Название: El Sacro Imperio Romano Germánico
Автор: Peter H. Wilson
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 9788412221213
isbn:
Cada grupo trajo consigo su propio sistema legal, si bien la mayoría se regía por la denominada «ley germana». Esta era siempre una amalgama de diferentes elementos, algunos de ellos originarios de Flandes. Cada oleada sucesiva de migrantes transformó esta ley a medida que avanzaban hacia el este, creando elementos nuevos desconocidos en el oeste. Hubo una serie de pautas generales producto de la influencia de Lubeca, Magdeburgo y otras ciudades importantes que proporcionaban modelos para las leyes de los nuevos asentamientos del este.54
La normativa legal ayuda a explicar el porqué del desplazamiento de poblaciones. Aunque el ímpetu provenía de áreas con elevada densidad poblacional, la migración no era, principalmente, un producto de la superpoblación. Como decían los migrantes flamencos: «Queremos ir juntos al este […] allí habrá una vida mejor».55 Las nuevas leyes incluían mejores derechos de propiedad, impuestos de sucesión más bajos y reducción de obligaciones feudales. Los migrantes se enfrentaban a considerables penurias, expresadas por el proverbio germano del siglo XIII Tod-Not-Brot: la primera generación halló la muerte, la segunda pasó miseria, pero la tercera al fin consiguió pan. Los señores del este garantizaban mayores libertades personales para atraer colonos a sus escasamente poblados dominios. Los señores eslavos también participaron de esta práctica, como por ejemplo el príncipe polaco Enrique el Barbudo de Silesia, que trajo a 10 000 germanos para que se establecieran en las 400 nuevas aldeas que fundó en 1205.56
Los recién llegados casi siempre eran recibidos con desconfianza, pues disfrutaban de privilegios que se les denegaban a los habitantes locales, que seguían sometidos a las granjas señoriales. La asimilación se ralentizó por la llegada de sucesivas oleadas de inmigrantes y las áreas donde tuvieron lugar los primeros asentamientos fueron transformadas: en Brandeburgo, en torno a 1220, la población de los vendos, de habla eslava, había quedado reducida a una tercera parte de los habitantes. Alrededor del siglo XV, los migrantes se habían entremezclado con la población indígena, aunque algunas áreas eslavas conservaban su identidad diferenciada, en particular los sorbos, que todavía hoy conforman un grupo separado en las regiones de Bautzen y Cottbus, en Alemania oriental. Los alemanes tan solo comprendían un 40 por ciento de la población de Prusia y los eslovenos predominaban en Krain y en la Baja Estiria. La asimilación podía tener lugar en sentido inverso. Algunos germanos que se establecieron en zonas rurales de Prusia y Polonia se polonizaron y, aunque predominaban en las ciudades, esto no era siempre así, pues, hacia el siglo XVI, en Cracovia ya no se hablaba alemán. Los descendientes de los colonos medievales del este a menudo recibían con hostilidad a la nueva oleada de migración germana iniciada en el XVIII.57
La fase inicial de colonización vino acompañada de considerable violencia, que reforzó el concepto de frontera y ayudó a consolidar la duradera contraposición entre las dos identidades, la germana y la eslava. La llegada de más trabajadores redujo la dependencia de las comunidades de frontera de las incursiones en busca de esclavos, al tiempo que se continuó lanzando incursiones contra las comunidades eslavas situadas más al este para obtener cautivos. Esto, combinado con otros factores, como diferencias materiales y tecnológicas, fomentó la percepción de las comunidades germanas de una superioridad cultural inherente.58
Las cruzadas norteñas
El nuevo lenguaje de guerra santa que acompañó la expansión oriental del imperio inflamó aún más la animadversión ya existente. Los papas, ya en el siglo X, bendecían a los guerreros y a sus armas y, a partir de 1053, ofrecían el perdón de sus pecados a quienes combatieran a sus enemigos. En un principio, tales indulgencias se concedían a los que combatían a los normandos, pero, desde 1064, incluyeron las campañas contra los musulmanes. Gregorio VII preparó el terreno para las futuras cruzadas al estigmatizar a sus enemigos tachándolos de herejes. La querella de las investiduras, llena de implicaciones ideológicas, nutrió nuevos conceptos de violencia, tales como una distinción más nítida entre la cristiandad, considerada un reino de paz donde matar se consideraba un crimen condenable; y el mundo exterior, en el que el exterminio de infieles glorificaba a Dios y los cristianos muertos en batalla se convertían en mártires que entraban directos en el cielo.
