Название: El Sacro Imperio Romano Germánico
Автор: Peter H. Wilson
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 9788412221213
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Se concedía patronazgo a múltiples lugares, en especial por parte de la familia real; dado que hasta finales de la Edad Media no tuvo una capital fija, necesitaba residencias para sus itinerarios imperiales. Dentro de la estructura familiar, el parentesco extenso seguía pesando más que la ascendencia patrilineal, lo cual fomentaba la utilización de diferentes lugares. Los otónidas, por ejemplo, además de Gandersheim, también convirtieron el castillo carolingio de Quedlinburg en un importante convento familiar promovido por Matilde, viuda de Enrique I. Matilde mantuvo el cargo de canonesa creado por la legislación carolingia, lo que le permitió convertirse en la primera rectora de Quedlinburg que no había profesado votos de monja.30
La Iglesia imperial
Esta infraestructura eclesiástica surgió en paralelo al desarrollo del imperio, lo que dio origen a lo que pasó a conocerse como Iglesia imperial y que constituyó un pilar fundamental del orden político hasta principios del siglo XIX. La Iglesia imperial, en tanto que nueva fundación, dependía de tierras de reciente concesión, en su mayoría donaciones directas del emperador. Entre los siglos V y VIII los francos cedieron a la Iglesia una tercera parte de sus tierras, aproximadamente. No obstante, Carlos Martel secularizó buena parte de estas para financiar sus campañas; con su nieto Carlomagno se reemprendieron las donaciones. Estas fueron más extensivas en las áreas recién conquistadas al este del Rin, donde era posible redistribuir las propiedades de los pueblos derrotados.31
La abadía de Prüm, al norte de Tréveris, resultó especialmente favorecida, pues en 893 obtuvo 1700 propiedades dispersas por toda Lotaringia, habitadas por unas 16-20 000 personas. Los doce feudos pertenecientes en el siglo IX a la abadía de San Bertín de Flandes abarcaban 11 000 hectáreas, mientras que la abadía de Nyvel, cerca de Gante, controlaba 14 000 granjas en el momento en que Otón II la donó a su esposa Teófano con ocasión de su matrimonio, en 972.32 Tales propiedades fueron concedidas en calidad de beneficios, es decir, seguían siendo propiedad de la corona mientras sus beneficiarios las explotaban. Los carolingios habían logrado alcanzar el antiguo objetivo merovingio de imponer el diezmo a todos los cristianos. Los obispos se encargaban de coordinar su recaudación, pero el rol de asignar el diezmo a las iglesias concretas recaía a menudo en el monarca.33
A cambio de su inversión, el emperador esperaba obtener dividendos importantes. El alto clero constituía un grupo de vasallos a su inmediata disposición, al contrario que los señores seculares, que formaban un grupo mucho mayor y más fluctuante. Se valoraba el consejo de los clérigos, dado que, por lo general, sabían leer y escribir, habían viajado y tenían amplios contactos. Podían recurrir a sus sustanciosas donaciones para abastecer tropas para campañas reales y viajes de coronación. Tales costes aumentaron a finales del siglo X, cuando los reyes germanos dejaron de residir en palacios y pasaron a alojarse con obispos y abades en sus recorridos por el imperio. Los clérigos, poco partidarios de estos alardes, comparaban las visitas reales a una plaga bíblica de langostas.34
Sin embargo, la Iglesia imperial nunca fue un instrumento exclusivo de dominación real, dado que los señores menores también participaban en esta estructura. Este punto es importante, pues explica por qué la Iglesia imperial quedó tan profundamente imbricada en el seno de la jerarquía sociopolítica del imperio. Los señores seglares ya eran relevantes donantes locales antes de que las guerras civiles del siglo IX deshicieran la supervisión real de las abadías. Lorsch, Fulda y otras significativas abadías imperiales consiguieron patrones locales.35 Algunos cenobios quedaron por completo bajo control local; otros fueron fundados por señores en territorios de su propiedad. Tales pautas crearon un segundo estrato eclesiástico, con jurisdicción señorial y sujeto a autoridad imperial solo de forma indirecta. Los señores carolingios cedían monasterios a sus hijos y el control señorial se mantuvo sólido hasta la querella de las investiduras iniciada en la década de 1070, momento en el cual fue revisado y pasó a ser potestad protectora (vid. págs. 53-57).
Hasta Gregorio VII, la influencia señorial fue, por lo general, bien recibida. Los primeros misioneros se enfrentaban a una labor monumental, por lo que necesitaban protección y asistencia de los señores. Los términos parroquia (parochium) y sacerdote (sacerdos) siguieron significando diócesis y obispo hasta bien entrado el siglo XI. El clero siguió residiendo en lugares religiosos principales tales como villas catedralicias y se desplazaba a oratorios e iglesias externas para oficiar misas. La actividad misionera promovió una jerarquía incipiente por medio de la fundación de redes satelitales, en las que a las abadías las rodeaban iglesias satélite. La construcción de nuevas iglesias permitió la subdivisión de las grandes parroquias de los comienzos. Hacia el siglo XI, la mayoría de diócesis contenía suficientes parroquias como para necesitar un nivel intermedio de supervisión, el diaconato. La demarcación se debía a menudo a la necesidad de definir el control de los diezmos y otros recursos.36 El clero también dio respuesta a la constante demanda de sus servicios a partir del siglo X, a las nuevas ideas surgidas de la reforma gregoriana y al requerimiento, a partir de 1215, de confesión anual. Las estructuras parroquiales definidas en torno a 800 por la legislación carolingia se hicieron realidad a finales del Medievo, cuando había 50 000 parroquias en el imperio, una cantidad relativamente superior a las 9000 de Inglaterra o a las 160 000 existentes en el conjunto de la Europa latina.37 El impacto fue profundo. El cristianismo se expandió más allá de la élite y se convirtió en una religión más popular, lo que, a su vez, conllevó numerosos cambios en su práctica.
La «incorporación» o asignación de una parroquia a una abadía, diaconato u otra jurisdicción superior implicaba el control de sus recursos, lo que incluía diezmos y cualquier otra dote vinculada a su iglesia. Esto también implicaba la potestad de nombrar al cura párroco. En torno a 1500, la mitad de las parroquias germanas había sido incorporada por este medio. A menudo, las funciones del cura se confiaban a vicarios sustitutos mal pagados. Esto provocó un agravio importante que nutrió la futura Reforma protestante, además de ilustrar la creciente complejidad de jurisdicciones superpuestas y la interconexión de intereses espirituales, económicos y políticos en el imperio.
Estas redes locales continuaron prestando obediencia a uno o más niveles intermedios de supervisión secular por debajo de la autoridad del emperador, además de estar subordinadas a uno o más estratos de autoridad espiritual, como por ejemplo un abad o un obispo. El emperador siguió aceptando la notable influencia señorial debido a que seguía detentando una supervisión completa de la Iglesia imperial, incluido el nombramiento de arzobispos, obispos y numerosos abades que seguían siendo sus vasallos inmediatos a causa de sus beneficios. No hubo ninguna interrupción significativa en este control hasta 1198, cuando la supervisión seglar del obispado de Praga fue transferida al rey de Bohemia. La Iglesia bohemia obtuvo plena autonomía en 1344 cuando Praga fue elevada a la categoría de arzobispado, lo cual СКАЧАТЬ