempo una forma de sumisión a otras formas que se han erigido en autoridad, tales como el sexo, los vicios, el placer o cualquier otra expresión individual o colectiva con la que se demuestre plena autonomía en desprecio a la voz de quien desea asumir una posición directriz.

      Jesús llama hoy, ¿el hombre posmoderno lo sigue? Y si no lo sigue: ¿A quién llama entonces?

      Si la misión que se desarrolla en el mundo actual depende en sumo grado de la aceptación del mensaje de Jesús, de su obra y especialmente de la persona del Dios encarnado, entonces esa misión tiene grandes impedimentos para llevarse a cabo. “Jesús convoca hombres para seguirlo no como un maestro o un molde de buena vida, sino como el Cristo, el Hijo de Dios.”71

      Pero es precisamente esa figura la que hoy en día se rechaza constantemente a la par de la autoridad y la institución que le representan.

      Bonhoeffer asegura en la mitad del siglo XX: “Porque el Hijo de Dios se hizo hombre; porque Él es el Mediador; por esa sola razón, la única verdadera relación que podemos tener con Él es seguirlo.”72 Décadas más tarde, la afirmación tajante de este hombre perteneciente a la iglesia confesante en tiempos de la segunda guerra mundial, parece una versión cándida para aceptar una razón desvirtuada por la autonomía del hombre posmoderno y una forma exageradamente piadosa y descontextualizada de la vida espiritual que se practica en tiempos actuales. La cosmovisión actual no anhela una mejor visión del futuro pues no lo espera ni intenta comprenderlo. “Este pesimismo de los postmodernos les lleva a aceptar la idea de que no existen posibilidades de cambiar o mejorar la sociedad y ante esta imposibilidad de modificar el mundo se opta por disfrutar de él. Se decide vivir plenamente el momento presente.”73

      La confesión de Natanael: “Rabí, tu eres el Hijo de Dios; tu eres el Rey de Israel”, significa un descubrimiento que redirige la vida de aquel hombre y le asegura una posición a su lado, mientras las cosas mayores que anuncia Jesús van sucediendo.

      Sin duda alguna el elemento mesiánico figura en el Evangelio de Juan a través de todo su desarrollo. Desde la llegada al mundo narrada por Juan de una manera diferente y plena de un significado especial, hasta la consumación de su obra en la cruz del calvario, Jesús se constituyó en el redentor de su pueblo y precursor de la implementación de un nuevo reino para el mundo. Más allá de su defensa de la vida, Jesús vino para liberar de la muerte y ofrecer vida en abundancia. Mediante su muerte y resurrección, Cristo abrió una nueva dimensión de vida para la humanidad, para que “todas las cosas” sean hechas nuevas (2 Cor. 5:17)

      Esa dimensión dadivosa de la persona de Jesucristo solo puede ser entendida a la luz de quien posee los derechos para hacer que la vida sea abundante. El mismo creador de la vida es el único que puede quitarla, sobreabundarla o modificarla. Solo Jesucristo es la verdadera fuente de conocimiento de Dios y la única base para obtener seguridad espiritual.

      Vistas las cosas desde ese ángulo, la misión para todos los tiempos debe enfocarse en continuar con la obra iniciada por El. En seguir a Jesús como lo hicieron Felipe y Natanael. Cualquier otra cosa es fallar en la misión encomendada.

      Algo debe cambiar en la mente de quien es llamado por Jesús. Renunciar a una conciencia colectiva para entrar en la individualidad del ser que puede responder afirmativamente a un llamado al cual la mayoría se negaría, implica una renovación del entendimiento que no va en orden al sistema vigente, sino a la autoridad de quien traza un camino diferente.

      Lewis escribió, en su libro titulado Una pena observada: “Mi concepción sobre Dios no es divina ni sagrada. Debe ser destruida una y otra vez. La rompe Dios mismo. Él es el gran iconoclasta. ¿No podríamos casi decir que este acto de destrucción es uno de los indicios de su presencia? La encarnación es el ejemplo supremo. Deja en ruinas a todas las ideas previas sobre El Mesías”74

      A menudo, la teología y sus procesos destruyen lo que creíamos saber sobre Dios, igual que Jesús hizo añicos lo que la gente de su época creía sobre quién sería el Mesías y sobre lo que haría.

      “Porque el Hijo de Dios se hizo hombre, porque Él es Mediador; por esa sola razón, la única verdadera relación que podemos tener con Él es seguirlo.”75 Pero comprender el llamado a seguir a Jesús en estos tiempos, supone un cambio en la comprensión de la figura del Mesías bíblico, evidentemente distorsionada por la cosmovisión posmoderna que encumbra mesías e ídolos, mientras destruye los relatos que le dieron forma a la espiritualidad cristiana.

      Obedeciendo a los nuevos paradigmas que caracterizan la posmodernidad, la teología se ha tornado eminentemente humanista, enfocada en el bienestar y el hedonismo, manipulada por el uso de textos fuera de contexto para justificar un discurso positivo y una “palabra de fe” en la que se le da prelación a la bendición financiera y al bienestar físico. Se escuchan los textos pero no los contextos. Se citan las palabras pero no se profundiza en ellas. Se habla de fe, sin hablar de dónde surgen estas convicciones.

      Los pactos o alianzas con Dios para alcanzar sus favores, el surgimiento de líderes carismáticos que atraen a las masas, las revelaciones particulares propiedad de los “ungidos”, la demonización de cada aspecto de la vida social, el rechazo a cualquier forma de sufrimiento, el mercado de bienes simbólicos, son solo algunas de las características de esta forma de teología que se ha introducido en la práctica común del creyente actual.

      Pero el mensaje de Jesucristo no está ceñido a la especificidad de un tiempo en particular y es inclusivo, es decir que está abierto para aquel que desea acercarse a la “fuente del agua viva.” Sin embargo la dinámica propia de un mundo en constante evolución obliga a contemporizar no solo las formas de vida, sino también la manera de compartir el mensaje, so pena de quedar marginados de cualquier posibilidad de influenciar al mundo de hoy.

      La obra de Cristo es redentora y lo es así por la clase de mundo en el que vivimos. Estamos en una sociedad que desarrolla primero la enfermedad para luego justificar los esfuerzos curativos y promueve la muerte para recalcar la importancia de la vida. Y así como no hay amanecer sin oscuridad que la preceda o sanidad sin enfermedad que la confronte, así mismo no existe un estado ideal de cosas sin una anarquía que pueda comparársele o un reino de justicia, paz y gozo en el que more el Señor sin haber un estado opuesto de injusticia, de pobreza y desigualdad en el que reine el enemigo.

      Cada paso en el progreso de la humanidad, supone normas morales superiores que sean coherentes con esa dinámica de cambio. El problema es llegar a dilucidar si la evolución del mundo implica necesariamente progreso o retroceso en su orden social y moral. Las instituciones tampoco ayudan dilucidar este enigma. “La Iglesia que, en el plano de la moral como en el de la política, parece estar condenada a llegar siempre con siglos de retraso respecto a la evolución de las costumbres.”76 Siempre estamos inmersos СКАЧАТЬ