La expresión más concreta de tales creencias fueron las nuevas órdenes militares. Sus miembros combinaban votos monásticos con el deber de proteger a los devotos en peregrinación a Tierra Santa. Aunque los templarios son, tal vez, los mejor recordados hoy, estos nunca tuvieron una presencia significativa en el imperio, al contrario que los hospitalarios. Fundados en 1099 y conocidos en el imperio como Johanniter, o caballeros de San Juan, los sanjuanistas establecieron su primera casa alemana en Duisburgo en 1150. Les siguió la Orden Teutónica, formada en Tierra Santa en 1190, que en torno a 1261 tenía varias casas en el Bajo Rin.59
La aplastante derrota de 1071 en Manzikert a manos de los turcos forzó al emperador bizantino a solicitar auxilio a los despreciados latinos. En el Concilio de Clermont, en noviembre de 1095, el papa Urbano II proclamó la primera gran cruzada. La primera parte de su ambicioso programa se consiguió con sorprendente facilidad, pues se recuperó Jerusalén en 1099, después de 463 años de dominación musulmana. Esto llevó al establecimiento en Tierra Santa de un nuevo Estado cruzado. El segundo objetivo, el de reunificar las Iglesias oriental y occidental, pronto fracasó a causa de la insistencia del pontífice en tener precedencia sobre el patriarca de Constantinopla. Hacia 1105, el papado animaba a los normandos a conquistar Bizancio, un desvío de recursos que, en último término, contribuyó al fracaso de todas las cruzadas de los tres siglos siguientes.60
La ideología cruzada se empleó en 1102 contra los adversarios cristianos occidentales: ese año, el papa Pascual II respaldó a uno de los adversarios de Enrique IV en su lucha por el obispado de Cambray. Fue uno más de los numerosos conflictos locales que caracterizaron la confusa fase final de la querella de las investiduras. Esta ideología se empleó de forma más extensiva por Gregorio IX y por Inocencio IV, que, durante la fase final del conflicto entre el papado y los Hohenstaufen, redirigieron ejércitos enviados a Tierra Santa a combatir contra Federico II.
Fuera de Italia, la ideología cruzada apoyó la expansión del imperio. Lo que se conoció como las cruzadas norteñas se iniciaron con un segundo frente, promulgado por el papa en 1147, contra los vendos y otros pueblos eslavos del norte del Elba. La iniciativa provenía del conde Adolfo II de Holstein, que comenzó a expulsar eslavos de Wagria y reemplazarlos por colonos flamencos y germanos, muchos de los cuales participaron en la fundación de la ciudad de Lubeca en 1143. La bendición papal para la nueva cruzada atrajo al ejército de Adolfo a germanos, daneses, polacos y a algunos bohemios, lo cual le permitió ampliar mucho sus operaciones. «En este frente pueden ganarse indulgencias a un precio más bajo y por una fracción del tiempo necesario para peregrinar a Jerusalén».61 La cooperación de los duques polacos y pomeranos fue crucial para el éxito. Estos príncipes eslavos emplearon la cristianización de sus tierras como medio para aumentar su autoridad y sus posesiones. Su participación expandió las cruzadas norteñas hasta el área situada al norte del Elba y en dirección este, por la costa báltica, a través de Prusia y hasta alcanzar las actuales Estonia, Letonia y Lituania. En torno a 1224, la mayor parte de esta región había sido conquistada, gracias, en parte, a la sanción papal de una nueva orden militar, la de los caballeros de la espada, que no tardó en enseñorearse de Livonia, la región situada СКАЧАТЬ